Día uno


Francesca llego con una maleta en la espalda que triplicaba el tamaño de la mía. ¿Que vamos a hacer? Así son las mujeres en Colombia, Italia y el resto del planeta.
Quince minutos después tomaríamos el primer transporte, un tren directo al sitio donde nos subiríamos al segundo, un avión de sillas chicas, donde nada de comer esta incluido ni cuesta menos de 4 euros.

El camino que emprendíamos era el famoso Camino a Santiago de Compostela, que aunque nada tenia que ver con el increíble esfuerzo que miles de peregrinos de todo el mundo hacen desde distintas partes de España, Francia, Italia o Alemania, si seria para mí, una experiencia maravillosa.

Un bus era el tercer transporte que tomábamos y acompañados de un par de gigantes cervezas servidas en vasos plásticos de Coca Cola, llegamos en la tarde al centro de la mítica ciudad.

Después de dejar las cosas en un Hostal donde nos atendió una señora más buena gente que sorda y de probar degustaciones de la famosa Torta de Santiago en dos sitios exactamente igual de caros, caminamos hasta la famosa Catedral. Luego de conocer al encapuchado Jazzman y su amigo cubano, entramos a la sorprenderte iglesia.
Cuenta la leyenda cristiana que en esas tierras gallegas fue a morir Santiago, el apóstol de Jesús y sobre su tumba se puso la primera piedra. Causa admiración pensar la fortaleza del hombre cuando tiene fe o cuando tiene hambre y le pagan por construir algo, causa admiración como a pesar de todo, se pueden organizar proyectos como la iglesia, tal vez, se me ocurre a mi, la organización humana mas antigua de la historia… algo de mágico debe haber, no? – la magia del billete dirían algunos...
Francesca empezó a conocer sus particulares personajes y luego de comerme una hamburguesa de quince centímetros de diámetro, nos fuimos a dormir. Aunque no parezca, el ritmo de Barcelona te agota, no te deja frenar, así que nuestra siesta duró 13 horas.

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