33 mil pies

Sabes que lo que viene es largo, te subes, te dejas llevar, no hay otra posibilidad. Aterrizas en Madrid con fuerza, a pesar que ya has hecho dos controles, cuatro filas y tienes hambre. Te empujas una hamburguesa de Burger King... "una vez al año... " - piensas, te mientes.
El nuevo avión no tiene mala pinta, te sugiere películas buenas que ya has visto, así que te quedan las siguientes opciones: Tarzam, Día de la Independencia y Cazafantasmas, todas consiguen dormirte o desesperarte.
El estómago no te entiende, la cabeza te escucha demasiado.
¿Cómo fue el último viaje a Colombia, las sensaciones de ese último vuelo? ¿Cuántas cosas en un año? -te preguntas mientras se te mezclan las imágenes actuales con las de anteriores viajes y con las de futuros.
A tantos pies de altura, parece que el tiempo es distinto, fluye diferente. Por un momento pierdes la noción del mismo y te da igual, como si se cayera ese aparato... pero no se cae y llegas a Bogotá.
Al aterrizar, las caras de los españoles y las europeas que te acompañan parecen haberse convertido en caras de cachacos y colombianas en general. Son las mismas personas que se subieron contigo al pájaro metálico ese, pero es como si al recorrer medio mundo se les hubiese transformado el rostro, el acento, el semblante y los deseos, tal vez estas personas piensen lo mismo de ti. ¡No les vayas a preguntar!
Lo que te parecía alucinación se te convertirá en realidad cuando el sol del Caribe te de en la cara, te reconocerás en casa un poco más viejo, recordando con nostalgia, que antes de los 30 sí podías dormir más de 6 horas de seguido.
Disfruta, estarás pocos días, para luego, volver a volver.

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