Felijaño, hijo

Cuando yo estaba pelao, mi papá se ponía especialmente romántico los 31 de Diciembre. En un momento de la fiesta, me tomaba de la mano y nos alejábamos del bullicio de la gente. Lo hizo en la casa de mi abuela, mientras sonaban Los Blancos de Maracaibo y las matasuegras se reventaban contra los muros de las casas. Lo hizo en una finca por Tunja, mientras la familia de su mujer cachaca cantaba villancicos incomprensibles para nuestra sensibilidad escandalosa. Lo hizo en la finca de mi tía Marcela, a donde lo obligué a ir tres años después de haberse divorciado de mi mamá, porque quería estar con ambos. Yo tenía 11 años y no me había enamorado aún. Lo hizo casi todas las veces que lo pasamos juntos.

Cuando ya estábamos solos, miraba al horizonte, mojaba sus labios con licor, ponía su mano sobre mi nuca y cambiaba el tono a uno más trascendental para hacer un balance rápido del año:
-Que año tan hijueputa este... hijo, pero el próximo estoy segurísimo que será mejor.-
Meneaba su trago de whisky con estilo de Birgmingham, aunque estuviera servido en un vaso de icopor. 

Durante el año en cuestión, el man había hecho lo que le había dado la gana y el próximo año haría lo mismo, ambos lo sabíamos, pero él se quejaba del ciclo moribundo solo ese día, en ese preciso instante... y renovaba todas las esperanzas para el día siguiente, como si por arte de magia la nueva vuelta al sol, viniera cargada de abundancia.

El año pasado, lo pasamos juntos en Barcelona. Vino a visitarme después de 10 años y durante todo este 2017 fui incapaz de escribir algo al respecto. Se bañó y se cambió a las 8 de la noche, nos tomamos una botella de vino cualquiera, cenamos algo ligero y a las 11pm ya estaba durmiendo. 

Ahora creo que no tenía ningún balance que hacer, nada más que enseñarme con palabras, yo ya había aprendido lo suficiente, la esperanza y el optimismo habían sido inoculados como la serpiente que te clava un veneno sin antídoto.

Fueron los años precisos y preciosos donde la responsabilidad era exclusividad de los adultos. Hoy vuelve a acabarse el año y el balance me toca a mi, en algún momento de la noche, me alejaré del bullicio y brindaré por él. Por este hujieputa y maravilloso año que se acaba y por todos los que vendrán.

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