¿Qué es lo que tiene? el Carnaval de Curramba

Esta vez hacía frío y no había Maicena, el televisor no mostraba Telecaribe y la radio ni siquiera estaba prendida. De las casas vecinas tampoco brotaba ninguna escandalosa canción y Odila no estaba sirviendo el sancocho, sin embargo, este sábado de Carnaval, como tantos otros, como todos los demás, mi cuerpo escondía los restos de la marimonda de la noche anterior para dar espacio a una nueva batalla de sonrisas, de nostalgias, de alegrías, de rabias, de rumba, de ron, de fiesta, de flores y de amor. 


Este sábado no caminé por las calles arenosas de siempre ni tomé un zapatico amarillo de esos que llaman taxis. De blanco impecable y mochila al hombro, me subí al metro en Sants Estació para hacer transbordo en La Sagrada Familia y tomar la línea lila hasta La Pau, todo bajo la mirada implacable de ciudadanos del mundo que se preguntaban por el material del zombrero que me cubría la cabeza. Caminé un par de calles y sentí una vez más ese aire frío y seco que me recuerda que sigo habitando una urbe confortable que no me pertenece, cuando depronto, como espejismos, un par de garabatos se atravesaron, indicándome el camino al inicio del desfile.


Un corresponsal del Telecaribe nos esperaba. Resulta que aquel canal que se sintonizaba en el 7 y que tantos menospreciaban por su supuesta falta de calidad, ahora era la ventana a la que todos querían asomarse. Como si por medio de ese artefacto de un solo ojo pudieran ver algo de lo que pasaba al otro lado del océano. Allí estaban todos, a 7 grados de temperatura, sonriendo inocentes, extasiados, embobados, sumergidos en el más profundo derroche de nostalgia e impotencia, recubiertos de una alegría inexplicable. Ahí estaba yo, mirándolos con cierta prudencia, intentando reflexionar sobre lo ireflexionable para luego dejarme caer sin titubear, al abismo del vacile planetario.


Cuando todo el grupo formó en medio de la Rambla Guipuscoa, entendí que no estaba junto a unos cuantos locos, reconocí que los apasionados por esta vaina somos muchos y que los adjetivos se repiten, las razones sobran y las excusas no valen frente a la sonrisa de tanto currambero suelto por el mundo. Es entonces cuando la cumbia, el fandango y el mapalé hace de las suyas dejando a las explicaciones sociológicas y las teorías culturalistas, carentes de todo sentido para poner a catalanes, suizos, franceses, ecuatorianos y cachacos a mover el esqueleto. 

Segundos después, el desfile arranca precedido por la Reina mas hermosa de todos los tiempos, con el objetivo de que los de aquí, se detengan a admirar a los de allá, para preguntarse en silencio donde habría estado el error, para merecer tan triste suerte!


Unos 45 minutos después de iniciado el recorrido, llegamos al punto donde el jurado del desfile tendría que mirarnos con calma, para elegir entre nosotros y los muchísimos otros grupos folclóricos participantes de la Rua del Carnaval a los ganadores de los 3 mil euros que da el certamen.


Seguramente, ningún miembro de aquel jurado entendería horas mas tarde en la fiesta organizada en la discoteca, la desbordante alegría que emanaba de aquellos concursantes que sin saber si perdieron o ganaron, se habían multiplicado como conejos, para saltar cantando: “Oh le le! Oh la la, Junior tu papá, los demás valen mondá!”

Échale semilla a la maraca pa que suene, Cheo Feliciano en Barcelona

La idea era entrevistarlo el sábado, pero acababa de llegar cansado y un poco resfriado de París. La opción entonces era conversar el domingo, horas antes del concierto, pero a última hora, los organizadores explicaron que necesitaba descansar, pues su garganta se había resentido con el frío de la capital francesa.


Queríamos preguntarle que percepción tenía de los nuevos grupos y si creía que sería posible volver a ver una generación como la suya,  donde junto a Héctor, Celia, Tito, Ismael, Santana, Rubén y los demás, se popularizó esta música que desde entonces llaman Salsa y que medio siglo después, mueve cuerpos en los cinco continentes.


Queríamos preguntarle sobre su paso por las drogas con la exclusiva intención de que pudiera darle un consejo a la juventud hispanoparlante, queríamos que nos comentara su visión sobre la inmigración latina en Europa y ver de qué manera sería comparable con la que él mismo vivió en los 50's de Nueva York. Queríamos preguntarle por la esquina, la calle, la cuadra y en general, de lo urbano como motivo de inspiración, en una sociedad que hoy se encuentra más en los chats y los mails, que en la plaza del barrio. Queríamos preguntarle finalmente, en esa entrevista no consumada, por aquella frase que tantos hemos coreado y por aquel instrumento creado por los indios Taínos de su natal Puerto Rico, y que ha logrado con su ritmo, darle identidad a la música latina.


El domingo a las 10pm el Casino la Aliança de Poble Nou le dio la bienvenida, y el maestro Cheo Feliciano entró como un huracán respondiendo a esas y otras cuestiones.


Explicó con su talento y con su voz, que aquellas glorias del son, la guaracha y el guaguancó serán únicos y vivirán por siempre no solo en el recuerdo de las generaciones actuales, sino también en los experimentos y libros de texto, de las venideras. Con repetidas referencias al compositor Catalino Curet Alonso, a Tito Rodriguez, al Sexteto de Joe Cuba y a sus viejos amigos de La Fania, Cheo dio a entender que el éxito tiene mucho que ver con el reconocimiento del talento de los demás y para los presentes, algunos de ellos, músicos jóvenes de lo que llaman la nueva salsa brava, seguramente quedó claro a dónde hay que apuntar. 


Para este instante, ya no era necesaria la entrevista planificada, verlo en el escenario bailar, cantar y sonreír a los 74 años esperamos sea razón suficiente para que los jóvenes conozcan su historia y aprendan de su valentía. Escuchar las letras de Anacaona, Amada mía, Así soy, Esto es el guaguancó, Juan Albañil, Mentira, Naborí, Salí porque salí, Si por mi llueve y todas las demás...  significó comprender que la inspiración no viene solo de las enredaderas del barrio o la internet, sino sobretodo, de las del corazón. 


Finalmente, a las 12 de la noche, cuando parecía que todo estaba dicho, Cheo confió el coro de su canción mas preciada al público para que todos comprendiéramos al son de la clave, que echarle semilla a la maraca es echarle ganas a la vida, es sembrar buena energía para enfrentarse a lo que viene, es ponerle sentimiento a los días para encontrarnos con ese bello sonido, que todos llevamos dentro.


¡chacu-cha cuchucu-cha cucha!