La victoria de Victoria

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Soñaba con tener pechos y cantar en un grupo country, en el fondo, era casi lo único que quería.

Su madre sin embargo, desde la primera ecografía tenía otros planes para ella. A los 4 años la inscribió en clase de danza clásica y de violonchelo. A los 5, entró a un colegio trilingüe con énfasis en natación. A los 8, había sido campeona de su categoría en el club de ajedréz del pueblo.

“Tu misión en este mundo, es transformarlo radicalmente”, -le explicaba su progenitora con una naturalidad tan asombrosa, que se convertía automáticamente en obligación y amenaza.

A los 15, cuando ya estaba en edad de discernimiento complejo, la bautizó un pastor evangélico diciendo: “Morirás al mundo y sus deseos… y seguirás las enseñanzas de Cristo; comprometiéndote a vivir y confiar en sus promesas de salvación según lo menciona Mateo 28: 19-20”

A los 17 años Victoria fue matriculada en talleres de poesía y teatro. A los 18, la madre le sugirió, con su mirada inquisidora, que se casara con Jhon, 15 años mayor que ella, pero inteligente, adinerado y con pasaporte de los finos.

A los 25 años, con dos hijos, Victoria estaba terminando un doctorado y había montado una empresa que crecía como la espuma. De hecho, vendía toda clase espumas: espumas para el pelo, para lavar los platos, para los dientes y para un par de discotecas de Ibiza.

A los 32 años, junto con Jhon -un genio evadiendo impuestos- creo una ONG para llevar espuma a pueblos perdidos de la selva de Xian Mai, al norte de Tailandia y del Amazonas, en la triple frontera entre Perú, Colombia y Brasil. Con ella se suponía que la gente de esas comunidades podría lavar sus prendas de vestir y utencilios de cocina, logrando una pequeña gran revolución. La espuma la llevaban comprimida en redondas masas resbalosas que, como los aborígenes igual no conocían, no dudaron en llamarles: jabón.

A los 34 años Victoria entró en una deliciosa crisis que parecía no tener demasiada importancia. El 24 de Febrero de ese año cualquiera, conoció a Vanessa, una preciosa morena de belleza indígena y curiosos ojos verdes. El pelo negro de esta chica le encendió la pelvis como el carbón, le enseñó la posibilidad de 8 orgasmos en una noche. Quisieron amanecer juntas el 25, pero a Victoria la muerte le llegó sencillamente, como llega la noche cuando se marcha el día.

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