De matasuegras y triquitraques.

Sonaban totes, matasuegras y triquitraques en la calle, habían también castillos de luces multicolores y las inofensivas chispitas mariposa por todos lados. 


Mi mamá le apagaba el televisor y el aire acondicionado a mi papá que permanecía inmóvil con la curva de la felicidad al descubierto. 


Isabel, una mujer a quien le hice la vida imposible pero de quien no recuerdo el rostro, colocaba las galletas de manera elegante para que las empleadas y patronas de los otros apartamentos no nos dijeran líchigos. 


Una vez en la recepción del edificio, los vecinos mostraban su más dulce e hipócrita sonrisa para rezar unas poesías que no se sabían y hartase de dulces hasta rozar la hiperglucemia. Los niños y niñas hacíamos lo que los adultos nos pidieran durante esos eternos minutos para luego poder estar fuera de casa hasta tarde, pecando con la mano peluda, la botella o el escondite americano.


Después de 9 días oliendo pólvora, rezando, comiendo, jugando y jodiendo, llegaba la esperada noche de navidad. 


El árbol de la casa de mi abuela era un sintético pino verde  bañado de bolitas de poliestireno expandido, mejor conocido en aquel lugar del mundo como Icopor, por las siglas de la Industria Colombiana de Porosos. Aquellas diminutas pepas que nos llevábamos a la boca y luego escupíamos sin ningún sentido, intentaban simular una nieve que por más loco que se vuelva el clima, jamás tocará el suelo del Caribe colombiano. Ahí, sobre las raíces plásticas de aquel electrificado árbol, yacían cajas y sobres de todos los tamaños, forrados en papeles coloridos y con diminutas tarjetas marcadas con el corazón: De Marinés para Mamaciá, De tío Yoyo para Julito, decían alguna de ellas. 


La música de la fiesta fluctuaba entre dos generaciones. Por un lado Lucho Bermúdez, Pacho Galán, Celia Cruz y cuando se ponían pesados hasta Los Panchos, mientras por otro lado estaba el combo de La Lambada, el Joe Arroyo, los Hermanos Rosario y el General. No obstante, justo antes de las 12 de la noche, aquel moderno equipo de sonido con tocadiscos de aguja y doble casetera, se apagaría para que al son de los villancicos, entrara triunfante Mamánuela. Tita Mery, mi abuela, -la misma que hoy me manda mensajes por Facebook- llegaba con su gorro rojo, su larga barba blanca y una almohada doblada bajo la chaqueta. Entonces, haciendo un esfuerzo se sentaba al pie del árbol, le daba gracias a Dios, se zampaba un trago de aguardiente y nos lanzaba regalos, entre gritos y aplausos...


Hoy, tantos años después, no hay pólvora ni Lambada, ni niño Dios ni novena, ni vacaciones ni pesebre, sin embargo prometo que no faltarán ni el Joe ni los agradecimientos y que me zamparé un trago o tal vez dos, por los que están y los que no, por la familia con la que nací y por la que yo mismo he ido formando, por aquellos sueños de niño y tantos recuerdos, de amor infinto.


A ustedes y a vosotros, a los de hoy y a los de siempre, feliz, feliz, feliz Navidad!

El Justiciero



Jorge le ha dedicado días, meses, años a su sueño y ha logrado mantenerse en pie, lográndolo y reinventándolo en cada momento. Yo dediqué varias horas con mi amigo Ray a hacer este video de un minuto. Nunca he ganado ningún concurso, pero pensé que este valía la pena intentarlo. Si te gustó el video y tu también quieres donar un minuto de tu tiempo a la causa, entra aquí, busca el video de Jorge y regálale un voto a este héroe. Para mas info sobre esta historia, aquí.

Buritaca 200, una familia musical en construcción.


-"Comentar recitales de música es difícil como ejercicio de redacción porque se suelen reiterar los adjetivos"- Me dijo un investigador, columnista, músico y productor de televisión con mucha experiencia en la materia.

Buritaca 200 es una banda musical, alimentada por el vídeo, el teatro y la danza. Es el deseo colectivo de mantener viva una costumbre, un origen, una expresión y un sentimiento hacia una música que ha existido durante siglos en Colombia. Comenzó, entonces, como una agrupación-taller dedicada a estudiar la tradición oral y musical del Caribe colombiano, una manera de ser que encuentra una respuesta siempre alegre, fiestera y esperanzadora a sus realidades, a sus problemáticas y a sus vidas.

Los integrantes de Buritaca 200 son en su mayoría, colombianos residentes en Barcelona. Mujeres y hombres provenientes de disciplinas tan distintas como el rock, el rap y el jazz pero que han iniciado por medio del tambor, un viaje hacia el folklore afro-colombiano. Un viaje en el que no solo han aprendido sobre música sino sobre ellos mismos, sobre lo que son.

-"Colombia es una dicotomía"- asegura Paola, -cantante de la banda- y hablando con los demás integrantes, entiendes que esta gente no niega la difícil realidad de su pueblo y que sus canciones están llenas de crítica y sensibilidad, pero que por encima de eso, Buritaca es una propuesta alegre, más que un intento por reivindicar los sonidos de sus ancestros, es un empeño por descubrir en ellos, una manera propia de expresar sus vidas hoy. Así, sin banderas ni escudos, sus canciones reflejan las preocupaciones por la situación económica y ecológica mundial, pero también sus paseos por el Raval, sus vidas como inmigrantes, sus recuerdos, sus anhelos y sus nuevas percepciones sobre sus propias identidades.

Buritaca me permitió entrar a su espacio, un ensayadero donde se montan las piezas musicales. La primera sensación al estar ahí ha sido la de visitar una escuela, un taller donde se aprende, donde se construye, pero sobre todo donde se comparte. -"Bienvenido, esta es tu casa"- me dijo Jose. 

"¿Cómo no sentirme en casa?" -me pregunté yo, si al entrar me encuentro con una gaita y un tambor, unas maracas, muchas sonrisas, un derroche de energía positiva y una botella de ron en una esquina. Escucharlos ensayar fue reconocer el vacile efectivo con el que yo también crecí, se trata de música popular y moderna, de historias campesinas tradicionales, pero también de sueños, de amor, de la rabia, las frustraciones y la velocidad cotidiana de Barcelona. Compartir unas horas con ellos fue entender que Buritaca es cumbia, fandango, bullerengue, mapalé, porro y champeta, pero también es hip hop, rap, reggae, salsa y rock and roll, una de esas fusiones que no deberían clasificarse ni siquiera como fusión. Una evidencia de que Totó la Momposina, Petrona Martínez, Lucho Bermúdez y el Joe Arroyo, tienen mucho que ver con Calle 13, Rubén Blades, Café Tacuba y Santana.

De repente alguien se equivoca, todos se dan cuenta pero nadie se molesta, la comunicación se corta por un instante. Hay un concierto al día siguiente y quieren que todo esté perfecto, se ponen un tanto nerviosos y se toman un trago de ron, me ofrecen uno a mi y no me queda otra, tengo que ser solidario con la causa.

El bar se ha quedado pequeño, muy pequeño, la convocatoria ha sido todo un éxito. Imágenes del caribe colombiano se mezclan con las del resto del mundo. Las luces empiezan a bailar dándole la bienvenida a la banda y los cueros del tambor llaman a la seducción entre los presentes. Las caderas de las mujeres europeas no se resisten al poder sublime de la gaita y yo siento en la voz de esta banda, la de mi familia, la de la tierra, la de la casa.

-"Cuando vine de mi tierra ninguna gracia tenía... me vine a ver si cambiaba tristeza por alegría. Dejame ver, detrás de la puerta, dejame ver, qué hay al otro lao?"- dice la primera canción.

-"Comentar recitales de música es difícil como ejercicio de redacción porque se suelen reiterar los adjetivos"- recuerdo aquella frase pero no me importa pecar, -"No pienses, ven a bailá, Si sientes vamo a gozá"- me dijo Buritaca y yo obedecí. 

Y es que es difícil, muy difícil, escribir correctamente cuando las piernas se mueven solas y el corazón palpita con tanta fuerza, cuando ves la tambora sudando y sientes el pregón rodar por tus venas. Es que es difícil, muy difícil ser objetivos cuando la piel se eriza, el alma  se alborota y se te olvida hasta la crisis económica. 

Ahí ya no puedes pensar en los adjetivos calificativos, los explicativos o los determinantes, solo en la brisa de la playa, en la cara de la luna y en esa canción que ahora te dice: -"Derrámate en el alma de la gente a la que amas, Y en la memoria de mi pueblo que te canta, Eres magia, fuego universal... Deja que te arrastre broder, Que el amor es bailar..."-

http://www.myspace.com/buritaca

Siempre nos quedará París



Todo aquel que no ha estado en París, se la puede imaginar. Mil veces contada, fotografiada, dibujada. Imposible no tener una idea de la ciudad luz, aunque sea efímera, aunque sea fugaz, aunque sea mentira.

París ha sido millones de veces habitada, visitada, caminada, vivida y ahora era yo quien estaba ahí, bajándome en el Charles de Gaulle, un imponente lugar de paso con vuelos directos a todo el planeta. Ahí estaba yo, sujeto a un maletín con poca ropa, a una mochila Wayúu con dos cámaras, y a la mano de ella, mi Esperanza.

Bandas trasportadoras me llevaron al carril del RER –los ferrocarriles de la ciudad- y desde ahí, a pesar de la neblina, imaginé miles de historias a través de la ventana antes de llegar a mi destino.

Una vez fuera de la estación Mercadet-Poissoinièrs sentí el frío penetrante en los huesos y una lluvia pendeja que junto al tráfico cotidiano me hizo sentir en Bogotá. Sin embargo había algo distinto entre la capital colombiana y París: esta ciudad estaba llena negros. No se trataba de mestizos, ni de mulatos, si no de verdaderos negros y negras de sangre africana. Eran abuelos, mujeres, hombres y niños de labios gruesos, músculos firmes y pelo apretado hablando francés, entonces mi mente se deslizó atravesando cordilleras para situarse en el pacífico colombiano y reconfirmar lleno tristeza que después de tanto sufrimiento, al menos estos parecen haber conseguido nuevas opciones.

Luego de atravesar varias calles enchumbadas por la incesante lluvia encontramos el hostal que había reservado semanas antes. Cuando la puerta de colores vivos se abrió, la recepcionista nos sonrió y mi novia, con su elegante pero poco practicado francés se dispuso a pedir la habitación. Luego de intercambiar palabras que no entendí me insinuó que nos dispusiéramos a pagar y yo con mi poco elegante pero muy practicado español, respondí: -“Nojoda! Que paguemos todas las noches sin ver la habitación? ¿Y si es una mierda y nos toca comérnosla con palitos?”-
-“Pues nos la comemos”- respondió, -“o tu vas a salir ahora a buscar hostal con esta lluvia?”- Miré por la ventana, eran las 3 de la tarde y no había sol, -“bienvenido a París”- pensé sin decir nada. De pronto, la chica recepcionista desenvolvió nuevamente su sonrisa y dijo en un castellano con claro acento catalán: -“no hay problema chicos, podéis irme pagando cada noche…”-


-“Sagrado Corazón de Jesús…”- decía el Hermano Ángel cada mañana en el patio del colegio. No era hermano de nadie y mucho menos un ángel pero todos nosotros, mas de mil jóvenes uniformados contestábamos al unísono y con el puño derecho en el pecho: -“en-voz-con-fío”- como si nos preparáramos para una nueva guerra santa.

Ahora eran esas imágenes las que desfilaban por mi mente mientras me abrigaba la cúpula de la Basílica del Sacré-Cœur, construida entre 1875 y 1914. –“esto es un museo, pero temático”- afirmo Jess. –“Es arte y es roca, Dios tiene que ser otra cosa”- afirme yo y salimos a ver París desde lo alto de la colina Montmartre, donde está ubicado el templo.

***

Perderse en París puede no ser tan divertido como en otras ciudades europeas. Puede llevarte a sitios aburridos, hostiles y peligrosos. Metros viejos y repletos de gente que no habla, restaurantes con sillas pequeñas y previsiblemente incómodas donde el café más pequeño vale 11.700 pesos colombianos. Rincones oscuros con caras tristes y ratas gordas que se enfrentaban con la ciudad idílica preconcebida. ¿Qué si me sentí bien el primer día en París? –Claro! no solo destruí algunos paradigmas, además conocí la archifamosa Torre Eiffel.


Desde lejos y entre las brumas se asomó como un espejismo, como mentira. No es fácil de describir aquella belleza rústica: a veces tan pesada y a veces tan ligera. Frente a ella, entiendes por qué los artistas de la época la calificaban como un monstruo de hierro y le crees a Wikipedia cuando te dice que en 2007 fue el monumento del mundo más concurrido, con 6.893.000 visitas. Ya bajo su falda, me preguntaba cómo narrarla de manera distinta o al menos propia, cómo fotografiarla, como registrarla a mi modo, aunque ya se hubiese abordado cientos de millones de veces. ¿Cómo dejar constancia de que ahí estuve? como si eso a alguien, realmente le importara.
Justo en ese momento y en ese lugar donde tantos se han jurado amor eterno, Jess me mandó, -como dirían en España- ¡a tomar por culo! Pues justo cuando se iluminó completamente –efecto que dura cinco minutos cada hora- me concentré más en la torre y mis imágenes que en ella y su mirada…

Esperamos entonces, una hora para volver a ver las luces disfrutando, como normalmente lo hacen ahí los humanos… solamente del amor.

***

Amaneció sábado.
Todos pensarán que está prohibido perder tiempo si solo tienes cuatro días en París. Yo pienso que dormir abrazado a la mujer que amas en París, nunca es perder el tiempo.

Comimos el romántico plato de espaguetis congelados gracias al microondas del hostal, con el ineludible objetivo de cuidar las finanzas, luego sí, salimos a recorrer la ciudad.

El pulpo de mil tentáculos que recorre el subsuelo nos dejó en la pequeña isla de la Cité, que está rodeada por las aguas del río Sena. Una vez en aquel hermoso lugar, caminamos por la rivera y disfrutamos de la plaza con palomas frente a Notre Dame que me recordó a su tocaya cachaca, Nuestra Señora de Lourdes.


Entonces, ahora sí, la París que vivía compaginaba más que nunca con la París soñada y Esperanza y yo nos perdimos entre calles repletas de galerías de arte y niños jugando fútbol para camuflarnos entre nuestros propios besos, sonrisas y esa placentera sensación de que todo es posible. Luego caminamos hasta los jardines de Luxemburgo pero ya habían cerrado, así que más tarde, nos encontrábamos frente a la imponente alcaldía y entramos al Palais Royal, un lugar de un silencio y una belleza sobrecogedora. Decidí no pensar en cómo fue construido y cuánta ambición se necesitó para hacerlo. Quise olvidarme de cuanto poder y cuanto sacrificio intentaban ocultar aquellas piedras perfectamente pulidas e iluminadas y me consagré al momento, a la compañía, a la vida. Lo diré rápido, pero lo disfruté al máximo, volando en nubes imaginarias, flotando en la dicha del momento atravesé el Musée du Louvre, -por la superficie, por supuesto- el museo más visitado del mundo que contiene alrededor de 300.000 piezas, de las que solo 35.000 están expuestas. Así, después de caminar los Jardins des Tuileries recorrimos, durante una hora, la Avenue des Champs-Élysées para confirmar lo que ya había advertido Jess: que no tiene nada que envidiarle al Passeig de Gràcia de Barcelona. Al final, frente al Arc de Triomphe, nos comimos un extraño crêpe de chocolate con banano y coco –cualquier parecido con la búsqueda de los sabores del trópico, es pura coincidencia-.


Como si el día fuese infinito, terminamos en un bonito bar con pantalla gigante que proyectaba clásicos del cine francés, junto a una catalana y tres cachacos hablando de todo un poco y tomando cerveza.
Que se me cayera el barril de birra encima no solo motivó los aplausos de todos los presentes sino que evidenció el cansancio. A las 3 de la mañana, Zoraya, la prima de Jess y quien nos había llevado al bar, nos acompañó a tomar el bus que nos regresó Le montclair montmarte hostel donde el nuevo recepcionista tenía una pulsera sospechosa en la muñeca izquierda, y un acento paisa en el francés que lo delataba.
-París no es de nadie”- pensé mientras subía las escaleras de madera hasta la habitación 509.

***

El domingo, cuando mejoró el clima definitivamente y cuando concluí que la capital francesa es un lugar para visitar mil veces pero en el que no quisiera vivir, entramos al Pompidou. Más que museo, se trata de un centro de la cultura contemporánea, una obra de arte en sí misma, una trasgresión de hace más de 30 años a todo concepto previo de arquitectura, un sueño realizado por sus jóvenes creativos y un espectáculo lúdico por recorrer.


Tres horas más tarde, con muchas obras aún por ver y disfrutar, salimos para escuchar a tres italianos que en el medio de la plaza tocaban con una guitarra, un darbuka y un violín, canciones de distintos idiomas y ahí los dos, como hace un año cuando nos conocimos, unimos nuestras manos, nuestros cuerpos y bailamos, juntos, muy juntitos, una triste canción tradicional cubana, mientras París se dedicaba a contemplarnos.

Volver a la Torre Eiffiel era justo y necesario. Ya no era un encuentro cauteloso y prevenido, tímido o deslumbrante. El de ahora, era un encuentro frentero, decidido, con el cielo despejado para subir por medio de un beso al último piso, 330 metros más lejos del suelo y de la realidad. Ver la vida desde la cima de la Torre Eiffel, es ver la vida corriendo aún más rápido y el corazón latiendo más lento. Desde ahí, la felicidad vuelve a parecerse a esa mariposa tras la que corres todo el tiempo y que solo se posa sobre tu hombro por un instante, cuando te quedas quieto.


Desde la cima de esa torre podrías sentirte muy grande o muy chico, el Leonardo di Caprio del Titanic o el turista número 6.893.001. Yo no sentí ni lo uno ni lo otro, sentí que París no es ni la última ni la primera ciudad del planeta, ni el lugar más romántico, ni el más bello, ni el más triste ni el más feo, sentí que París no era ni blanco ni negro, sentí que tiene tantos colores como los de sus luces desde lo alto y tantas posibilidades de ser contada como tantas vivencias de sus habitantes. Que el romanticismo se resiste en los ojos de quien respetas, cuidas y toleras mientras que las fronteras del paraíso, son nuestra propia piel.

***

Tal como acordamos el día anterior, esa noche la pasamos en el piso de Zoraya.
En Paris, se le llama piso a un cuarto de 10 metros cuadrados donde además de una cama, un escritorio y un closet, caben, inexplicablemente, un par de armarios empotrados que contienen en su interior una ducha, un lavamanos y una cocineta integral con estufa eléctrica, nevera y lavaplatos.

¿Qué si la gente de París no tiene necesidades fisiológicas? –Pues sí que las tiene, sales de la habitación y a 20 metros del lugar, luego de subir unas antiguas escaleras, entras a un pequeño depósito donde tendrás que mover las maletas o algún otro traste viejo, para sentarte en el inodoro.

¿Qué cuánto cuesta el alquiler de ese piso en París? –Pues 500 euros, más de tres salarios mínimos colombianos, cada mes.

El lunes el sol por fin salió con ganas, pero nuestro avión saldría al medio día.

Nada que hacer, últimamente los lunes son así, nuevamente se esmierdó la bolsa de Nueva York, la de Tokio y la de Londres, pero a nosotros siempre nos quedará París, un año de ganancias, en las acciones de este amor.

La cuerda


Hace dos años un amigo me dijo que a él lo salvó el cine, mientras hablabamos de esas cosas del amor, tan parecidas a la muerte. Ayer, una película me explicó algo como esto: El amor de pareja es como la cuerda que sujeta a los alpinistas. Justo cuando se tensiona adquiere sentido, puede sarvarles la vida... o dejarlos caer al abismo.

Había una vez una rana*

Había una vez una diminuta rana que andaba brincando y cantando feliz, cuando por un descuido, cayó en una vasija con leche. Primero le gustó y nadó un rato, pero al poco tiempo empezó a desesperarse, no podía sostenerse más y necesitaba salir. Lo intentó una vez, dos veces, tres veces. Las paredes eran muy altas y su cuerpo resbalaba. Pensó en la muerte y se angustió, pero reconoció que si dejaba de moverse su final estaría más cerca, entonces se movió y se movió. Pataleó, brincó, chapuceó, nadó, gritó, peleó, lloró pero no se detuvo. Y pasaron los minutos y las horas, los días y las semanas. De pronto sintió que no tenía más fuerzas y que todo acabaría, pero siguió moviéndose con la misma pasión, resignada a morir dando la pelea, entonces, en aquel último instante, la leche se convirtió en mantequilla y la diminuta, pero valiente rana, pudo saltar.
*Esto no es más que una vieja historia, me la contó My Big Fish, cuando tenía unos 11 años... nunca la olvidé.

¿Cómo es la feria del sexo?


Creo que fue en una de las crónicas de un tal Pirry, la primera vez que escuché hablar sobre las ferias del porno y sexo que se hacían en Barcelona. Aquellas imágenes seducían una adolescente cabeza que odiaba tanto la paupérrima estética de las putas locales, como la estrafalaria superficialidad de las prepago estrato 6 de Barranquilla. Recuerdo como Mario, un viejo amigo me explicaba: -Loco, te gastas 200 mil pesos con una prepago y la pasas de maravilla, no joden y a todo le dicen que sí. Conquistando a cualquiera te gastas lo mismo en un fin de semana y es posible que a todo, le digan que no-


Años más tarde, en este otro lado del charco, me entero que el Festival de Cine Erótico de Barcelona (FICEB) es trasladado a Madrid, pues su éxito ha sido tan grande en las últimas ediciones, que ha sido imposible controlar el flujo de personas y se han causado graves desordenes públicos en el barrio residencial donde se llevaba a cabo. Entré a internet y respiré profundo, el FICEB había sido reemplazado por el Sexe en Catalá. Una nueva exposición de la industria del sexo y la pornografía en Catalunya.


-La obsesión por el idioma catalán en esta ciudad tiene tan pocos límites, que parece que la última invitación es a que lo usemos también, a la hora de follar.-


Aprovechándome de una acreditación como periodista, teniendo en cuenta que el país invitado era Brasil y que eventualmente colaboro para un par de periódicos "latinoamericanos", fui a saciar mi curiosidad y a explorar ese lado morboso que tengo desarrollado mas o menos igual que resto de los terrícolas.


Para empezar debo decir que el sitio donde se hace la feria parece más una vieja fábrica abandonada que un palacio de convenciones. Está situado cerca al polígono industrial y altas horas de la noche lo más sensato es ir en taxi. Cosa incómoda en una ciudad como Barcelona donde el transporte público funciona de maravilla. Una vez en la entrada, una chica guapa me entregó la invitación y le pregunté algunos datos que no me supo responder muy bien.


Supongo que estas alturas, después de líneas tan aburridas como las precedentes, esperan que les hable de la belleza de las pornstar y de los polvos biónicos de los pornshows, que relate como me dejé usar como carne de cañón en las demostraciones en vivo y todo lo vibrante que se siente en un lugar donde no hay pudor ni vergüenza, donde se hace público, eso que todos los humanos practican en privado. Iré al grano: la feria del Sexe en Catalá resultó mucho más aburrida que este post. Tardé más en llegar que en largarme. He pasado pocas noches tan insípidas y falsas, como esa.


Montones de cajas de películas x -todas diferentes y todas iguales- afiches explícitos. Mujeres mayores avergonzadas, sujetas a maridos que tampoco ponían buena cara. Una pareja "cualquiera" que se dedica a acostarse con quien sea y tomarse fotos para la web. Un stand del país invitado que lo único interesante que tenía era las costosas caipirinhas. Un par de rubias tocándose como si alguien pudiera creer que son lesbianas -ojalá ninguna lesbiana vea semejante imbecilidad- en fin, nada que valiera la pena.


De pronto, el poco público que había (95% hombres) se abultaba con sus cámaras frente a una de las tarimas, pareciéndose al ganado cuando intenta salir del corral. No podría decir que daba asco, pero tampoco era emocionante ni mucho menos inspirador, se trataba simplemente de un par de cuerpos con muy pocos pelos, demasiada silicona y un sutil pero evidente decorado de celulitis fornicando como máquinas, porque seguramente que los animales, lo hacen mejor.


Habían pasado 20 minutos y ya estaba realmente fastidiado, pensando en el concierto de música afrocolombiana que empezaría en cualquier momento, al otro lado de la ciudad. Entonces, cuando buscaba la puerta de salida me topé con una imagen difícil de olvidar. Una chica arropada de pies a cabeza en un vestido de cuero negro, pisaba los cuerpos de un par de tipos gordos y flácidos empacados al vacío -literal y metafóricamente hablando- se supone que se trataba de show de masoquismo, pero por entre el plástico, a mi me pareció ver los ojos de Mario, aquel viejo amigo.

Naty practica el francés.


A los 11 años, una caída en patines le demostró a Nataly que su sangre no era azul, como se lo insinuaba la mamá. 
Llegó a este mundo en 1984 después de una cesaria en la clínica privada más costosa de Barranquilla. Barranquilla es un caliente, polvoriento, dicharachero y corrupto rincón del caribe colombiano, lleno de bellas mujeres, alegres ancianos y espectaculares atardeceres naranja, violeta y rojo.
Las clínicas y todo lo demás en Barranquilla, no se miden por la eficiencia sino por el caché. Tener caché, en Barranquilla, significa trabajar para una multinacional, estudiar la carrera en alguna universidad de la capital, haber asistido a un colegio bilingüe y sobre todo, si eres mujer, que las fotos de tu fiesta de 15 hayan sido publicadas en la sección de sociales del único periódico. 
Nataly juntó esos requisitos y se hizo merecedora de un curso de francés en París, la ciudad de la luz. Esta tarde, un londinense compañero de clases, la invitó a un sitio llamado Le Glamour, con ese nombre, no se pudo negar. 
Ahí, una pareja de la edad de sus padres les dio la bienvenida. El bar tiene una amplia barra de cocktails exóticos, música tranquila, mesas pequeñas para sillas grandes, un baño impecable y una gran cama de 12 metros por 12 metros donde un poco borracha, un poco asustada y muy excitada, Nataly vivió su primera orgía. 
Mañana a las 2:30pm -hora colombiana- le dará un reporte a su madre de cómo van sus clases de francés, con la esperanza de que sus fotos no sean publicadas, esta vez.

Uno vuelve

No es fácil, volver al blog no es fácil.
Volver, nunca es fácil.
A veces la cabeza se llena de ideas pero nada fluye.
La monotonía carcome la esperanza de un buen texto.
El talento de tantos desconcierta e intimida.
La desazón, se hace más fuerte que la muerte y entonces, justo en ese instante, uno vuelve.

Domingo en familia

JC: Socio, esto qué es? de tus amigos, o tuyo?
J: Joder tío, ahora no sabéis que es eso? lo que sostiene la economía de vuestro país.
JC: Sí, la mata-campesinos.

JC: Hey, te tengo la última brother, una bolsa de perico en la sala de la casa.
A: El españolete? eso lo explica todo. Barro, esa jugada siempre lleva a una vaina peor.

JC: Hey, te tengo la última, esté man me pidió anoche el palo de escoba.
A: Mmm, bueno que limpie de vez en cuando -aunque no se bañe- no es grave.
JC: Claro, lo barro fue que me despertó a las cuatro de la mañana para eso y ahora no está ni él, ni el palo.
A: Mierda! salió volando, te lo dije.

Simplemente Julieta*


Nota para Tribuna Latina

Anoche, cuando la vi subirse al escenario con sus legins fucsia y su larga camisa azul pensé que podría ser una de esas niñas con cara bonita que te encuentras cualquier mañana en el metro de Barcelona. Sin embargo, cuando tomó el micrófono y escuché la potencia de su voz, entendí que Julieta podría ser eso y lo que quisiera, desde una diva que llena estadios completos y que pone eufórico a cualquier tipo de público, hasta la culpable del suicidio de cualquier Romeo, incluyéndome.

De Julieta Venegas podríamos decir muchas cosas. Por ejemplo: que ha vendido casi 4 millones de copias y que ha lanzado 5 álbumes. Que ha participado en homenajes a artistas tan diversos como José Alfredo Jiménez, Pablo Neruda, Jonh Lenonn, Joaquín Sabina, José José, Soda Stéreo o Los Tigres del Norte. Podríamos enumerar cada de las bandas sonoras en las que ha participado y sus colaboraciones con Vicentico, Diego Torres, Bumbury y Miguel Bosé entre muchos otros. Podríamos también, hablar de sus premios Grammy, Grammy Latino, Billboard, Viña del Mar, OYE y MTV, entre otros. Y por si acaso, podríamos contar que nació en Tijuana, al norte de México, que aunque parece una adolescente va a cumplir 38 años, que está a favor del aborto y que declaró que, en las pasadas votaciones, votó por Andrés Manuel López Obrador.

En todo caso fue su voz, su frescura, su alegría inherente y su manejo del escenario los que hicieron que intentara contemplarla más de cerca. Entendí entonces, a pocos metros de su silueta, que Julieta podría usar una minifalda ajustada a sus curvas, o un escote como lo hacen tantas. Tantas chicas de pelo teñido, afán de fama y ambiciones millonarias. Tantas mujeres pobres de espíritu, que intentan lograr con su imagen prefabricada, lo que la falta de talento no les permite. Julieta no necesita exhibirse para vender sus discos y lo tiene claro. Su belleza es el equilibrio perfecto entre fuerza y dulzura, entre energía, talento y corazón.

Julieta podría dedicarse a cantar las canciones de otros pero ha preferido escribir las suyas. Julieta habría podido solo preocuparse por su voz, pero decidió aprender, estudiar y explotar todas sus posibilidades. Podría solo tocar el piano, -que aprendió desde los 8 años- pero también le gusta la guitarra, el violonchelo y el acordeón, que en el año 94 empezó a practicar para componer la música de una obra teatral y que hoy es uno de sus amantes inseparables, su símbolo en el escenario. Julieta podría cantar sobre pista y con su carisma igual llenaría los teatros, pero ella prefiere tener su banda completa, con pianos, saxofones, batería, violonchelo, y presentarle a Barcelona un show con todas las de la ley. Julieta podría estar cantando en inglés o debutando en Hollywood, pero ha decidido ser lo que es, con su particular acento norteño que no intenta disimular, podría parecer una niña frágil escondida tras un gran acordeón, pero después de verla sonar en vivo, todos reconocimos una digna representan de la mujer latinoamericana, un ejemplo para los jóvenes de todo el hemisferio, una artista de verdad, que arranca aplausos espontáneos entre los presentes.

Podría escribir esta y muchas más páginas sobre Julieta, podría atreverme a asegurar que tiene un inmenso futuro por delante y que todo está por comenzar, pero ella me lo explicó todo con su última canción, -“El presente es lo único que tengo el presente es lo único que hay”- y cuando realmente dejé de descifrar todo lo que podría contar de ella y me dedique a disfrutar de su presencia, ella me remató -“Qué lástima pero adiós, me despido de ti y me voy, qué lástima pero adiós, me despido de ti…”

Carta a Esperanza.

Barcelona, 15 de Septiembre de 2008


Querida Esperanza.


Estas no son más que palabras repetidas, ambos sabemos que hablo mucho, que es mi mayor defecto. Nada de lo que te voy a decir es nuevo y dudo mucho que ya no lo sepas. Sin embargo, la palabra es mi arma, mi amuleto, mi única certeza. La posibilidad de diálogo, mi obsesión. Con las palabras que decimos y pensamos transformamos nuestra realidad. Con ellas nos han educado y alienado, nos han jodido y nos podemos salvar.


-"Perder es ganar un poco"- Dijo el entrenador más ganador que ha tenido la selección Colombia. El país se le vino encima, le dijo mediocre, conformista y estúpido. Así es ese país, incapaz de mirarse críticamente y de plantearse el diálogo, la discusión de las ideas. El fútbol sí se parece a la vida, aunque esta sea mil veces más compleja y hermosa. Perder, es parte del juego. De un juego que no se acaba hasta que el arbitro pite. Perder es una de las tres opciones, perder es necesario para disfrutar las victorias, perder, cuando un equipo no está acostumbrado a hacerlo, es mucho más duro. Perder es tener la certeza de haber jugado, la dignidad para mirarse al espejo. Perder es tener la posibilidad de admitir los errores, valorar la humanidad y comenzar de nuevo para ganar de nuevo y posiblemente, para volver a perder... a fin de cuentas, para seguir jugando.


Y sin embargo: nadie nos ha enseñado a perder, ni a morir, ni a desenamorarnos. El éxito, la victoria, los logros, las metas, ganar es la misión, la única posibilidad en un mundo repleto de mediocres perdedores y de pérdidas, de desengaños, muertes y desamor.


Creo, sospecho, intuyo, que tenemos derecho a perder una y mil veces, a SER humanos, a no dejar de crecer, a mirarnos al espejo y reconocernos sin jodernos, sin hacernos daño. Perder no tiene nada que ver con ser un perdedor. Los únicos que no pierden son los que no han tenido el valor para competir. Yo por ejemplo, cada vez pierdo más, porque cada vez juego más y me arriesgo con más valor. Perder, errar, cagarla, siempre hará parte de mi vida mientras siga intentándolo, mientras siga buscando, pero insisto, nada tiene que ver con ser un looser. Ellos no compiten, no buscan, ellos se conforman, están llenos de vergüenza, de temor, de desidia y de pesares. Los ganadores hemos perdido mucho y sabemos que seguiremos perdiendo, pero hemos ganado mucho más y estamos convencidos que seguiremos ganando. Ganar no solo tiene que ver con trofeos, premios, reconocimientos, notas, aumentos salariales o aplausos. Ganar tiene que ver con ponerse de pie después de los golpes, con sanar las heridas y rearmar el cubo, con conocerse, perdonarse y reconocerse otra vez como SER humano, como jugador.


Al menos a mi, me aterrorizan los encuentros, las certezas, la claridad. Ganar SOSPECHO, tiene que ver con sospechar, tiene que ver con la incertidumbre, con buscar, con cuestionarse, con los desvelos de un alma revoltosa que no puede parar, de un cuerpo vibrando, que pide más. Ganar tiene que ver con no detenerse y también, con hacerlo en el momento indicado. Ganar tiene que ver con la sonrisa y con el llanto, con la alegría de vivir, con la posibilidad de disfrutar el presente y con observar optimista horizonte que con nuestros actos se transforma. 


Creo, sospecho, intuyo, presiento, que todo esto ya lo sabías pero que jugar implica recordárte todo el amor, que llevo dentro.


Atentamente,


Roberto.


PD: Viejas conversaciones de Roberto con ella, con el man y contigo.

La travesía de Juancho Lucho Pelotera*




*Nota para TribunaLatina.com

Eran las 21h cuando llegué al Palau Sant Jordi. Me acerqué a la oficina de prensa para recibir la acreditación mientras con la mano izquierda en el bolsillo sujetaba la boleta que había comprado tres meses atrás.

No había nada que dejarle a la improvisación. Se presentaba un grande, no solo por ser el ganador de tres de los últimos premios Billboard Latinos, seis Grammy Latinos y dos anglosajones. No solo por haber vendido más de 20 millones de copias, ser considerado un revolucionario de la música tropical y el dominicano más conocido en el mundo. Juro que no era solo eso, el que se presentaba ayer en el Palau Sant Jordi, es el profesor de baile de toda una generación, el cómplice de cientos de miles de parejas que juntas, muy juntitas, y sin el más mínimo asomo de vergüenza o pudor se han cantado al oído:

-“Quisiera ser un pez, para mojar mi nariz en tu pecera y hacer burbujas de amor, por donde quiera, ¡oh! ¡oh! pasar la noche en vela… mojado en ti. Un pez, para bordar de corales tu cintura y hacer siluetas de amor, bajo la luna, saciar esta locura… mojado en ti”-

21:30h y el Palau Sant Jordi ya estaba prácticamente lleno. Las banderas dominicanas, peruanas, mexicanas y colombianas aparecieron en escena, las parejas se abrazaron, las luces se apagaron y en un par de pantallas gigantes un avión aterrizó. El telón que cubría el escenario con el mapa de América se desplomó y de la imagen de fondo vimos a Juan Luis Guerra caminar por la pista de aterrizaje y segundos después, como por arte de magia, aparecer en el escenario. La travesía, una de las canciones de su último CD, fue la elegida para darle título al tour que lo ha traído a Barcelona desde Drammen, en Noruega, después de 17 conciertos.

Precisamente con esa canción empezó un repertorio que pareciera no tener fin. Lleno de energía y vitalidad pero con la serenidad y madurez de sus 51 años, Juan Luis le cantó a todos: a los de aquí y a los de allá, a los cristianos como él, a Nora, su mujer, a todos aquellos que lo han seguido los pasos desde que lanzara Soplando, aquel primer disco que en plenos 80´s se atrevió a mezclar merengue y jazz. Pero le cantó sobre todo, a la gente joven de la Barcelona de hoy, una ciudad mediterránea como pocas, pero cada vez más permeada por los sonidos y colores del Caribe.

Las alas del avión que lo dejó en el Sant Jordi terminaron convirtiéndose en las alas de una paloma blanca que apareció sobre las caras de chicos dominicanos, mientras que todos los presentes cantábamos: -“Pa que to los niños canten este canto, ojalá que llueva café en el campo…”-

De ahí en adelante fueron muchas las canciones. Si tú te vas, Me enamoro de ella, Woman del Callao, Como abeja al panal, La bilirrubina, Vale la pena, El Niágara en bicicleta y muchas más, demasiadas para nombrarlas todas, escasas para dos horas de concierto, pero suficientes para remover cualquier cantidad de recuerdos, de momentos vividos en aquellas tierras de donde muchos salimos, buscando visa para un sueño…

De todos modos, aunque todas las hayamos escuchado y tarareado alguna vez, aunque algunas ganaran el Grammy anglosajón y uno que otro sueco las cantara el pasado 4 de Septiembre en Estocolmo, para mí, lo que convierte verdaderamente en especial a Juan Luis Guerra, es que desde lo popular y lo festivo, hace parte de ese selecto grupo de artistas que han logrado eso que ni los políticos, ni los educadores, ni los militares, ni los empresarios, ni los periodistas y ni siquiera los deportistas han sido capaces, derribar fronteras y poner a todos los países del continente a hablar el mismo idioma: -“y la gasolina sube otra vez, el peso que baja ya ni se ve y la democracia no puede crecer, si la corrupción juega ajedrez, a nadie le importa qué piensa usted?, será porque aquí no hablamos francés, ah ah vous parlez, ah ah vous parlez, ah ah no Monsieur…-“

Yo también cantaba El costo de la vida, con algo más de nostalgia pero con la misma emoción de diez años atrás, cuando gracias a ella aprendí a bailar. Sin embargo en esta ocasión, la historia era otra, un catalán a mi lado, entregándose a unas caderas morenas cantaba con el alma: -“somos un agujero en medio del mar y el cielo, 500 años después. Una raza encendida, negra, blanca y taína, ¿pero quién descubre a quién… ¡eh,eh,eh!?”

A las 0:00h la tarima bajó como un ascensor y Juan Luis se despidió por última vez desde las imágenes pregrabadas, las luces se prendieron y todos despertamos del sueño mientras 4.40, su inseparable orquesta, abordaba la mismo avión, rumbo a otra travesía.

Expo Zaragoza. ¡Agüita pa’ mi gente!




Aquel jueves trabajé 12 horas seguidas editando frente al ordenador. Después me puse a prueba, viví algo tan excitante y divertido, como impresionante, repugnante y doloroso. Me enfrenté desnudo a la gran bestia y me perdí entre aquella jungla de animales salvajes. No hubo tiempo para dormir. A las cinco de la mañana me pegué una ducha que no me limpió y a las seis estaba mirando por la ventana de aquel bus, las imágenes bellas y asquerosas se confundían unas con otras, el silencio reinaba, pesado y burdo sobre mi cabeza. Torcí las piernas contra el espaldar de la silla de enfrente para intentar descansar. –“¿Será que puedo escribir en el blog lo que quiera, sin prejuicios, sin temores, sin vergüenzas?”- Justo después de preguntármelo, caí redondo como una guanábana.

Al despertar la historia era otra, Wall como siempre nos hizo reír y la Expo se levantó frente a nosotros. 108 países expuestos para recordarnos de qué estamos hechos. Sí, de eso, de agua. Expo Zaragoza 2008 es un lugar de reflexión constante. Aparentemente, un escenario desligado de los intereses de las grandes multinacionales, pues por ingenua que parezca esa afirmación, las exhibiciones muestran lo jodido que estamos y lo incapaces que hemos sido los seres humanos para darle un buen trato al recurso más preciado que tenemos.

De pronto, un ejemplo en uno de los paneles me jodió la tarde y amenazó este post: -“Para los más pobres el agua es más cara. 2.500 millones de personas sobreviven con menos de 2 euros al día. Llenar un recipiente de 1000 litros de agua en Nueva York vale 0.40 euros. Llenar el mismo recipiente en Barranquilla, Colombia. Vale 3.90 euros”-

Recordé una historia que quisiera que fuera ficción, pero que no lo es y me fastidia. La historia se remonta al año 1991 cuando el Concejo Municipal de la época aprobó el Acuerdo por medio del cual se autorizó al alcalde de Barranquilla a participar, en la creación de “una Sociedad Anónima de Economía Mixta’’ para prestar los servicios de agua, alcantarillado y aseo. En consecuencia, fueron liquidadas las Empresas Públicas Municipales que existían desde el año 1960. Cinco años más tarde durante la alcaldía de el Dr. Edgar George González* se pactó un acuerdo mucho más hermoso por medio del cual le entregaron la mayoría de acciones a la empresa privada INASSA, constituida con un ridículo capital de un millón de pesos (333 euros) y que tenía como socios a la multinacional Aguas de Barcelona (51 por ciento de acciones) y Fidugan (49 por ciento); Inassa quedó como socio calificado, y como operadora, la empresa Aguas de Barcelona. La misma de la que a mí ahora me llega una factura cada dos meses con un valor muy inferior al que pagaría en mi ciudad natal.

Miré a mi alrededor, volví a Zaragoza, volví a la Expo. Casi me atropella un desfile del Cirque de Soleil. Me emocioné con una amiga de Wall y Yara que desde una de las carrozas nos saludó con sonrisa colorada. Alguna vez bailé con ella, no lo recuerdo bien, era una fiesta de la Universidad con gente sudando en la terraza de la casa y ella era una chica un tanto rara.

Raro es que en aquel pueblo de corruptos, alguien sueñe con hacer teatro profesional.

Me relajé y viajamos por Japón, bailamos en Malasia, tomamos café de Colombia y nos dio envidia la Argentina. Comimos hamburguesas y fuimos a conocer el centro de la ciudad. Al regresar, el clima era perfecto y Esperanza y yo nos subimos al teleférico más largo en el que haya estado jamás. Suspendidos en los aires, redescubriendo el mundo a nuestros pies, entendimos que el de abajo era el Ebro y no el Magdalena y de pronto el vacío se llenó de pasado, presente y futuro confundiéndose sin pelear. Entonces los dolores y el cansancio se derramaron, y los pingüinos fueron nuestros cómplices, en un silencio victorioso que nos mantuvo en el aire, mientras hacíamos el amor.

Cuando Zara Goza, con el Profe Rubén.


No puede haber exposición sin profesor, pensé cuando lo vi y recordé a Rubén Darío Gómez, un profesor que a los 15 años me pedía muy serio, que no dejara de escribir. Murió jugando fútbol en la cancha del colegio por un paro cardíaco a los cuarenta años. Había tanta gente en su entierro en Baranoa, como ahora en el anfiteatro de Expo Zaragoza. La gente ama a quienes les hablan con el corazón y ahí estaba él, con sus 60 años y sus tres décadas de carrera musical. Ahí estaba el compositor, el cantautor, el músico, el actor, el abogado, el político, ahí estaba el Ministro de Turismo de la República de Panamá. El mismísimo Rubén Blades.

La música empezó a sonar, miré a mis lados pero nadie podía bailar, estaban paralizados y emocionados. Entonces el maestro apareció y la clase empezó: –“La ex-señorita no ha decidido qué hacer. En su clase de Geografía, la maestra habla de Turquía mientras que la susodicha, sólo piensa en su desdicha y en su dilema… ay! qué problema…”- No hay mucho que explicar, lo que pasó en ese instante solo se puede cantar, vivir: -“Decisiones, cada día. Alguien pierde, alguien gana ¡Ave María!... Decisiones, todo cuesta. Salgan y hagan sus apuestas, ¡Ciudadanía!”-

Y la ciudadanía salió –aunque hubiese más de un indocumentado- con un mismo grito y bajo una misma bandera de distintos colores, -“Un mismo barrio, Brother”- fue lo único que dijo el man para seguir con su clase de música, de canto, de energía, de alegría de optimismo, de talento, de irreverencia, pero al mismo tiempo de elegancia y empatía.

Rubén no salta ni se acelera, no tiene afán, no lo acompañan bailarinas en tanga ni hace pendejadas en el escenario. El profe Rubén se vacila el concierto fresco como una lechuga, -“con el tumbao que tienen los guapos al caminar”-, está frente a 10mil personas con la misma seguridad con que promueve su país desde el despacho en el Ministerio, con la misma paz que se respira en el patio de su casa. Y en ese patio ahora sí bailábamos todos: Adán García, Juan Pachanga, El tiburón, Paula C, Cipriano Armenteros, Pablo Pueblo, El Camaleón, El padre Antonio y su monaguillo Andrés, Usted y por supuesto Pedrito Navaja y Ligia Elena, quien dejó al trompetista de la vecindad, por quien ahora escribe estas letras.

Todo un privilegio: Blades había pasado 9 años alejado de los escenarios y ahora estábamos ahí, juntos, todos de frente, otra vez catándole a la utopía, olvidándonos de los problemas. Cubanos, Panameños, Peruanos, Dominicanos, Colombianos, Uruguayos, Venezolanos, latinos de todas partes y de todas las edades, inmigrantes todos como Rubén en su momento, ahora jugando a conquistadores, con la música como espada y como escudo sus caras, nuestras caras –“Esas caras orgullosas que sueñan con una Latinoamérica unida, con un mañana de esperanza y libertad”- Con estas se encontró Rubén otra vez, después de casi una década de ausencia y más de 18mil kilómetros de distancia del Caribe, al otro lado del charco, estaban las mismas -“caras de trabajo y de sudor, de gente de carne y hueso que no se venció, de gente trabajando, buscando un nuevo camino, orgullosa de su herencia y de ser latino… de una raza unida la que Bolívar soñó.”-

Hay dos momentos que no olvidaré: Cuando cantó: -“Solo quien tiene hijos entiende que el deber de un padre no acaba jamás, que el amor de padre y madre, no se cansa de entregar, q' deseamos para ustedes, lo q' nunca hemos tenido, q' a pesar de los problemas… familia es familia y cariño es cariño”- y a Ligia Elena, Esperanza, Ricky, Juanca, Wall, Yara, Pedrito Navaja y a todos los demás y no nos dio la gana de evitar las lágrimas.

El segundo momento fue cuando nos llevó Plantación Adentro, -“dentro del follaje y de la espesura, donde todo viaje, lleva la amargura, donde se sabe camará, donde se aprende la verdad. Donde Camilo Manrique falleció, por golpes que daba el mayoral y fue sepultado sin llorar ¡Ja!, una cruz de palo y nada más.”- Ahí nos invitó Rubén a todos, se la dedicó a Colombia, al Macondo de mariposas amarillas donde -“Se murió el indio Camilo por palos que daba el mayoral y donde el médico de turno dijo así: Muerte por causa natural… Claro si después de una tunda e´palo, que te mueras es normal!”-

Casi muerto, después de 48 horas sin dormir, estaba de regreso en un bus a Barcelona para llegar a trabajar. Recordé entonces las palabras de Rubén sobre el carácter y aquella última canción donde dijo: -“Maestra vida camara’a, te da, te quita, te quita y te da… yo te digo la verdad, te da y te quita, te quita y te da…”-

Dos años no son pocos.

128 entradas, 216 comentarios, 281 visitas mensuales y aquí estoy yo, que siempre he preferido lo cualitativo sobre lo cuantitativo. Que nunca le presté atención a una puta clase de estadística y que creo más en Wikipedia que en el DANE, aquí estoy yo, contando maricadas, mentiras, eufemismos, ilusiones, como si lo único importante no fuese contar la vida.

Ya lo he explicado antes, un blog es una estrategia para vengarte de quienes ya no quieren saber más de ti, de quienes te quieren olvidar pero no pueden ni podrán. Es un buen intento por no perder la perspectiva, rearmar el cubo de la vida para volverlo a desarmar cada día, por eso funciona aunque seas tú solo quien publique y tú solo quien lo visite.

Es raro, este rollo de papel higiénico se ha llenado de cosas raras: crónicas, titulares de periódicos, una vaina que no se define entre novela y cuento, una autobiografía, fotos, videos y muchos comentarios de mi mamá que es quién más lo visita.

Un blog sirve para lo que sirve un espejo, para recordarte que eres bello, pero sobre todo, que estás viejo. Y aquí estoy yo, ya me ves, dos años más viejo, dos años más bello, bailando el mismo porro, subiendo otro post.

¿Qué es lo que pasa en Colombia?

En los distintos sitios en los que he trabajado, en plena calle, en un taxi y hasta en alguna reunión de borrachos. Un argentino, una catalana, una italiana, una costarricense y hasta un venezolano me han hecho la misma pregunta y a todos les he contestado que es muy difícil responder, que es una historia muy larga. A todos se las he contado a medias y a todos mal contada.

¿Qué carajo es lo que pasa en Colombia? La distancia nos vuelve ajenos al latir de la calle. La cercanía nos quita perspectiva. No leer el periódico un día puede ser determinante, leerlo continuamente, enloquecedor.

Que implican a general del Ejército en masacre. 01:45 PM EDT 08/19/2008 RefreshQue un cable submarino traería energía de nuestro país al Caribe. Que Marbelle fue amante del hijo de su ex esposo. Que Ingrid apoya una segunda y hasta una tercera reelección. Que un tal Diego Salazar consigue una medalla olímpica. Que el 'escorpión' de René Higuita, fue elegida como la mejor jugada de la historia del fútbol. Que hubo 14 muertes violentas este fin de semana en el Atlántico. Que la para-política sigue gobernando en decenas de municipios del país y la justicia no llega. Que Cerro Matoso duplicará producción de níquel y montará planta térmica. Que el Príncipe Guillermo de Inglaterra participa en detención de presuntos narcotraficantes colombianos. Que Yidis Medina se empelota con la verdad. Qué las autoridades desactivan camión-bomba de las FARC y que el Cine Colombiano no pasa por un boom sino por un bombón bum.

Cómo responder algo si nadie sabe lo que pasa en Colombia y los titulares son tan desconcertantes como divertidos. Si cada día es el capítulo de una serie con drama, acción, suspenso, terror, humor y romance. –“¿Qué es lo que pasa en Colombia?”- me volvieron a preguntar esta noche y yo respondí sin dudarlo. En Colombia es mediodía y en el noticiero debe estar pasando de todo… pero lo más interesante seguro pasa fuera de él, en la cocina, donde Odila, una morena de mi edad que emigró de Ponedera a Barranquilla, debe estar fritando una mojarra, que yo extraño con furor.

Mediodía

Contracción, euforia, gemido y grito fulminante. Lágrima que corre por la cara sin permiso. El alarido retumba en la habitación, en toda la casa y en mi cabeza. Se acerca desnuda y temblorosa, sin poder cerrar las piernas, tambalea y se acuesta a mi lado. Exhala, toma fuerzas y me pregunta: -"Maldito perro infiel, ¿qué quieres que te prepare de comer?"-

En su cabeza

En su cabeza tenía incrustado el deseo, el sexo. Piernas, tetas y culos revoloteando todo el tiempo, chorreados de placer. En su cabeza el tenía avaricia, mucho dinero y ansias de poder. Viajes, lujos y drogas. El tenía sueños y cuentos, los cuadros de Dalí, las poesías de Bukowski y varias películas de Lynch. Un día cualquiera, todo se fue con ella a donde otro. Hoy, en su cabeza sólo está la furia de ella, la de sus caricias, la de sus lágrimas. En su cabeza hoy solo está ella, con sus sonrisas y sus mentiras, con sus caderas morenas y sus piernas entre las piernas de ese artista millonario y mentiroso, sin nada en la cabeza.

Los titulares de Hoy

-"Salvatore Mancuso logró preacuerdo con la Justicia de Estados Unidos."-

-"El 'escorpión' de René Higuita, elegido como la mejor jugada de la historia del fútbol"-

-"Aparece enterrado de cabeza directivo de una 'pirámide' de Popayán.-"

-"Actor que interpretó a 'Batman' fue liberado bajo fianza tras agredir a su mamá y a una hermana.-"

…y mañana por la mañana, más cuentachistes!