Nuesto Tele

Lo miro de reojo, como si no quisiera verlo. Él permanece ahí, silencioso, inmutable, frío, estoico, en su penumbra. Lo miro y guardo distancia, también miro los libros, la ventana, el computador, busco en la luna posibilidades distintas, sueño con ganar la batalla o con al menos no perder al guerra, pero finalmente la pierdo, lo prendo. Me habla entonces de lo mismo, de los mismos, de Chávez, Uribe y Correa, de Reyes, Obama, Clinton, de Bush y la frontera.

Y el libro cerrado me hace una mofa, la hoja de Word permanece en blanco, la luna tiende a desaparecer y aparte de la brisa fría de la noche, lo único que me queda, es la impresión segura de que en cualquier momento un misil caerá sobre mi cabeza.

No es por eso que me voy de este hermoso país de mierda. Me voy por la posibilidad, por el reto, por Barce, por Paris, por las historias, por ella y sobretodo por mí. Me voy porque las masacres me duelen pero viéndolas de cerca me frustro aún más. Me voy a marchar, marchándome, en medio del egoísmo, la cobardía, el dolor y la convicción.

Me voy para prenderlo desde allá y morirme de ansiedad y zozobra, por lo que no deja de pasar aquí.