No es cribo

Las excusas pueden ser infintas, la vergüenza es una sola. El compromiso conmigo mismo, la culpa solo mía. Tiendo a justificarme, como todos, tiendo a ignorar que me afecta, pero siempre logro perdonarme. Escribir fue (¿es?) una necesidad vital, por momentos el mejor aliado para el despecho, la desidia, el aburrimiento. Muchas veces escribir ha sido un antítido, una válbula de escape, una posibilidad, otras veces simplemente, el plan mas barato de la noche. En contadas ocasiones, escribir ha sido motivo de orgullo y reconocimiento. Las palabras de aliento y los comentarios favorables de amigos y familiares nunca son suficientes, aunque el maldito ego, siempre los agradece. Sentirme contento con lo que escribo es un problema complicado de solucionar. No se si queiro ser escritor, no logro ser una prendiz decidido, convencio. No leo lo suficiente (¿será que alguien lo hará?) en cualquier caso, leo muy poco a los grandes maestros. Tampoco tengo demasiado claro quiénes son y quiénes pueden llegar a serlo. Mis viajes en metro los acompañan libros de bolsillo -los mas baratos del FNAC- casi siempre de un escritor latinoamericano que no ha logrado ser maestro de nadie. A veces y lo que es peor, demasiadas veces, se me resbalan errores ortográficos y como si fuera poco, mi entendimiento sobre lenguas diferentes a la materna es lamentable. ¿Que para qué escribo? Me gustaba decir que para masacrar fantasmas y homenajear procesos, pero sospecho mentiras otra vez en mi enunciado y en todo este texto. Tal vez escribo para mentir sin cuestionármelo. Tal vez escribo, simplemente para huir, sobre todo, de mi, en esos momentos, durante este pequeño instante, que se acaba de esfumar.