El Maleducado

Hace años ya, en una conferencia en el auditorio de mi universidad, el rector hablaba de transformación social y calidad educativa, yo le pregunté por mi tocayo Correa de Andreis, arrestado en esos días, sin pruebas, por el DAS. El rector no dijo nada y mis compañeros de clase, me mandaron a callar.

Hace unos días, una amiga de la época del colegio, ponía en mi Facebook que no entendía cómo podía, alguien “tan educado como yo, que vivía en Europa”, proponer en público votar por Gustavo Petro. Me dieron ganas de responder rápido, pero como Mockus, me aguanté hasta hoy:
Querida amiga, lamento decepcionarte, yo aprendí del amor viendo telenovelas de Thalía y escuchando canciones de Luis Miguel. Sobre las mujeres me advirtieron mis amigos, mientras me obligaban a beber rones al compás de Diomedes Díaz. Me decían que “marica el último”, lo que quiere decir que todo vale, que lo importante es llegar primero, y que eres mejor, si eres heterosexual. A mi me educaron los mismos libros de historia de Colombia que a ti, escritos por Santillana, desde Madrid.

Y bueno, ahora vivo en el continente que más veces se ha auto-masacrado en la historia de la humanidad, creador de instituciones que acribillaron a millones de indígenas americanos y se inventó el horrendo concepto de la esclavitud. El continente del holocausto, que sigue invadiendo países con productos y servicios, con políticas nefastas y también con las armas. Vivo en un país que después de una Guerra Civil y una dictadura de 40 años, sigue sin pedir perdón y se debate entre la banderitis aguda y la corrupción.

Yo soy hijo del machismo y el racismo y vivo en el mundo del turbocapitalismo, donde se consume la naturaleza, para intentar comprar la felicidad.

Y sin embargo recuerdo, amiga mía, que mientras me enseñabas justamente tú a bailar la salsa de Rubén Blades, a mi también me criaban el amor de mi abuela, los atardeceres del Caribe, los pases del Pibe, la prosa de Gabo, las notas de Egidio, los chistes de Jaime Garzón. Y te diría que ahora, después de media vida en Barcelona, he visto que los dineros públicos se pueden convertir en sagrados, que los gobiernos pueden ser conformados por verdaderos/as ciudadanos/as, que sí es posible reciclar, que la dignidad humana, vale más que el capital. He entendido que las ideas como el cooperativismo, el feminismo, la defensa de los derechos humanos y la igualdad, pueden hacerse realidad y construir una sociedad más equitativa y justa, que esas reformas, propias de gobiernos progresistas como los que hoy están en Barcelona, Madrid, París, Londres o Nueva York, son compatibles con cantar las músicas de Juan Gabriel y leer a Estanislao Zuleta, a Orlando Fals Borda y William Ospina, con encontrarnos en La Troja y con gozar el carnaval. Lo poco o mucho que he hecho aquí es gracias a todo lo que aprendí allá.

Así que te repito con cariño: hoy, que la Colombia Humana se enfrenta a las maquinarias que nos han saqueado el corazón, yo no voy a votar en blanco, yo voy a ser maleducado, voy a votar con la esperanza de que en el país en el que vives, nunca más, le disparen a un profesor.

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