Domingo en familia

JC: Socio, esto qué es? de tus amigos, o tuyo?
J: Joder tío, ahora no sabéis que es eso? lo que sostiene la economía de vuestro país.
JC: Sí, la mata-campesinos.

JC: Hey, te tengo la última brother, una bolsa de perico en la sala de la casa.
A: El españolete? eso lo explica todo. Barro, esa jugada siempre lleva a una vaina peor.

JC: Hey, te tengo la última, esté man me pidió anoche el palo de escoba.
A: Mmm, bueno que limpie de vez en cuando -aunque no se bañe- no es grave.
JC: Claro, lo barro fue que me despertó a las cuatro de la mañana para eso y ahora no está ni él, ni el palo.
A: Mierda! salió volando, te lo dije.

Simplemente Julieta*


Nota para Tribuna Latina

Anoche, cuando la vi subirse al escenario con sus legins fucsia y su larga camisa azul pensé que podría ser una de esas niñas con cara bonita que te encuentras cualquier mañana en el metro de Barcelona. Sin embargo, cuando tomó el micrófono y escuché la potencia de su voz, entendí que Julieta podría ser eso y lo que quisiera, desde una diva que llena estadios completos y que pone eufórico a cualquier tipo de público, hasta la culpable del suicidio de cualquier Romeo, incluyéndome.

De Julieta Venegas podríamos decir muchas cosas. Por ejemplo: que ha vendido casi 4 millones de copias y que ha lanzado 5 álbumes. Que ha participado en homenajes a artistas tan diversos como José Alfredo Jiménez, Pablo Neruda, Jonh Lenonn, Joaquín Sabina, José José, Soda Stéreo o Los Tigres del Norte. Podríamos enumerar cada de las bandas sonoras en las que ha participado y sus colaboraciones con Vicentico, Diego Torres, Bumbury y Miguel Bosé entre muchos otros. Podríamos también, hablar de sus premios Grammy, Grammy Latino, Billboard, Viña del Mar, OYE y MTV, entre otros. Y por si acaso, podríamos contar que nació en Tijuana, al norte de México, que aunque parece una adolescente va a cumplir 38 años, que está a favor del aborto y que declaró que, en las pasadas votaciones, votó por Andrés Manuel López Obrador.

En todo caso fue su voz, su frescura, su alegría inherente y su manejo del escenario los que hicieron que intentara contemplarla más de cerca. Entendí entonces, a pocos metros de su silueta, que Julieta podría usar una minifalda ajustada a sus curvas, o un escote como lo hacen tantas. Tantas chicas de pelo teñido, afán de fama y ambiciones millonarias. Tantas mujeres pobres de espíritu, que intentan lograr con su imagen prefabricada, lo que la falta de talento no les permite. Julieta no necesita exhibirse para vender sus discos y lo tiene claro. Su belleza es el equilibrio perfecto entre fuerza y dulzura, entre energía, talento y corazón.

Julieta podría dedicarse a cantar las canciones de otros pero ha preferido escribir las suyas. Julieta habría podido solo preocuparse por su voz, pero decidió aprender, estudiar y explotar todas sus posibilidades. Podría solo tocar el piano, -que aprendió desde los 8 años- pero también le gusta la guitarra, el violonchelo y el acordeón, que en el año 94 empezó a practicar para componer la música de una obra teatral y que hoy es uno de sus amantes inseparables, su símbolo en el escenario. Julieta podría cantar sobre pista y con su carisma igual llenaría los teatros, pero ella prefiere tener su banda completa, con pianos, saxofones, batería, violonchelo, y presentarle a Barcelona un show con todas las de la ley. Julieta podría estar cantando en inglés o debutando en Hollywood, pero ha decidido ser lo que es, con su particular acento norteño que no intenta disimular, podría parecer una niña frágil escondida tras un gran acordeón, pero después de verla sonar en vivo, todos reconocimos una digna representan de la mujer latinoamericana, un ejemplo para los jóvenes de todo el hemisferio, una artista de verdad, que arranca aplausos espontáneos entre los presentes.

Podría escribir esta y muchas más páginas sobre Julieta, podría atreverme a asegurar que tiene un inmenso futuro por delante y que todo está por comenzar, pero ella me lo explicó todo con su última canción, -“El presente es lo único que tengo el presente es lo único que hay”- y cuando realmente dejé de descifrar todo lo que podría contar de ella y me dedique a disfrutar de su presencia, ella me remató -“Qué lástima pero adiós, me despido de ti y me voy, qué lástima pero adiós, me despido de ti…”

Carta a Esperanza.

Barcelona, 15 de Septiembre de 2008


Querida Esperanza.


Estas no son más que palabras repetidas, ambos sabemos que hablo mucho, que es mi mayor defecto. Nada de lo que te voy a decir es nuevo y dudo mucho que ya no lo sepas. Sin embargo, la palabra es mi arma, mi amuleto, mi única certeza. La posibilidad de diálogo, mi obsesión. Con las palabras que decimos y pensamos transformamos nuestra realidad. Con ellas nos han educado y alienado, nos han jodido y nos podemos salvar.


-"Perder es ganar un poco"- Dijo el entrenador más ganador que ha tenido la selección Colombia. El país se le vino encima, le dijo mediocre, conformista y estúpido. Así es ese país, incapaz de mirarse críticamente y de plantearse el diálogo, la discusión de las ideas. El fútbol sí se parece a la vida, aunque esta sea mil veces más compleja y hermosa. Perder, es parte del juego. De un juego que no se acaba hasta que el arbitro pite. Perder es una de las tres opciones, perder es necesario para disfrutar las victorias, perder, cuando un equipo no está acostumbrado a hacerlo, es mucho más duro. Perder es tener la certeza de haber jugado, la dignidad para mirarse al espejo. Perder es tener la posibilidad de admitir los errores, valorar la humanidad y comenzar de nuevo para ganar de nuevo y posiblemente, para volver a perder... a fin de cuentas, para seguir jugando.


Y sin embargo: nadie nos ha enseñado a perder, ni a morir, ni a desenamorarnos. El éxito, la victoria, los logros, las metas, ganar es la misión, la única posibilidad en un mundo repleto de mediocres perdedores y de pérdidas, de desengaños, muertes y desamor.


Creo, sospecho, intuyo, que tenemos derecho a perder una y mil veces, a SER humanos, a no dejar de crecer, a mirarnos al espejo y reconocernos sin jodernos, sin hacernos daño. Perder no tiene nada que ver con ser un perdedor. Los únicos que no pierden son los que no han tenido el valor para competir. Yo por ejemplo, cada vez pierdo más, porque cada vez juego más y me arriesgo con más valor. Perder, errar, cagarla, siempre hará parte de mi vida mientras siga intentándolo, mientras siga buscando, pero insisto, nada tiene que ver con ser un looser. Ellos no compiten, no buscan, ellos se conforman, están llenos de vergüenza, de temor, de desidia y de pesares. Los ganadores hemos perdido mucho y sabemos que seguiremos perdiendo, pero hemos ganado mucho más y estamos convencidos que seguiremos ganando. Ganar no solo tiene que ver con trofeos, premios, reconocimientos, notas, aumentos salariales o aplausos. Ganar tiene que ver con ponerse de pie después de los golpes, con sanar las heridas y rearmar el cubo, con conocerse, perdonarse y reconocerse otra vez como SER humano, como jugador.


Al menos a mi, me aterrorizan los encuentros, las certezas, la claridad. Ganar SOSPECHO, tiene que ver con sospechar, tiene que ver con la incertidumbre, con buscar, con cuestionarse, con los desvelos de un alma revoltosa que no puede parar, de un cuerpo vibrando, que pide más. Ganar tiene que ver con no detenerse y también, con hacerlo en el momento indicado. Ganar tiene que ver con la sonrisa y con el llanto, con la alegría de vivir, con la posibilidad de disfrutar el presente y con observar optimista horizonte que con nuestros actos se transforma. 


Creo, sospecho, intuyo, presiento, que todo esto ya lo sabías pero que jugar implica recordárte todo el amor, que llevo dentro.


Atentamente,


Roberto.


PD: Viejas conversaciones de Roberto con ella, con el man y contigo.

La travesía de Juancho Lucho Pelotera*




*Nota para TribunaLatina.com

Eran las 21h cuando llegué al Palau Sant Jordi. Me acerqué a la oficina de prensa para recibir la acreditación mientras con la mano izquierda en el bolsillo sujetaba la boleta que había comprado tres meses atrás.

No había nada que dejarle a la improvisación. Se presentaba un grande, no solo por ser el ganador de tres de los últimos premios Billboard Latinos, seis Grammy Latinos y dos anglosajones. No solo por haber vendido más de 20 millones de copias, ser considerado un revolucionario de la música tropical y el dominicano más conocido en el mundo. Juro que no era solo eso, el que se presentaba ayer en el Palau Sant Jordi, es el profesor de baile de toda una generación, el cómplice de cientos de miles de parejas que juntas, muy juntitas, y sin el más mínimo asomo de vergüenza o pudor se han cantado al oído:

-“Quisiera ser un pez, para mojar mi nariz en tu pecera y hacer burbujas de amor, por donde quiera, ¡oh! ¡oh! pasar la noche en vela… mojado en ti. Un pez, para bordar de corales tu cintura y hacer siluetas de amor, bajo la luna, saciar esta locura… mojado en ti”-

21:30h y el Palau Sant Jordi ya estaba prácticamente lleno. Las banderas dominicanas, peruanas, mexicanas y colombianas aparecieron en escena, las parejas se abrazaron, las luces se apagaron y en un par de pantallas gigantes un avión aterrizó. El telón que cubría el escenario con el mapa de América se desplomó y de la imagen de fondo vimos a Juan Luis Guerra caminar por la pista de aterrizaje y segundos después, como por arte de magia, aparecer en el escenario. La travesía, una de las canciones de su último CD, fue la elegida para darle título al tour que lo ha traído a Barcelona desde Drammen, en Noruega, después de 17 conciertos.

Precisamente con esa canción empezó un repertorio que pareciera no tener fin. Lleno de energía y vitalidad pero con la serenidad y madurez de sus 51 años, Juan Luis le cantó a todos: a los de aquí y a los de allá, a los cristianos como él, a Nora, su mujer, a todos aquellos que lo han seguido los pasos desde que lanzara Soplando, aquel primer disco que en plenos 80´s se atrevió a mezclar merengue y jazz. Pero le cantó sobre todo, a la gente joven de la Barcelona de hoy, una ciudad mediterránea como pocas, pero cada vez más permeada por los sonidos y colores del Caribe.

Las alas del avión que lo dejó en el Sant Jordi terminaron convirtiéndose en las alas de una paloma blanca que apareció sobre las caras de chicos dominicanos, mientras que todos los presentes cantábamos: -“Pa que to los niños canten este canto, ojalá que llueva café en el campo…”-

De ahí en adelante fueron muchas las canciones. Si tú te vas, Me enamoro de ella, Woman del Callao, Como abeja al panal, La bilirrubina, Vale la pena, El Niágara en bicicleta y muchas más, demasiadas para nombrarlas todas, escasas para dos horas de concierto, pero suficientes para remover cualquier cantidad de recuerdos, de momentos vividos en aquellas tierras de donde muchos salimos, buscando visa para un sueño…

De todos modos, aunque todas las hayamos escuchado y tarareado alguna vez, aunque algunas ganaran el Grammy anglosajón y uno que otro sueco las cantara el pasado 4 de Septiembre en Estocolmo, para mí, lo que convierte verdaderamente en especial a Juan Luis Guerra, es que desde lo popular y lo festivo, hace parte de ese selecto grupo de artistas que han logrado eso que ni los políticos, ni los educadores, ni los militares, ni los empresarios, ni los periodistas y ni siquiera los deportistas han sido capaces, derribar fronteras y poner a todos los países del continente a hablar el mismo idioma: -“y la gasolina sube otra vez, el peso que baja ya ni se ve y la democracia no puede crecer, si la corrupción juega ajedrez, a nadie le importa qué piensa usted?, será porque aquí no hablamos francés, ah ah vous parlez, ah ah vous parlez, ah ah no Monsieur…-“

Yo también cantaba El costo de la vida, con algo más de nostalgia pero con la misma emoción de diez años atrás, cuando gracias a ella aprendí a bailar. Sin embargo en esta ocasión, la historia era otra, un catalán a mi lado, entregándose a unas caderas morenas cantaba con el alma: -“somos un agujero en medio del mar y el cielo, 500 años después. Una raza encendida, negra, blanca y taína, ¿pero quién descubre a quién… ¡eh,eh,eh!?”

A las 0:00h la tarima bajó como un ascensor y Juan Luis se despidió por última vez desde las imágenes pregrabadas, las luces se prendieron y todos despertamos del sueño mientras 4.40, su inseparable orquesta, abordaba la mismo avión, rumbo a otra travesía.

Expo Zaragoza. ¡Agüita pa’ mi gente!




Aquel jueves trabajé 12 horas seguidas editando frente al ordenador. Después me puse a prueba, viví algo tan excitante y divertido, como impresionante, repugnante y doloroso. Me enfrenté desnudo a la gran bestia y me perdí entre aquella jungla de animales salvajes. No hubo tiempo para dormir. A las cinco de la mañana me pegué una ducha que no me limpió y a las seis estaba mirando por la ventana de aquel bus, las imágenes bellas y asquerosas se confundían unas con otras, el silencio reinaba, pesado y burdo sobre mi cabeza. Torcí las piernas contra el espaldar de la silla de enfrente para intentar descansar. –“¿Será que puedo escribir en el blog lo que quiera, sin prejuicios, sin temores, sin vergüenzas?”- Justo después de preguntármelo, caí redondo como una guanábana.

Al despertar la historia era otra, Wall como siempre nos hizo reír y la Expo se levantó frente a nosotros. 108 países expuestos para recordarnos de qué estamos hechos. Sí, de eso, de agua. Expo Zaragoza 2008 es un lugar de reflexión constante. Aparentemente, un escenario desligado de los intereses de las grandes multinacionales, pues por ingenua que parezca esa afirmación, las exhibiciones muestran lo jodido que estamos y lo incapaces que hemos sido los seres humanos para darle un buen trato al recurso más preciado que tenemos.

De pronto, un ejemplo en uno de los paneles me jodió la tarde y amenazó este post: -“Para los más pobres el agua es más cara. 2.500 millones de personas sobreviven con menos de 2 euros al día. Llenar un recipiente de 1000 litros de agua en Nueva York vale 0.40 euros. Llenar el mismo recipiente en Barranquilla, Colombia. Vale 3.90 euros”-

Recordé una historia que quisiera que fuera ficción, pero que no lo es y me fastidia. La historia se remonta al año 1991 cuando el Concejo Municipal de la época aprobó el Acuerdo por medio del cual se autorizó al alcalde de Barranquilla a participar, en la creación de “una Sociedad Anónima de Economía Mixta’’ para prestar los servicios de agua, alcantarillado y aseo. En consecuencia, fueron liquidadas las Empresas Públicas Municipales que existían desde el año 1960. Cinco años más tarde durante la alcaldía de el Dr. Edgar George González* se pactó un acuerdo mucho más hermoso por medio del cual le entregaron la mayoría de acciones a la empresa privada INASSA, constituida con un ridículo capital de un millón de pesos (333 euros) y que tenía como socios a la multinacional Aguas de Barcelona (51 por ciento de acciones) y Fidugan (49 por ciento); Inassa quedó como socio calificado, y como operadora, la empresa Aguas de Barcelona. La misma de la que a mí ahora me llega una factura cada dos meses con un valor muy inferior al que pagaría en mi ciudad natal.

Miré a mi alrededor, volví a Zaragoza, volví a la Expo. Casi me atropella un desfile del Cirque de Soleil. Me emocioné con una amiga de Wall y Yara que desde una de las carrozas nos saludó con sonrisa colorada. Alguna vez bailé con ella, no lo recuerdo bien, era una fiesta de la Universidad con gente sudando en la terraza de la casa y ella era una chica un tanto rara.

Raro es que en aquel pueblo de corruptos, alguien sueñe con hacer teatro profesional.

Me relajé y viajamos por Japón, bailamos en Malasia, tomamos café de Colombia y nos dio envidia la Argentina. Comimos hamburguesas y fuimos a conocer el centro de la ciudad. Al regresar, el clima era perfecto y Esperanza y yo nos subimos al teleférico más largo en el que haya estado jamás. Suspendidos en los aires, redescubriendo el mundo a nuestros pies, entendimos que el de abajo era el Ebro y no el Magdalena y de pronto el vacío se llenó de pasado, presente y futuro confundiéndose sin pelear. Entonces los dolores y el cansancio se derramaron, y los pingüinos fueron nuestros cómplices, en un silencio victorioso que nos mantuvo en el aire, mientras hacíamos el amor.

Cuando Zara Goza, con el Profe Rubén.


No puede haber exposición sin profesor, pensé cuando lo vi y recordé a Rubén Darío Gómez, un profesor que a los 15 años me pedía muy serio, que no dejara de escribir. Murió jugando fútbol en la cancha del colegio por un paro cardíaco a los cuarenta años. Había tanta gente en su entierro en Baranoa, como ahora en el anfiteatro de Expo Zaragoza. La gente ama a quienes les hablan con el corazón y ahí estaba él, con sus 60 años y sus tres décadas de carrera musical. Ahí estaba el compositor, el cantautor, el músico, el actor, el abogado, el político, ahí estaba el Ministro de Turismo de la República de Panamá. El mismísimo Rubén Blades.

La música empezó a sonar, miré a mis lados pero nadie podía bailar, estaban paralizados y emocionados. Entonces el maestro apareció y la clase empezó: –“La ex-señorita no ha decidido qué hacer. En su clase de Geografía, la maestra habla de Turquía mientras que la susodicha, sólo piensa en su desdicha y en su dilema… ay! qué problema…”- No hay mucho que explicar, lo que pasó en ese instante solo se puede cantar, vivir: -“Decisiones, cada día. Alguien pierde, alguien gana ¡Ave María!... Decisiones, todo cuesta. Salgan y hagan sus apuestas, ¡Ciudadanía!”-

Y la ciudadanía salió –aunque hubiese más de un indocumentado- con un mismo grito y bajo una misma bandera de distintos colores, -“Un mismo barrio, Brother”- fue lo único que dijo el man para seguir con su clase de música, de canto, de energía, de alegría de optimismo, de talento, de irreverencia, pero al mismo tiempo de elegancia y empatía.

Rubén no salta ni se acelera, no tiene afán, no lo acompañan bailarinas en tanga ni hace pendejadas en el escenario. El profe Rubén se vacila el concierto fresco como una lechuga, -“con el tumbao que tienen los guapos al caminar”-, está frente a 10mil personas con la misma seguridad con que promueve su país desde el despacho en el Ministerio, con la misma paz que se respira en el patio de su casa. Y en ese patio ahora sí bailábamos todos: Adán García, Juan Pachanga, El tiburón, Paula C, Cipriano Armenteros, Pablo Pueblo, El Camaleón, El padre Antonio y su monaguillo Andrés, Usted y por supuesto Pedrito Navaja y Ligia Elena, quien dejó al trompetista de la vecindad, por quien ahora escribe estas letras.

Todo un privilegio: Blades había pasado 9 años alejado de los escenarios y ahora estábamos ahí, juntos, todos de frente, otra vez catándole a la utopía, olvidándonos de los problemas. Cubanos, Panameños, Peruanos, Dominicanos, Colombianos, Uruguayos, Venezolanos, latinos de todas partes y de todas las edades, inmigrantes todos como Rubén en su momento, ahora jugando a conquistadores, con la música como espada y como escudo sus caras, nuestras caras –“Esas caras orgullosas que sueñan con una Latinoamérica unida, con un mañana de esperanza y libertad”- Con estas se encontró Rubén otra vez, después de casi una década de ausencia y más de 18mil kilómetros de distancia del Caribe, al otro lado del charco, estaban las mismas -“caras de trabajo y de sudor, de gente de carne y hueso que no se venció, de gente trabajando, buscando un nuevo camino, orgullosa de su herencia y de ser latino… de una raza unida la que Bolívar soñó.”-

Hay dos momentos que no olvidaré: Cuando cantó: -“Solo quien tiene hijos entiende que el deber de un padre no acaba jamás, que el amor de padre y madre, no se cansa de entregar, q' deseamos para ustedes, lo q' nunca hemos tenido, q' a pesar de los problemas… familia es familia y cariño es cariño”- y a Ligia Elena, Esperanza, Ricky, Juanca, Wall, Yara, Pedrito Navaja y a todos los demás y no nos dio la gana de evitar las lágrimas.

El segundo momento fue cuando nos llevó Plantación Adentro, -“dentro del follaje y de la espesura, donde todo viaje, lleva la amargura, donde se sabe camará, donde se aprende la verdad. Donde Camilo Manrique falleció, por golpes que daba el mayoral y fue sepultado sin llorar ¡Ja!, una cruz de palo y nada más.”- Ahí nos invitó Rubén a todos, se la dedicó a Colombia, al Macondo de mariposas amarillas donde -“Se murió el indio Camilo por palos que daba el mayoral y donde el médico de turno dijo así: Muerte por causa natural… Claro si después de una tunda e´palo, que te mueras es normal!”-

Casi muerto, después de 48 horas sin dormir, estaba de regreso en un bus a Barcelona para llegar a trabajar. Recordé entonces las palabras de Rubén sobre el carácter y aquella última canción donde dijo: -“Maestra vida camara’a, te da, te quita, te quita y te da… yo te digo la verdad, te da y te quita, te quita y te da…”-