Esa noche


Verte la primera vez fue una sonrisa espontánea, la segunda un suspiro tan mágico como la televisión, la tercera un silencio tan frustrante como el Internet.

La primera vez que hable contigo fue tan divertido, tan emocionante, pero sobre todo tan seductor que hubiese sido posible enamorarme ahí mismo, pero alguien apareció y la magia se desvaneció.

Por eso aunque le hicimos un quite al destino aquella mañana, tu noche era mi noche, esa noche, la noche en que sin saberlo, sin pensarlo y sin planearlo… lo paralizaste todo, la noche en que pasaría todo en un instante: la sonrisa, el suspiro y el silencio.

Tal vez por eso lo que escribo carece de emoción, tu te la robaste toda esa noche, como un vampiro que succiona la vida a su alrededor.

Tal vez nunca entendiste lo que te dije al acercarme, yo estoy seguro que no fue coherente. Además de mi voz, te llevaste (y aun no entiendo para donde) mi capacidad de moverme, de cantar, de mirar y de pensar, pero me devolviste de repente y para siempre, estas nuevas ganas... de soñar de frente.

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