Expo Zaragoza. ¡Agüita pa’ mi gente!




Aquel jueves trabajé 12 horas seguidas editando frente al ordenador. Después me puse a prueba, viví algo tan excitante y divertido, como impresionante, repugnante y doloroso. Me enfrenté desnudo a la gran bestia y me perdí entre aquella jungla de animales salvajes. No hubo tiempo para dormir. A las cinco de la mañana me pegué una ducha que no me limpió y a las seis estaba mirando por la ventana de aquel bus, las imágenes bellas y asquerosas se confundían unas con otras, el silencio reinaba, pesado y burdo sobre mi cabeza. Torcí las piernas contra el espaldar de la silla de enfrente para intentar descansar. –“¿Será que puedo escribir en el blog lo que quiera, sin prejuicios, sin temores, sin vergüenzas?”- Justo después de preguntármelo, caí redondo como una guanábana.

Al despertar la historia era otra, Wall como siempre nos hizo reír y la Expo se levantó frente a nosotros. 108 países expuestos para recordarnos de qué estamos hechos. Sí, de eso, de agua. Expo Zaragoza 2008 es un lugar de reflexión constante. Aparentemente, un escenario desligado de los intereses de las grandes multinacionales, pues por ingenua que parezca esa afirmación, las exhibiciones muestran lo jodido que estamos y lo incapaces que hemos sido los seres humanos para darle un buen trato al recurso más preciado que tenemos.

De pronto, un ejemplo en uno de los paneles me jodió la tarde y amenazó este post: -“Para los más pobres el agua es más cara. 2.500 millones de personas sobreviven con menos de 2 euros al día. Llenar un recipiente de 1000 litros de agua en Nueva York vale 0.40 euros. Llenar el mismo recipiente en Barranquilla, Colombia. Vale 3.90 euros”-

Recordé una historia que quisiera que fuera ficción, pero que no lo es y me fastidia. La historia se remonta al año 1991 cuando el Concejo Municipal de la época aprobó el Acuerdo por medio del cual se autorizó al alcalde de Barranquilla a participar, en la creación de “una Sociedad Anónima de Economía Mixta’’ para prestar los servicios de agua, alcantarillado y aseo. En consecuencia, fueron liquidadas las Empresas Públicas Municipales que existían desde el año 1960. Cinco años más tarde durante la alcaldía de el Dr. Edgar George González* se pactó un acuerdo mucho más hermoso por medio del cual le entregaron la mayoría de acciones a la empresa privada INASSA, constituida con un ridículo capital de un millón de pesos (333 euros) y que tenía como socios a la multinacional Aguas de Barcelona (51 por ciento de acciones) y Fidugan (49 por ciento); Inassa quedó como socio calificado, y como operadora, la empresa Aguas de Barcelona. La misma de la que a mí ahora me llega una factura cada dos meses con un valor muy inferior al que pagaría en mi ciudad natal.

Miré a mi alrededor, volví a Zaragoza, volví a la Expo. Casi me atropella un desfile del Cirque de Soleil. Me emocioné con una amiga de Wall y Yara que desde una de las carrozas nos saludó con sonrisa colorada. Alguna vez bailé con ella, no lo recuerdo bien, era una fiesta de la Universidad con gente sudando en la terraza de la casa y ella era una chica un tanto rara.

Raro es que en aquel pueblo de corruptos, alguien sueñe con hacer teatro profesional.

Me relajé y viajamos por Japón, bailamos en Malasia, tomamos café de Colombia y nos dio envidia la Argentina. Comimos hamburguesas y fuimos a conocer el centro de la ciudad. Al regresar, el clima era perfecto y Esperanza y yo nos subimos al teleférico más largo en el que haya estado jamás. Suspendidos en los aires, redescubriendo el mundo a nuestros pies, entendimos que el de abajo era el Ebro y no el Magdalena y de pronto el vacío se llenó de pasado, presente y futuro confundiéndose sin pelear. Entonces los dolores y el cansancio se derramaron, y los pingüinos fueron nuestros cómplices, en un silencio victorioso que nos mantuvo en el aire, mientras hacíamos el amor.

Cuando Zara Goza, con el Profe Rubén.


No puede haber exposición sin profesor, pensé cuando lo vi y recordé a Rubén Darío Gómez, un profesor que a los 15 años me pedía muy serio, que no dejara de escribir. Murió jugando fútbol en la cancha del colegio por un paro cardíaco a los cuarenta años. Había tanta gente en su entierro en Baranoa, como ahora en el anfiteatro de Expo Zaragoza. La gente ama a quienes les hablan con el corazón y ahí estaba él, con sus 60 años y sus tres décadas de carrera musical. Ahí estaba el compositor, el cantautor, el músico, el actor, el abogado, el político, ahí estaba el Ministro de Turismo de la República de Panamá. El mismísimo Rubén Blades.

La música empezó a sonar, miré a mis lados pero nadie podía bailar, estaban paralizados y emocionados. Entonces el maestro apareció y la clase empezó: –“La ex-señorita no ha decidido qué hacer. En su clase de Geografía, la maestra habla de Turquía mientras que la susodicha, sólo piensa en su desdicha y en su dilema… ay! qué problema…”- No hay mucho que explicar, lo que pasó en ese instante solo se puede cantar, vivir: -“Decisiones, cada día. Alguien pierde, alguien gana ¡Ave María!... Decisiones, todo cuesta. Salgan y hagan sus apuestas, ¡Ciudadanía!”-

Y la ciudadanía salió –aunque hubiese más de un indocumentado- con un mismo grito y bajo una misma bandera de distintos colores, -“Un mismo barrio, Brother”- fue lo único que dijo el man para seguir con su clase de música, de canto, de energía, de alegría de optimismo, de talento, de irreverencia, pero al mismo tiempo de elegancia y empatía.

Rubén no salta ni se acelera, no tiene afán, no lo acompañan bailarinas en tanga ni hace pendejadas en el escenario. El profe Rubén se vacila el concierto fresco como una lechuga, -“con el tumbao que tienen los guapos al caminar”-, está frente a 10mil personas con la misma seguridad con que promueve su país desde el despacho en el Ministerio, con la misma paz que se respira en el patio de su casa. Y en ese patio ahora sí bailábamos todos: Adán García, Juan Pachanga, El tiburón, Paula C, Cipriano Armenteros, Pablo Pueblo, El Camaleón, El padre Antonio y su monaguillo Andrés, Usted y por supuesto Pedrito Navaja y Ligia Elena, quien dejó al trompetista de la vecindad, por quien ahora escribe estas letras.

Todo un privilegio: Blades había pasado 9 años alejado de los escenarios y ahora estábamos ahí, juntos, todos de frente, otra vez catándole a la utopía, olvidándonos de los problemas. Cubanos, Panameños, Peruanos, Dominicanos, Colombianos, Uruguayos, Venezolanos, latinos de todas partes y de todas las edades, inmigrantes todos como Rubén en su momento, ahora jugando a conquistadores, con la música como espada y como escudo sus caras, nuestras caras –“Esas caras orgullosas que sueñan con una Latinoamérica unida, con un mañana de esperanza y libertad”- Con estas se encontró Rubén otra vez, después de casi una década de ausencia y más de 18mil kilómetros de distancia del Caribe, al otro lado del charco, estaban las mismas -“caras de trabajo y de sudor, de gente de carne y hueso que no se venció, de gente trabajando, buscando un nuevo camino, orgullosa de su herencia y de ser latino… de una raza unida la que Bolívar soñó.”-

Hay dos momentos que no olvidaré: Cuando cantó: -“Solo quien tiene hijos entiende que el deber de un padre no acaba jamás, que el amor de padre y madre, no se cansa de entregar, q' deseamos para ustedes, lo q' nunca hemos tenido, q' a pesar de los problemas… familia es familia y cariño es cariño”- y a Ligia Elena, Esperanza, Ricky, Juanca, Wall, Yara, Pedrito Navaja y a todos los demás y no nos dio la gana de evitar las lágrimas.

El segundo momento fue cuando nos llevó Plantación Adentro, -“dentro del follaje y de la espesura, donde todo viaje, lleva la amargura, donde se sabe camará, donde se aprende la verdad. Donde Camilo Manrique falleció, por golpes que daba el mayoral y fue sepultado sin llorar ¡Ja!, una cruz de palo y nada más.”- Ahí nos invitó Rubén a todos, se la dedicó a Colombia, al Macondo de mariposas amarillas donde -“Se murió el indio Camilo por palos que daba el mayoral y donde el médico de turno dijo así: Muerte por causa natural… Claro si después de una tunda e´palo, que te mueras es normal!”-

Casi muerto, después de 48 horas sin dormir, estaba de regreso en un bus a Barcelona para llegar a trabajar. Recordé entonces las palabras de Rubén sobre el carácter y aquella última canción donde dijo: -“Maestra vida camara’a, te da, te quita, te quita y te da… yo te digo la verdad, te da y te quita, te quita y te da…”-

Dos años no son pocos.

128 entradas, 216 comentarios, 281 visitas mensuales y aquí estoy yo, que siempre he preferido lo cualitativo sobre lo cuantitativo. Que nunca le presté atención a una puta clase de estadística y que creo más en Wikipedia que en el DANE, aquí estoy yo, contando maricadas, mentiras, eufemismos, ilusiones, como si lo único importante no fuese contar la vida.

Ya lo he explicado antes, un blog es una estrategia para vengarte de quienes ya no quieren saber más de ti, de quienes te quieren olvidar pero no pueden ni podrán. Es un buen intento por no perder la perspectiva, rearmar el cubo de la vida para volverlo a desarmar cada día, por eso funciona aunque seas tú solo quien publique y tú solo quien lo visite.

Es raro, este rollo de papel higiénico se ha llenado de cosas raras: crónicas, titulares de periódicos, una vaina que no se define entre novela y cuento, una autobiografía, fotos, videos y muchos comentarios de mi mamá que es quién más lo visita.

Un blog sirve para lo que sirve un espejo, para recordarte que eres bello, pero sobre todo, que estás viejo. Y aquí estoy yo, ya me ves, dos años más viejo, dos años más bello, bailando el mismo porro, subiendo otro post.

¿Qué es lo que pasa en Colombia?

En los distintos sitios en los que he trabajado, en plena calle, en un taxi y hasta en alguna reunión de borrachos. Un argentino, una catalana, una italiana, una costarricense y hasta un venezolano me han hecho la misma pregunta y a todos les he contestado que es muy difícil responder, que es una historia muy larga. A todos se las he contado a medias y a todos mal contada.

¿Qué carajo es lo que pasa en Colombia? La distancia nos vuelve ajenos al latir de la calle. La cercanía nos quita perspectiva. No leer el periódico un día puede ser determinante, leerlo continuamente, enloquecedor.

Que implican a general del Ejército en masacre. 01:45 PM EDT 08/19/2008 RefreshQue un cable submarino traería energía de nuestro país al Caribe. Que Marbelle fue amante del hijo de su ex esposo. Que Ingrid apoya una segunda y hasta una tercera reelección. Que un tal Diego Salazar consigue una medalla olímpica. Que el 'escorpión' de René Higuita, fue elegida como la mejor jugada de la historia del fútbol. Que hubo 14 muertes violentas este fin de semana en el Atlántico. Que la para-política sigue gobernando en decenas de municipios del país y la justicia no llega. Que Cerro Matoso duplicará producción de níquel y montará planta térmica. Que el Príncipe Guillermo de Inglaterra participa en detención de presuntos narcotraficantes colombianos. Que Yidis Medina se empelota con la verdad. Qué las autoridades desactivan camión-bomba de las FARC y que el Cine Colombiano no pasa por un boom sino por un bombón bum.

Cómo responder algo si nadie sabe lo que pasa en Colombia y los titulares son tan desconcertantes como divertidos. Si cada día es el capítulo de una serie con drama, acción, suspenso, terror, humor y romance. –“¿Qué es lo que pasa en Colombia?”- me volvieron a preguntar esta noche y yo respondí sin dudarlo. En Colombia es mediodía y en el noticiero debe estar pasando de todo… pero lo más interesante seguro pasa fuera de él, en la cocina, donde Odila, una morena de mi edad que emigró de Ponedera a Barranquilla, debe estar fritando una mojarra, que yo extraño con furor.

Mediodía

Contracción, euforia, gemido y grito fulminante. Lágrima que corre por la cara sin permiso. El alarido retumba en la habitación, en toda la casa y en mi cabeza. Se acerca desnuda y temblorosa, sin poder cerrar las piernas, tambalea y se acuesta a mi lado. Exhala, toma fuerzas y me pregunta: -"Maldito perro infiel, ¿qué quieres que te prepare de comer?"-

En su cabeza

En su cabeza tenía incrustado el deseo, el sexo. Piernas, tetas y culos revoloteando todo el tiempo, chorreados de placer. En su cabeza el tenía avaricia, mucho dinero y ansias de poder. Viajes, lujos y drogas. El tenía sueños y cuentos, los cuadros de Dalí, las poesías de Bukowski y varias películas de Lynch. Un día cualquiera, todo se fue con ella a donde otro. Hoy, en su cabeza sólo está la furia de ella, la de sus caricias, la de sus lágrimas. En su cabeza hoy solo está ella, con sus sonrisas y sus mentiras, con sus caderas morenas y sus piernas entre las piernas de ese artista millonario y mentiroso, sin nada en la cabeza.

Los titulares de Hoy

-"Salvatore Mancuso logró preacuerdo con la Justicia de Estados Unidos."-

-"El 'escorpión' de René Higuita, elegido como la mejor jugada de la historia del fútbol"-

-"Aparece enterrado de cabeza directivo de una 'pirámide' de Popayán.-"

-"Actor que interpretó a 'Batman' fue liberado bajo fianza tras agredir a su mamá y a una hermana.-"

…y mañana por la mañana, más cuentachistes!

Julio 20


Cuando los amigos de uno están en la cárcel, uno tiene todo el derecho de darle la ciudadanía a cantantes extranjeros adorados por mujeres, hombres, gays y bisexuales de distintas edades para qué ellos digan cosas sensatas: "Estoy convencido de que si en algún momento su proyecto tiene argumentos sólidos, podría y debería ser traducido en palabras. En el juego de la democracia hace mucho tiempo ya que la violencia no justifica nada y mucho menos la debilidad de los violentos… Hace mucho tiempo que la violencia ha perdido todo sentido, todo poder y todo encanto de una fuerza revolucionaria. Sólo existe un solo camino futuro: la paz, dicha y escrita en mayúsculas y vivir en ella es un derecho que todos nos merecemos. Todos los ciudadanos tenemos que exigir a los que nos representan el derecho de vivir en paz a cambio de nada. " – Miguel Bosé.

Opinión Pública

La opinión pública es la tendencia o preferencia, real o estimulada, de una sociedad hacia hechos sociales que le reporten interés. Estos son solo un par de ciudadanos colombianos haciendo opinión pública sobre noticias publicadas en el diario "mas importante" del país el pasado 10 de Julio.

PRINCIPEVENCEDOR: -“Ya están montando toda la tramoya para el asesinato de Uribe y achacárselo a la turba comunista enardecida!! Chávez a la Corte Penal Internacional!! Darle refugio, armas y municiones a las FARC es asesinar colombianos!!”-

CARMEN: -“Parece que la luna llena afecta seriamente al PRINCIPEVENDEDOR de chorizos, hoy amaneció mas corrido que de costumbre...”-

PRINCIPEVENCEDOR: -“¿Qué pasa presidente? Si a usted no le importa que ese asesino lo insulte al pueblo colombiano si le importa, insultar al presidente es insultar a Colombia. Ojo! Ese terrorista lo quiere asesinar. Ya está montando la tramoya con el PCV! Financiar a las FARC es asesinar colombianos.”-

CARMEN: -“Alguien que por favor llame urgente a la clínica Monserrate para que recojan al PRINCIPEVENDEDOR de chorizos, que definitivamente se enloqueció.”-


Resistir

Quiero tener más tiempo que dinero, pa besarte, pa escucharte y pa que no te quieras ir. Quiero meter los pies entre la arena y soñar un horizonte, de techo la estratosfera y estas ganas de vivir. Quiero, compartir el próximo Febrero y aprender en cada día, un poquito más de ti. Quiero invitarte a más helados, escuchar la música a tu lado… y perdernos por ahí. Quiero, quererte como quieres y que me quieras como quiero pero entiendo, que el amor es un mierdero, el tiempo un gran agujero y la vida a veces simplemente, consiste en resistir.

Eres


De la samba la alegría, la rabia.
Madrid, Sevilla y Barranquilla.
Mi confianza, mi día y a día y mi fe.
Lo más bonito que en mi vida
existe hoy.

La alegría del Raval, la alegría del mundo

Artículo publicado en MundoHispano

Yoshi Hioki nació en Japón y ha leído muchas veces Azul casi transparente, novela célebre de su compatriota Ryu Murakami. Yoshi lo tiene todo preparado: este viernes 11 de Julio a las 22:00h en el Centre Cívic Drassanes, recorrá junto con una mexicana, una catalana y un marroquí, el mundo a través de los cuentos y la alegría de sus gentes.

Experta en fabricación de tortillas de patatas, abuela de todos, líder natural, siempre dispuesta con su sonrisa, Maite está por estos días, llena de trabajo. Durante toda la semana ha estado pintando un mural en el Casals d'Avis, al tiempo que ensaya para su presentación con la Cercavila de Bastoners, una muestra de la danza más antigua y vigente de la cultura catalana.

Hassif preparó 18 kebabs de ternera, 9 de pollo y 14 mixtos la pasada noche de Sant Joan. Facturó casi 300 euros, lo que se convirtió en su record personal desde que llegó a Barcelona. Hassif espera que el próximo sábado, también sea una noche formidable.

Constance está feliz, acaba de montar con su novio italiano, un bar en el que además de vender exclusivos licores y platos exóticos, se presentarán cortometrajes y pequeñas obras de teatro.

Martín es un caribeño que creció escuchando Guaguancó, Guaracha, Timba y Chachachá pero que el domingo pasado encantó a todos con su violonchelo, tocando junto a 15 músicos más, en una jam session que los asistentes a la Sala Antilla Latin Club, difícilmente olvidarán.

Yoshi, Maite, Hassif, Constance, Martín y muchos otros, no practican la misma religión pero si comparten las mismas calles, andenes y plazas, ubicadas en barrio El Raval de Barcelona.

Y es que, para los que aún no se han dado cuenta, este antiguo lugar de tránsito de marineros, donde la prostitución, los robos y las drogas a finales de los '70 hicieron de las suyas, es hoy un escenario pacífico, plural, multirracial y vertiginosamente creativo. Un lugar con restaurantes, bares, tiendas y los centros culturales más importantes de la ciudad, un sitio lleno de historias en cada esquina, un espacio donde los niños aún juegan a la pelota y los ancianos salen a tomar el sol. Pero sobre todo, un terreno donde todos pueden contar, compartir y soñar en distintos idiomas, con sus propias costumbres.

Esta revolución social, cultural y económica se inició en 1992 con las inversiones, especialmente en infraestructura, que demandó la ciudad para la realización de las olimpiadas y que se consolidó gracias al esfuerzo de las siguientes administraciones, de algunas empresas y el inquebrantable empeño de colectivos y asociaciones culturales que desde las entrañas del barrio creyeron que el cambio era posible. Así, el antiguo Barrio Chino se convirtió en un punto de visita para turistas de todo el mundo y un ejemplar laboratorio de paz y convivencia ciudadana.

Una de estas asociaciones culturales se llama La Trifulca, y fue la que, en 2001, dio vida a La Alegría del Barrio, un proyecto que desde sus inicios ha creído en la música, la celebración, el diálogo y la creación colectiva como herramientas de cohesión social para lograr el mejoramiento de las condiciones de vida de las personas.

Así, la Alegría del Barrio se ha convertido en el sueño de más y más gente que cree en el arte como instrumento de cambio pero sobre todo, en el sueño materializado de Yoshi, Maite, Hassif, Constance, Martín y 20.000 personas más que en los últimos años durante al menos 8 horas seguidas, han colmado la Rambla del Raval para disfrutar de la vida con alegría, bailando músicas de los 5 continentes, reencontrándose en los contrastes de sus sonidos y en las caras de los vecinos, sus semejantes.

De este modo, hoy por hoy, La Alegría del Barrio se ha consolidado como un proyecto valiente, que apuesta por proyectar una visión positiva del barrio, del fenómeno de la inmigración y de la diversidad cultural. Un proyecto dinámico que se enriquece de su propio proceso, que se reinventa y que construye proyectos comunes para disolver prejuicios, traspasar fronteras y fomentar el respeto entre las personas. Es decir, un proyecto que es reflejo de la evolución misma del barrio y la gente que lo vive.

Como resultado de estos avances, La Alegría del Barrio en 2008 se ha convertido en algo más que un concierto intercultural y ha logrado abrir diversos e interesantes espacios que a la larga apuestan por lo mismo, la cohesión social a partir de la creación colectiva, justo en un año declarado como el del diálogo intercultural por el parlamento europeo y en el que paradójicamente se aprueba la dura ley de expulsión de indocumentados, mejor conocida en Latinoamérica como La ley de la vergüenza.

De este modo, “Los monólogos y los cuentos de la alegría”, el lanzamiento del portal www.ravalcultural.com, el espacio de diálogo “Crea y transforma” así como los encuentros de Raval All Stars, son algunas de las nuevas apuestas de La trifulca para hacer de La Alegría del Barrio, un evento maduro y con proyección.

Sin embargo, crecer poco tiene que ver con perder la esencia y es esto lo que pretenden Irene Bosch y Marcelo Rosero, cabezas visibles de La Alegría del Barrio, seguir trabajando con y por la alegría con que nació y gracias a la cual ha sido reconocida la iniciativa. Una alegría que es más que una reacción que se da ante un episodio gratificante y que más bien tiene que ver con una tendencia vital, que se da cuando se aprende a valorar y a dirigir la percepción de manera estable hacia los aspectos positivos de la vida. Es decir, una alegría verdadera y perdurable, un estado de ánimo que posibilita la creación, la evolución, el aprendizaje y la integración. Un sentimiento de pertenencia, de solidaridad y tolerancia que permite el goce y la convivencia, un feeling que hace posible la paz a partir de una identidad construida de manera colectiva.

Esto es y quiere entregar La alegría del barrio, una alegría verdadera, una emoción que supere el barrio, un sentimiento de pertenencia planetaria, de plenitud y de demoledora fuerza vital.

Guayabas en el Mediterraneo

Camino queriendo perderme entre sus calles, sus sonrisas y sus penas. Tomo un bus con destino a lo incierto. Llego. Me siento a leer el proyecto y me enfrento al pánico terrible. Sueño con que el mundo entienda que el arte salva, pero me entierro contra mi propio fracaso. Junto a mí, un cocodrilo de al menos 5 metros posa silencioso para la foto. Frente a mí, tres niños y una niña bombardean la playa con dinamita. En el cielo, un avión se acerca al otro y me siento solo. De pronto, la rubia me apunta la cara con un par de hermosas tetas desnudas como conos de helado.

Alguien vende guayabas y el cocodrilo parece moverse, la rubia pasa muy cerca y sus pezones destilan el aroma del ron con pasas. Todo pasa y yo vuelvo a mi lectura, mientras mi cabeza atraviesa las historias.

Entonces, una vez más, me siento triste y defraudado pero ellos me salvan. Cuatro columnas de sillas los sostienen, su inocencia los fotalece, las dinamitas no los queman ni condenan, el sonido de la pólvora los vuelve grandes, valientes. No tienen miedo a quemarse, aún no les preocupa que lugar ocupar, solo juegan sobre las sillas para desde ahí, ver más grande el océano... y más lejano el horizonte.


Cada día

Esta mañana leí EL ESPECTADOR antes de salir. EL TIEMPO se ha vuelto insoportable. En EL ESPECTADOR solo vi el primer titular: -“Los presidentes deberían tener poder sin límites. Eso piensa el 42,5% de los colombianos.”- Pensé en Chávez, Fidel, Stalin, Hitler y Bush. Me dio dolor de cabeza y entendí que los insoportables son, por lo menos el 42.5% de los colombianos.

Al regresar a casa, 13 horas después, con 10 de trabajo a cuestas, puse la maleta sobre la mesa, saqué mi portátil (que no tiene mucha información valiosa) y el portacomidas vacío. Realmente agotado, sentí como si acabara de llegar de la guerra. Puse entonces Paracol Internacional y ratifiqué asqueado, que la guerra, cada día, está por comenzar.

Mañana de lluvia..

-“Quiero metértela y sacártela sin tener hijos, esa idea me aterra tanto que me da miedo tanto miedo. Quiero pensar más en ti que en mí para volver a enamorarme corriendo el riesgo. Quiero reconocerte y disfrutar de la conversación (antes y después del polvo) Quiero no pensar solo en el polvo y también quiero desear sin miedo, con las vísceras, con la verga. Quiero disfrutar de lo recóndito del sexo en búsqueda de tu orgasmo, quiero dar para darme. Quiero venirme en tu boca y entregarte el corazón. Quiero, al menos esta mañana lluviosa, que me acaricies con las tripas, con el clítoris, con el alma y que nuevamente, hagamos el amor.”-

La sucursal del Caribe.*

*Crónica publicada en www.tribunalatina.com y www.mundohispano.info

Parece mentira pero ya han pasado 40 años desde que en Nueva York se formara ese grupo mítico que cambió la historia musical de los barrios latinoamericanos para siempre. Parece mentira pero ya han pasado 8 años desde que Marcelo y Santiago se encontraron aquel domingo en El Raval para hacer lo que más les gusta: tocar y cantar llenos de melancolía, la música del barrio. No me refiero por supuesto, al barrio barcelonés ni al neoyorkino, si no al de toda la vida. Aquel barrio latinoamericano como tantos otros, donde el hambre y la alegría juegan fútbol en la calle y aprenden a bailar desde temprana edad.

El domingo siguiente cada uno llevó a un amigo y casi instantáneamente, llenos de melancolía, descubrieron el sentimiento que los unía desde las entrañas. Ninguno de los presentes había vivido las protestas por la guerra de Vietnam ni la crisis de los misiles. Ninguno había hecho parte del movimiento hippie y a decir verdad, tampoco habían crecido en los suburbios de una gran ciudad. Ellos nacieron en los 80´s y en la adolescencia gozaban con el rock, el hip hop, el rap, el funk, el jazz y hasta el techno, pero todos tenían algo en común. Compartían en sus recuerdos las voces intactas de Héctor Lavoe, Rubén Blades y Celia Cruz acompañadas por el trombón de Willy Colón y el piano de Richy Ray. Así, disfrutando de la Fania All Star, fue como el domingo se hizo costumbre, la costumbre se hizo fiesta, la fiesta se hizo proyecto y el proyecto realidad.

Hoy, en una de las discotecas más importantes de la ciudad, el tipo de camisa roja, 1.80 de alto, piel blanca como la nieve y los ojos del color del aguacate mira para un lado y para el otro, para el frente y para atrás, no logra entender nada, aunque lo disfruta. Yo me pregunto entonces si habrá perdido algo, o todo. Tal vez perdió el tiempo, el rumbo, su mujer, sus recuerdos, tal vez dinero, tal vez sus barras con sus estrellas, o tal vez, simplemente está perdido, porque nació allí, así, sin ritmo. La chica fea a la que normalmente nadie mira se ha robado el show. La chica guapa a la que normalmente todo el mundo mira ahora pasa inadvertida. Los más jóvenes, los más viejos, los de aquí, los de allá, los que nacieron frente al mar y los que no. El inmigrante y el empresario, el desempleado y el jubilado. Los homosexuales, los negros y los más blancos. Todos intentan aprender mientras remedan a los coreógrafos, tres dominicanos que nunca imaginaron venir a Barcelona para ganarse la vida bailando salsa.


Le pregunto a Marcelo si puedo empezar a tomar fotos, él me responde que puedo hacer lo que quiera, que me sienta como en casa. Atraviesa el grupo de aprendices bailarines sin preocuparse demasiado. Saluda a uno y a otro, no se siente protagonista ni siquiera de esta crónica, me pide prestado el bolígrafo y anota los cinco nombres que le faltaban en un papel arrugado que saca del bolsillo de la chaqueta. Se lo entrega al guardia de la entrada. -“Mis invitados”- le dice mientras le toca el hombro.

Quisiera sentirme en casa. La chica que atiende en la barra es una mulata despampanante, del techo cuelgan hombrecitos morenos con bultos de plátano en sus espaldas y el DJ ha puesto Tania, una de mis preferidas del Joe Arroyo. Sin embargo, algo tiene mi casa que no tiene este lugar. Allá las maracas suenan distinto, acompañadas por cigarras, ranas o pericos. En el Caribe, no hay bailarines que monten coreografías sino rumberos que bailan pa’ dentro, y sudan mas.

Marcelo abraza a Santiago como si no lo hubiese visto hacía meses. Ayuda a probar el sonido y nota lo evidente. Todos están cansados pero felices pensando en lo mismo. El disco que están grabando hace más de 15 días durante 12 horas diarias, los tiene emocionados. Por eso el concierto de esta noche es especial. Darán a conocer la noticia: el primer disco de La Sucursal.

*

Tal vez en otra ciudad no habría pasado lo mismo pero Barcelona es definitivamente escenario de un intenso encuentro multicultural, artístico y cotidiano. Tal vez por eso La Sucursal SA se hizo posible. Una orquesta que se tomó el trabajo de investigar en las raíces del género salsero y de montar un extenso repertorio de clásicos, para luego asumir el reto de crear su propia música. La Sucursal SA. hoy son cuatro colombianos, dos españoles, una chilena, dos venezolanos, un norteamericano y hasta una inglesa dando lo mejor de sí en las tarimas, para que los que se encuentran en la pista aprendan a moverse con ritmo, o simplemente, se reencuentren con lo suyo. Mirándoles la cara de felicidad, me pregunto por los otros, los que han quedado del otro lado del charco con su música, su talento y sus sueños, buscando una oportunidad.

¿Qué hace una doctora en Filosofía Ecológica de la universidad de Londres afinando esas trompetas? ¿Qué hace un español golpeando el bongó y las campanas? ¿Qué hace un gringo probando ese trombón?

Intento encontrar la respuesta en sus ojos mientras preparan los instrumentos, pero tal vez la respuesta esté escondida entre las calles laberínticas del corazón de Barcelona. Entonces miro la discoteca, el grupo de novatos ha abandonado las clases, ya no son 20 sino más de 100 personas las que llenan el recinto y supongo que tal vez las respuestas estén ahí, en la sonrisa de cada uno de ellos.

El camerino es demasiado pequeño para 12 músicos y yo en la mitad. Santiago me explica que La Sucursal para él, es “un sentimiento profundo de sabor, amistad y melancolía”. Fernando, un argentino que no sabe bailar Tango pero toca los teclados de esta orquesta, me explica que “La Sucursal SA es como una gran ensalada, un reflejo de esta ciudad y es sobre todo, su proyecto personal”. Además de poco espacio, hay poco tiempo para entrevistas, así que el ritual empieza: ruedan las sillas y sueltan los instrumentos para poder abrazarse. Entre todos, con sus pies, sus voces, y sus manos, hacen una especie de comunión energética, como si tratara de un equipo de fútbol que sale a ganar el partido.

*

La música empieza y yo estoy muy cerca de ellos, siento temor de que los flashes de mi cámara los desconcentren pero pasa lo presumible, lo inevitable, lo normal. Soy yo quien no me concentro, la música se mete por mis poros y se me pega a los huesos para recordarme de qué estoy hecho. Me pierdo en el recuerdo de esa patria violenta, indignante y extremadamente alegre donde también crecí bailando.

Viendo sus caras durante el concierto, comprendo sin necesidad de largas entrevistas, ¿Qué es La Sucursal SA?


Se trata pues, de un reflejo de esa manera intensa, emotiva y festiva en la que el pueblo latinoamericano logra revelarse contra sus dramas para defender con orgullo lo que son, o mejor, lo que somos: una sociedad diversa y maltratada. Una mezcolanza de músicas africanas, indígenas y europeas. Multiculturalidad, mucho tiempo antes que el término existiese.

No se ha terminado la segunda canción y a mi empieza a darme igual si esta crónica es publicada o no. Mis pies se mueven impulsados por la fuerza del timbal y el recuerdo de las esquinas, los bordillos y los callejones de mi barrio. Me olvido entonces de las fotos, de la maleta y de los apuntes para concentrarme en el placer de estar vivo.


Lo que pasó de ahí en adelante no es fácil de explicar. Es felicidad, pero también añoranza, nostalgia, evocaciones y soledad. La Sucursal SA es la sucursal de lo que somos, de lo que hemos sido y lo que seremos. Se trata de un punto de encuentro y un digno representante del Caribe en Europa.

Frente a mí una pareja de catalanes bailan al ritmo que disfrutan, los profesores dominicanos dan vueltas como trompos y por ahí, por cualquier parte, pasa el tipo de los 1,80 de alto, la camisa roja y los ojos del color del aguacate gozando como un demente. Entonces sospecho que podría ser yo el perdido, bailando solo, con mi cámara colgada en el cuello y mis pensamientos en la demoledora cintura de la mujer que amo, mientras este gringo definitivamente, ha encontrado su lugar.

El llavero de Dalí.

Pensé que pasaría algo más, que sentiría algo más o algo menos. Pensé que sentiría, pero lo único que se produjo fue este vacío que aún me embriaga. Cuando pasó lo que pasó no vi color alguno, ni túnel, ni arcoíris. Simplemente un triste tono negro mate, sin brillo, sin luz, sin nada.

Horas más tarde, lo único que percibía era el sonido absurdo de sus voces hablando de Ronaldinho. Hablaban de la última derrota, del último fracaso. Uno de ellos explicaba que la solución era sacar a todos los viejos y solo jugar con los jóvenes: Bojan, Messi y Giovanni. Sus acentos no eran claros, aunque sí muy familiares, tal vez colombianos, tal vez venezolanos, tal vez cubanos. En todo caso no me extrañaba que los latinoamericanos se dedicaran a este tipo de trabajos.
Uno de los dos, el más gordo, se retiró por un momento mientras el otro me tocaba la frente con su mano cubierta en látex, lo hacía con cierto gesto de ternura que me fastidiaba. Yo estaba desconcertado, por un momento intuí que le importaba a alguien, que había una primera persona que se preocupa por mi estado, pero al poco tiempo mi suposición se desvaneció. El gordo regresó a la escena con un pocillo de café hirviendo que puso sobre mi pecho.

De vivo, uno jamás se imagina una situación similar, sin embargo a mi me embargaba una paz y un alivio enorme, el mismo que sentí algunas horas -o días atrás- cuando dejé caer mis muñecas ensangrentadas en la bañera. En aquel momento, cuando el agua se enrojeció completamente, empezaron a desaparecer por fin, las dos imágenes que tanto me habían perturbado desde mi llegada a España. Primero: la de mi madre cansada de limpiar los baños culeados, cagados, vomitados y meados por primermundistas que visitaban aquel hostal y segundo: la imagen nítida de mi novia, del otro lado del atlántico, chupándosela a aquel imbécil.

El tipo menos gordo continuaba con su estúpido gesto de ternura mientras bostezaba como un bebé. Acto seguido, enterró el bisturí y realizó un perfecto corte desde la tráquea hasta el abdomen. Con sus manos cubiertas por guantes comenzó a tocar y a sacar mis vísceras. Lo primero que extrajo fueron los pulmones, luego el corazón y los intestinos. Cada uno de los órganos los fue depositando en una bolsa negra que estaba en medio de mis piernas. Entonces el gordo entró en acción y con toda su fuerza pero con mucho cuidado retiró mi hígado y mi bazo. Al parecer, yo quedé más flaco que nunca. La yugular fue el canal que le sirvió para aplicarme la formalina en el cerebro y en la cara. Luego puso algodón en la nariz y en la boca. Con unas toallas ya usadas secó la sangre que había quedado dentro de mi cuerpo, esparció más formalina y me rellenó con otros trapos viejos para luego coserme.

Posiblemente, si hubiese sabido que me iba a ver tan feo, lo hubiese pensado una vez más, pero la conclusión seguramente habría sido la misma, la decisión ya había esperado demasiado. Por un instante quise pensar que el alma me volvía al cuerpo cuando me maquillaron, me peinaron y me pusieron ese elegante traje que de vivo nunca pude comprar, pero no fue así, el alma no volvió, nada volvió.

Ya en el ataúd, sentí tristeza por primera vez imaginando mi entierro o mi cremación entre tanta soledad. De pronto, sin entender cómo ni por qué, me encontraba en Los Jardines del Recuerdo, aquel cementerio por donde tantas veces pasé en el transporte escolar. La luz nítida y caliente de las mañanas del Caribe colombiano alumbraban las caras de los presentes. Ahí estaban todos y todas. Tíos, tías, abuelas, abuelos, primos, amigos del colegio, amigos del barrio y hasta mi hermano, con quien dejé de hablarme desde hacía dos años.

Ante la mirada incrédula y llorosa de la mayoría, mi padre traía consigo su promesa: un grupo de músicos locales vestidos de negro que al son de los tambores, me despedían cantando. No sé cómo pero ahí estaba también, la mujer me mas me amó, llevaba peor cara que cuando regresaba del trabajo en el hostal. Al parecer había sacrificado la posibilidad de la residencia española con tal de darme santa sepultura junto a los míos.

Finalmente, ahí estaba ella, sin él, temblando de miedo, con su piel morena, sus gafas oscuras, su cintura perfecta y el llavero de Dalí… que yo le había mandado.

Del autor *


* Publicado en www.revistaquilla.com

El 24 de Febrero de 1984 Alfredo Cohen Arias se fumó a las dos de la madrugada, dos cajetillas completas de Marlboro y se tomó media botella de aguardiente. María Inés Montoya, lloró de alegría como nunca y cambió su vida para siempre.

Yo llegué a este jodido mundo aquella noche, mientras los demás disfrutaban de un viernes de Guacherna, en esa extraña ciudad donde el Río Grande de la Magdalena se encuentra con el Mar Caribe colombiano. Aun no tengo muy claro como lo logré, pero fui muy feliz durante mi niñez. Aprendí a disfrutar de las cosas chicas de la vida; patear un pelota de trapos, comer piñitas con Kola Román, correr como loco luego de pegar chicles en los timbres de las casas y robarme colecheritas en la Olímpica.

Tengo aún menos claro, cómo me gradué del Colegio del Sagrado Corazón perdiendo un promedio de 120 exámenes por año y sin entender hasta hoy, para qué sirve la trigonometría. A pesar de todo, en el 2006 me entregaron el cartón como Comunicador Social y Periodista, en la Universidad del Norte, en donde, al igual que en el colegio, dejé buenos recuerdos y grandes amigos.

Durante los años universitarios trabajé en proyectos sociales, periodísticos y publicitarios. Luego fui a hacer las prácticas profesionales a una productora independiente de Bogotá y regresé a Barranquilla para graduarme y desde ahí producir historias para la tele nacional. Meses más tarde, en un ataque de malparidez cósmica, viaje a Barcelona para hacer el Máster en Documental Creativo de la UAB, donde fui productor del proyecto.

Contrario a lo que muchos imaginan, la vida en el mal llamado primer mundo es bastante complicada. Además de aprender a cocinar, hacer la comprar, pagar servicios, lavar la ropa y la losa, arreglar la casa y sacar la basura me ha tocado repartir publicidad, ser asistente de cocina, administrar un café internet, hacer promociones para un banco a las 6 de la mañana en pleno invierno y hasta vender mis espermatozoides para conseguir euros.

Todo este proceso me permitió crecer en todos los aspectos y me obligó a desarrollar una estrategia para no dejar de hacer lo que me gusta: la comunicación.

Fue entonces, en este sentido que nació mi BLOG, un espacio desde donde mirar el mundo, burlarme de este, empezando por mí. Este BLOG se ha convertido entonces en mi referencia y mi vitrina, pero también en mi válvula de escape y mi reto personal. Después de casi dos años on-line hay más de 125 post de textos, unas 70 fotos, una historia real basada en hechos ficticios y unos cuantos videos.
Ha sido el BLOG el mejor puente para materializar proyectos. Hoy, después de mucho esfuerzo y perseverancia, trabajo freelance para una agencia de publicidad (haciendo marketing alternativo) en una productora de televisión (editando unos videos) para un par de periódicos (escribiendo crónicas) y sin pausa pero sin prisa, en un documental independiente sobre un grupo de árbitros inmigrantes.

Soy sincero y absolutamente arrogante, me cuesta mucho odiar a la gente, soy alegre, optimista y despistado. Creo en los atardeceres del Caribe, en los condones, en el porno y en Youtube. Creo en Dios, en la carne en posta con arroz de coco, en la cumbia, en el porro, en algunos vallenatos y en el Pibe Valderrama, pero dudo muchísimo, que la paz de Colombia esté cerca.

Yo no lo decidí.

-“Bala perdida mata a niña de 5 años en el suroriente de la ciudad”- Publicó el periódico en primera página.

Roberto dejó su barrio en Guayaquil a los 14 años. Siempre fue un chico tranquilo, responsable y con muchos amigos. Su barrio no era un sitio fácil para vivir pero a él, todos lo querían. Vivía con su abuela, los padres se fueron para Barcelona cuando él tenía 11 años. Cuando se reencontraron, las cosas no fueron tan fáciles como todos esperaban. La integración a la escuela con los nuevos compañeros y el nuevo idioma no era un tema sencillo. La convivencia en el piso con otras personas aparte de los padres, tampoco. Roberto se sentía diferente, rechazado y solo, además no tenía el mismo poder adquisitivo de antes. Ya no había remesas.

La relación con sus padres se deterioraba, se había perdido el sentido de autoridad, ellos, después de años de ausencia, querían complacerlo en todo, pero no podían. Un día después de una discusión con su madre, Roberto le dijo llorando: -“Me quiero ir al Ecuador”- a lo que ella muy serenamente respondió: -“Cuando usted trabaje, gane su propio dinero y además, se gradúe del colegio, se puede ir para donde le dé la gana. Muchachito”- En efecto, 4 años más tarde Roberto llegó a Guayaquil con 3000 euros ahorrados. Compró una moto, le regaló ropa a sus familiares, invitó a todos los amigos a comer y a beber, visitó a las prostitutas.
Cuando no sabía que mas hacer, probó la droga y compró una pistola. Entonces, disparó al aire.

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Contra los talabosques
Contra los armaguerras
Contra los cazapatos
Contra los bajanota

Contra los fumigaparques
Contra los rompeozono
Contra los rascacielos
Contra los malavibra

Suena otra canción
Pero no la llamen terrorista
No es que sea antipatriota
Es que trae otro punto de vista

El Peloterito del Barça *

*Crónica publicada en el diario www.tribunalatina.com
Esta empezó siendo una primavera fría para todos. De pronto la luz del sol cayó y las temperaturas bajaron estrepitosamente. Desde aquella cancha de entrenamiento, el Camp Nou lucía toda su imponencia. Estar frente a ese estadio siempre es sobrecogedor, no tanto por su tamaño como por su historia, por lo que significa para esta ciudad y por lo que representa dentro del mundo del fútbol.

Manuel Sánchez sabe bien lo que hace, se le nota en la firmeza de su mirada y la contundencia de sus palabras:

–“¡Flexiona la pierna izquierda!”-
-“¡Ponlas paralelas!”-
“-¡De arriba abajo, de a-rri-ba-a-a-ba-jo!”-
-“¡Cóño Sebastián! Le vuelves a pegar de fly y te vas a darle una vuelta al campo”-
-“¡Coñooo! A dar una vuelta!”-

Wall Sebastián Badillo Ponce -mejor conocido como Sebas- admira profundamente a Deco, Ronaldinho, Messi, Etoo y Henry, igual que sus amigos del cole, pero si pudiera escoger, le gustaría ser como su compatriota colombiano Edgar Rentería. Rentería siempre demostró ser muy malo para el fútbol pero ha sido de los mejores jugadores de las Grandes Ligas de Beisbol de los Estados Unidos desde 1996. Ha participado en varios juegos de las estrellas y ha sido declarado dos veces guante de oro y bate de plata.

Sebas a sus 9 años, con el Camp Nou a pocos metros, tiene claro que su sueño es más americano que europeo y, si pudiera escoger, preferiría el estadio de los Yankees o de los Bravos de Atlanta que el de los Culé. Manuel Sánchez también lo tiene claro, Sebas es el estandarte de su equipo, un primera base, zurdo, ambidiestro en el bate, con buen agarre y buen disparo. Un jugador como él, pocas veces se ve por estos lares, y eso lo convierte en la esperanza de cualquier club.

El profe Sánchez entrena a los Alevines del Barca hace cuatro temporadas. Los Alevines es la categoría más chica en un club de Beisbol, está conformada por niños entre los 5 y los 11 años. Niños para quienes los bates, las manillas y las pelotas son sus juguetes preferidos. Niños amantes de un deporte que a veces, ni sus padres entienden. Niños que siguen siendo niños, divirtiéndose en un juego, niños que se van volviendo hombres con disciplina y rigor, niños que son la esperanza de sus padres, niños, con todo un futuro por delante.

-“Aquí hay dinero, incentivos, pero no hay niños”- Eso me dice Manuel, explicándome que este es un deporte que no termina de consolidarse en España y sigue siendo común ver a cubanos, dominicanos, americanos, panameños o venezolanos entrenando los equipos y –si tienen la nacionalidad- integrando la selección. En Catalunya, el deporte era prácticamente desconocido antes de las Olimpiadas de Barcelona en el 92. En ese momento llegó el boom y apareció un interés inusitado por su práctica, pero nuevamente ha decaído, y hoy por hoy hay que hacer hasta lo imposible por mantener los equipos.

-“Aquí hay dinero, incentivos, pero no hay niños”- La frase revolotea nuevamente en mi cabeza, pienso en las calles de los barrios humildes y en los arenosos parques de Barranquilla, mi ciudad natal, la misma de Sebas y de Edgar Rentería, donde peloteritos de todas las edades juegan beisbol como pueden, con cualquier palo de madera como bate, cualquier bola de trapos como pelota, cualquier Coca Cola de dos litros como premio, pero con la misma ingenuidad propia de la infancia, con la misma ilusión, en sus miradas.

Aunque todos están debidamente uniformados con las gorras y sudaderas azul celeste del Barça, el campo de entrenamiento está lejos de ser un diamante de Béisbol profesional, y además deben compartirlo con las otras categorías. Por fuera de las mallas de seguridad los padres de los pequeños hablan de la jugada del último partido y dan sus predicciones para el próximo encuentro. Las madres, por su parte, con ese amor único y sobrenatural que las caracteriza, están con la mirada puesta en sus pequeños y con los dedos cruzados para que el entrenador, no los vuelva a regañar.

-“Play baaaall”- grita el referee.


Para cuando el grito se oye, ya Sebas está más que preparado. Había llegado dos horas antes, había calentado y escuchado atentamente la charla del técnico. Estaba en el campo, una vez más, cubriendo la primera base, una gran responsabilidad en el juego. Tal vez por eso, diez minutos después, su mirada se perdía en cualquier parte del suelo, aún no había empezado a batear y ya el equipo iba perdiendo 8 carreras a 0.

Wallberto Badillo creció jugando fútbol, es su pasión, su debilidad. El día que su equipo, el Junior de Barranquilla, fue campeón del fútbol colombiano, saltó la seguridad del estadio para llegar al césped y abrazar a los jugadores. Por eso, cuando pudo traer a su pequeño Sebas a Barcelona, después de largos años de espera –tal vez los más duros de su vida-, lo primero que intentó fue vincularlo a un equipo de este deporte.

–“Al parecer tenía el efecto Jet Lag pegado, porque lo probaron días y semanas y no servía… hasta se dormía en los entrenamientos”, recuerda con una sonrisa nostálgica y la mirada encaramada en los recuerdos. Es evidente que le hubiese encantado tener un hijo futbolista, pero no puede ocultar su orgullo al verlo en el diamante.


-“Yo me desanimé un poco, pero no se lo quería transmitir, le dije que buscáramos otro deporte y como ya era socio del Barça, descubrí el Beisbol y pensé que le gustaría. Hace dos años lo llevé por primera vez y ya no me le despego.”- Wall disfruta tanto de su hijo que se ha vuelto asistente del entrenador. Recoge las pelotas, guarda las bases, lleva las estadísticas y está pendiente de que a los chicos no les falten ni bates, ni manillas, ni cascos. No se pierde ningún partido, el club le da uniformes y le hace un pequeño descuento en la mensualidad que paga por el entrenamiento de Sebastián.


-“Somos la leche, con Colacao… con Colacao…
Los del Sant Boi,
Somos demasia’o… somos demasia’o…”-

Tanto los que juegan de titulares como los que cantan en las gradas se ven más grandes y fuertes, pero los Alevines del Barça poco a poco han ido remontando el marcador, el encuentro es cada vez más emocionante.

En las gradas del Barça, la más preocupada por el marcador es Yara, una digna exponente de la belleza del Caribe, una morena de amplia sonrisa que desde hace mas de una década es el estandarte de su propio equipo, de sus dos hombres: Wall y Sebas, su familia. Fue Yara la artífice de todo esto. Junto a ella, hay varias madres aparentemente tensionadas, pero la única que entiende el juego es ella, lo vivió en su casa de Barranquilla, toda la vida.

–“¡Dale duro Papii!”- Gritó involuntariamente al ver que su hijo falló en el primer disparo. En el Caribe, las mujeres tienen la potestad para llamar papi a los hombres que aman, indistintamente si son sus padres, abuelos, hijos, maridos o amantes. Aunque en este caso, puede que Yara los haya confundido, pues su padre en la juventud era tan bueno al bate que muchas veces integró la selección nacional de Colombia.

Sebas conectó una línea de hit y la hinchada –no más de 15 personas- saltaron y gritaron de la emoción, lo incitaron a correr y el chico voló, como si hubiera cometido la peor de sus travesuras. Se embasó en segunda. Acto seguido, Jordi, su mejor amigo, estampó un batazo que cortó la leche de sus adversarios, con Colacao y todos sus aditivos. El partido se vuelve intenso y parejo, con jugadas emocionantes de parte y parte y un marcador que solo se distancia por dos carreras a favor del Sant Boi.


Al llegar a la última entrada, después de varios turnos fallados por sus compañeros, Sebas se prepara nuevamente para batear. Las manos le sudan, las piernas le tiemblan, intento tomarle una foto pero temo que la pelota le pegue a mi cámara, él en cambio lo único que teme, es no conectarla. Rastrilla el suelo con la zapatilla como si quisiera hacer contacto con su abuelo, la pelota se acerca a toda velocidad y Sebas la golpea como los dioses.

Yo perdí una foto y gané una emoción. Paul, que estaba en tercera base, llega a Home y Sebas ya corre por segunda, sigue hasta tercera. El entrenador, desde afuera, con su voz grave le dice que se quede allí, pero Sebas no le hace caso y con un zambullidlo en la arena, se roba el home. Wall y Yara saltan al mismo tiempo, mi cámara casi se parte en pedazos contra el suelo, todos celebran, el entrenador lo regaña por desobediente, Sebas llora con fuerzas, con rabia, con ganas, pero también con alegría… y satisfacción.

Los Latinos Justicieros *

* Crónica publicada en el periódico www.mundohispano.info

Héctor Fabio Molina Gutiérrez tiene cincuenta años, tres hijos, tres nietos y una hipoteca que supuestamente terminaría de pagar en el 2030. Le han puteado la madre más de cinco mil veces, pero a él no le importa, entre otras cosas, porque su mamá está muerta. Freddy Bustos nació hace 28 años, es Periodista y hace cuatro años trabaja de lunes a viernes en un mercado de frutas. José Colcha habla con su mujer y sus hijos dos veces a la semana, los miércoles y los domingos. Gana 1200 euros con sus dos trabajos y envía la mitad para su familia. Jorge Obando trabajó desde muy joven, llegó a ser escolta del presidente de Ecuador hace 8 años, ahora es un ferviente cristiano, un buen obrero y el presidente de la asociación CAFILAREC. María Hinojosa trabaja como cajera en un supermercado, toda la vida sintió pasión por el fútbol. Desde chiquita prefirió jugar a la pelota con los varones que con las ollitas y muñecas de sus amigas. Milton Quiroga no conoció ni a su madre ni a su padre, vive en un piso con tres habitaciones, un baño y 6 personas.


Héctor nació en Colombia, Freddy y María en Bolivia, José en Ecuador, Milton en Perú, todos esperan a Jorge, en la puerta de un locutorio frente a la estación del metro Navas, sobre la Avenida Meridiana de Barcelona.


Jorge acaba de salir del metro tosiendo como un perro. El invierno debería terminar en estos días pero las bajas temperaturas se mantienen y no le han permitido recuperarse de los continuos resfriados. Hoy, como cada día de las últimas dos semanas llegó a la construcción a las 8am y antes de las 9am ya se encontraba en el octavo piso. Parado sobre el mismo frío, sucio y enclenque andamio de aluminio, estaba empañetando la fachada de un edificio, junto con su único compañero de trabajo, un ecuatoriano indocumentado. Héctor, Freddy, José, María, Milton y los demás lo esperan para recibir su pago, todos están impacientes, cansados, muertos de frío y de nostalgias. Hablan sobre los platos típicos de sus países y bromean sobre el significado de las palabras en cada región. Jorge los saluda sin muchos ánimos y vuelve a toser.


Al entrar al locutorio, pasan una puerta que dice: -“prohibido el paso”- y siguen el corredor que conocen de memoria hasta el sótano. Las 24 sillas están ordenadas y el tablero de acrílico tiene pintada la cancha de fútbol con los mismos tachones que dejó la explicación del viernes pasado. Jorge se disculpa por la tardanza y advierte que la reunión de este día solo durará una hora porque se siente muy enfermo.


Como en un ritual que conocen a la perfección, cada uno explica las jugadas más complicadas de la fecha anterior y reconocen las dudas que no pudieron expresar en la mitad del encuentro.
–“Es que aquí, al igual que en el periodismo, toca ser objetivo, tener la cabeza fría, mucha capacidad de análisis y de respuesta rápida”- Me dice Freddy, mirándome a los ojos a través de sus lentes. Pareciera que me descubriese. Pienso en la cantidad de veces que soy indeciso en mi vida, que me cuesta tener cabeza fría y resolverme en una dirección sin preguntarme una y otra vez que me habría deparado el otro camino. Freddy lo tiene claro, al menos en el arbitraje no hay tiempo que perder, no hay consejos que pedir, se trata de tomar decisiones, de correr riesgos en cada momento, aún con la certeza de que siempre habrá un inconforme. A la larga, ha entendido que los errores, hacen parte del juego.



Jorge explica las nuevas actividades de la asociación, la posibilidad de pitar un nuevo torneo en Sabadell y la intención de un empresario de llevarlos hasta Madrid. Expone las razones del atraso en el pago de algunos partidos. –“Los empresarios son así, quisiera decirles otra cosa pero no puedo. Me dijeron que me pagarían esta semana y no lo han hecho. ¿Yo qué puedo hacer? Decirles que no pitaremos un partido más para ellos hasta entonces… pero todos necesitamos la plata, aunque sea tarde.”-

Finalmente saca de su bolsillo un fajo de billetes bien doblado y empieza a llamar al frente a cada uno para entregarles un promedio de 25 euros. A las 1030pm todos se suben juntos al metro, cansados pero felices, a dormir un poco para aguantar esta nueva jornada laboral.


***

José Colcha en Ecuador era diseñador de interiores y hace 6 años es albañil en Barcelona. La semana pasada, muerto del susto, se enfrentó a su primer partido. Recuerda que las manos le temblaban al agarrar el balón por primera vez y no fue capaz de sacar ni una tarjeta amarilla. Este sábado, tan solo 8 días después de su debut, tendrá que pitar tres encuentros.


Esta misma mañana, en otro punto de la ciudad, Milton envió 400 euros para que le celebraran el cumpleaños a su nieto. Quiere ver en las fotos piñatas, sorpresas, regalos, ponqués, payasos y todo lo que no pudo darle a sus hijos. Por otra parte, María tiene cara de aburrimiento, preferiría estar pitando partidos de fútbol, que hacer el turno de la mañana, este fin de semana en el supermercado.


La bandera de Bolivia se mueve con el viento, algunos niños halan con curiosidad el pasto artificial. Los adultos se reparten entre las cervezas, la música y el asado de los chorizos. La barra del otro equipo empieza a animar. Frente a los bolivianos, los argentinos cantan coros como si se tratara de las eliminatorias al mundial de Suráfrica. Ambos arqueros llegan con paso lento por sus pesados cuerpos hasta sus respectivas porterías, los capitanes de cada equipo estrechan la mano al árbitro central: Héctor Fabio Molina Gutiérrez, alias El Parce.



El Parce vive hace 8 años en Barcelona, pero asegura que no ha pedido la ciudadanía porque no le interesa ser español. Desde el año 88 ha pitado partidos de fútbol aunque en Colombia durante 27 años se desempeñó como zapatero. Durante el primer año en España trabajó 14 horas diarias en un restaurante y desde después de eso, descubrió según él, el placer de la construcción. Recién llegado a Barcelona, buscó trabajo en zapaterías, pero las opciones fueron pocas y sin papeles de trabajo, era prácticamente imposible. También buscó trabajo como árbitro de fútbol en la liga catalana, lo cual recuerda entre risas: –“Yo tenía 41 años y me dijeron que ya no podía, que el límite de edad eran 40. Tres años más tarde, un amigo me contó que habían ampliado ese margen, entonces volví a las oficinas y me dijeron que lo habían subido hasta los 43, pero ya yo tenía 44… Entonces les pregunté: ¿y no será que lo pueden ampliar de una sola vez hasta 60, es que a mí me queda muy fregado sentarme a esperarlos sin envejecer.”-


***
Muchas veces había ido a ver fútbol pero muy pocas veces le había prestado tanta atención al árbitro. Por primera vez en mi vida le recé al cielo para que no se equivocara. Me embargó un sentimiento espontáneo de solidaridad. Tenía frente a mí a un ser humano, a un tipo dispuesto a aguantar todo tipo de groserías, a un trabajador insaciable que sacrifica el descanso del domingo para enviar unos euros adicionales a su familia en la distancia. La hinchada, cuando no lo puteaba, lo ignoraba. Para unos lo estaba haciendo mal, para los otros también. Me pregunté ¿Quién podría felicitarlo al final del encuentro? ¿Quién lo abrazaría durante un gol? ¿Quién, al menos, compartiría con él la emoción de no haberse equivocado demasiado?
Pensé en la posibilidad de que al menos alguien le reconociera la valentía de sancionar al saboteador y de castigar al tramposo. Pensé en la paradoja de ser un inmigrante que reparte justicia, cuando su realidad es tan injusta.


Vi entonces un jugador jadeando agotado y luego vi a José Colcha, el árbitro de turno, pitando su sexto encuentro del fin de semana, con las manos raspadas por la cal y el cemento de la construcción, con el alma agrietada por la soledad del desarraigo, pero sobre todo, vi un juez con las botas puestas, sin temor, sacando su primera tarjeta roja, corriendo el riesgo de ser apaleado por los jugadores y la hinchada furibunda, pero convencido de estar haciendo lo correcto.
En este punto, entiendo entonces porque Héctor, Freddy, José, María, Milton, Jorge y todos los demás se sienten tan exitosos y triunfadores. Porque aunque nadie los aplauda y todos los critiquen, ellos son la autoridad. Tienen al menos por algunos minutos la potestad, la capacidad de decidir y de obligar, la posibilidad de repartir justicia, de sentirse importantes. Ellos, sin tener muchos euros en la cuenta, ni los papeles en regla, son capaces de detener la carrera del veloz atacante, con un simple movimiento de su mano. Ellos deciden cuándo detener el partido y cómo y dónde reanudarlo. Entiendo entonces, por fin, qué es lo que hago mirando a este tipo que casi nadie mira, este que corre tras el balón sin tocarlo. Entiendo que esta crónica podría contribuir con la justicia. Entiendo entonces que la justicia depende más del sentido común de quien la aplica, que de simples leyes escritas en un papel.




Entonces Jorge mira el reloj, yo me pregunto cuánto faltará y por primera vez me preocupo por adivinar cómo terminará el partido. De pronto, vienen a mi mente las palabras de Freddy Bustos la noche del viernes: -“Lo más bonito del fútbol es que como en la vida misma, no se sabe que va a pasar, hasta el último segundo.”-

Nuesto Tele

Lo miro de reojo, como si no quisiera verlo. Él permanece ahí, silencioso, inmutable, frío, estoico, en su penumbra. Lo miro y guardo distancia, también miro los libros, la ventana, el computador, busco en la luna posibilidades distintas, sueño con ganar la batalla o con al menos no perder al guerra, pero finalmente la pierdo, lo prendo. Me habla entonces de lo mismo, de los mismos, de Chávez, Uribe y Correa, de Reyes, Obama, Clinton, de Bush y la frontera.

Y el libro cerrado me hace una mofa, la hoja de Word permanece en blanco, la luna tiende a desaparecer y aparte de la brisa fría de la noche, lo único que me queda, es la impresión segura de que en cualquier momento un misil caerá sobre mi cabeza.

No es por eso que me voy de este hermoso país de mierda. Me voy por la posibilidad, por el reto, por Barce, por Paris, por las historias, por ella y sobretodo por mí. Me voy porque las masacres me duelen pero viéndolas de cerca me frustro aún más. Me voy a marchar, marchándome, en medio del egoísmo, la cobardía, el dolor y la convicción.

Me voy para prenderlo desde allá y morirme de ansiedad y zozobra, por lo que no deja de pasar aquí.