Día tres. (¡el mas absurdo!)






Cuando nos despertamos no imaginamos todo lo que nos traería el día. Un bus nos llevó a la terminal, para tomar otro que durante cuatro horas atravesó Galicia y la frontera inexistente entre dos países unidos políticamente por la conveniencia, pero distintos hasta en el idioma. El bus se detuvo y aproveché para comer algo y decir “obrigado” por primera vez, de ahí en adelante lo repetiría muchas veces, pues nos trataron como dirían en España, de puta madre.

Eran las 2pm aproximadamente cuando llegamos a Porto, nos bajamos en cualquier parte y caminamos para donde nos dijeron que camináramos, la conclusión fue perdernos por una hora hasta que encontramos una italiana, que al igual que Francesca hablaba mejor su lengua nativa que el improvisado portugués, el pequeño problema es que preguntábamos la manera de tomar un bus a la Riviera, pensando como siempre, en nuestro maltratado bolsillo. Solo entendimos una hora después de esperar el maldito bus con maletas y calor, que el taxi no nos costaría mas de 2.50 euros, lo que vale la mínima carrera en Barcelona o lo que valdrían los dos pasajes en el bus tanto buscábamos.

Un par de minutos mas tarde, mi tercera cerveza y la buena vista compensaron la espera, músicos y mujeres lindas pasaban por mi lado recordándome los síntomas de la felicidad, luego una sangría, mas cervezas y mas músicos, esta vez batucada brasileña. Todos cantábamos las canciones desconocidas como queriendo gritarle al mundo que todos nos merecemos la oportunidad de estar contentos, de salir, de conocer.

Con una sexta o séptima cerveza en al cabeza y la maleta de hippie profesional de Francesca en mis hombros, compramos dos botellas del famoso y delicioso vino de Porto para minutos después detener en el camino otro de esos personajes Franchescogóricos. Se trata de una extraña especie humana absolutamente noble y chiflada que mi amiga Romana, de decendencia croata, le da por encontrar cada cierto tiempo, para hacer del viaje y de la vida una experiencia impredecible.

Esta chica con una pierna coja, la mirada perdida y una maleta de rueditas, nos acompañó durante mas de media hora por todas las calles de Porto y mostrándonos la ciudad nos llevó justo hasta el bus que cinco minutos después saldría rumbo a Lisboa.

Eran las 8 pm cuando salimos de Porto y las 1130pm cuando llegamos a la capital, sin tener la mas mínima idea de donde dormiríamos. Llamamos a los amigos de Francesca pero aún no habían aprendido español desde la ultima vez que ella los había visto, hacía mas de 3 años, asi que ni ellos nos entendieron ni nosotros les entendimos y fuimos directo al Barrio Alto donde está gran parte de la movida... digamos, cultural-alternativa de la ciudad.

Deambulábamos por las calles miniaturas empedradas, entre personajes de toda clase y casas donde la única pintura es la del graffiti. Fue entonces cuando Fra seleccionó a nuestro nuevo guía, el inolvidable Ghost Dog (para mas referencias sobre el bautizo del personaje, remítase a la película Ghost Dog: The Way of the Samurai) y ahí empezó una nueva aventura, casi a la una de la mañana, cuando ya el día debía estar acabado.

Nuestro nuevo amigo, según él, Danés de padres Nigerianos, en un extraño ingles, nos dio un numero de una pensión y se ofreció a darnos hospedaje por 10 euros en la sala de su casa, en caso de que la pensión estuviese llena. 40 minutos mas tarde, sin entender muy bien por qué, estábamos poniéndole sábanas a unas colchonetas, en una sala inmensa con sofás desvencijados acompañados por medias y ropa de todas las tallas colgada sobre cuerdas como en el patio de una casa de Sabanalarga.

Cuando descubrimos que el baño no tenía agua, que la cocina no tenía luz y que la puerta a la calle no cerraba bien, ya le habíamos dado la plata y llegado a la conclusión que estábamos lo suficientemente cansados como para tomarnos un par de cervezas y dormir como fuera... hasta que saliera el sol. Le pregunté a Ghost Dog en que trabajaba y me dijo que era outsourcing de un negocio excelente pero que me lo comentaría afuera, tomándonos algo.

No teníamos claro si el man era un traficante de droga, un asesino en serie o un pobre tipo que cansado de este mundo materialista y sin vergüenza, se había decidido simplemente, por dedicarse a vivir.

El caso es que tal como lo prometió, en el mismo bar donde lo conocimos, minutos mas tarde nos estaba contando a que se dedicaba: -“Documentary Producer”-.

Una risa tonta nos embargo y le preguntamos una y otra vez lo mismo, como queriendo despertar del absurdo sueño, pero nuestro amigo insistió y para demostrarnos que decía la verdad, abrió su maleta rota por todos lados. Sacó dos carpetas, una verde y una café y de la verde 5 hojas con guiones arrugados y una especie de postal con, según él, la propuesta visual del documental. La foto, que mas parecía una publicidad colombiana de los 70´s, tenía un mundo con una mariposa encima y una tarjeta prepago que decía “Call Portugal” - Si no entienden nada de lo que les cuento, no se preocupen que yo tampoco lo entendía ni lo entiendo aún, la película de Jim Jarmush, frente a esta realidad, era una tontería que ratificaba la posibilidad de hacer documentales.

Horas mas tarde caminábamos por las calles de Barrio Alto y todos nos miraban como si anidáramos con el loco del pueblo, entramos con el extraño individuo a una fiesta donde besé a una brasilera que prefirió quedarse con su “enamorado” y luego a varios bares mas, antes de volver a “casa” y acostarnos en las improvisadas camas.
Ghost luego de regalarnos pasta de diente y agua, nos invitó a ver televisión a su habitación, cosa que obviamente no hicimos y una vez echados bajo las cuerdas que colgaban medias de desconocidos, escuchamos los gemidos de la película porno que puso en la habitación que teníamos al lado.... El sol salió acompañado por gritos de una pareja que paliaban por dinero en otra habitación cercana y nosotros salimos sin reconocer muy bien en donde diablos habíamos estado.


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