La rubia.



Estaba en último semestre de universidad cuando conocí a mi esposa.
Una mujer bonita, inteligente y sobre todo elegante.
Una mujer preparada, tierna, comprensiva y echada pa’ delante.
¿Qué mas razones se necesitan para enamorarse?
Apenas terminé mi especialización y ella su carrera nos casamos, una hermosa noche.

Desde entonces han transcurrido 11 años, hemos vivido cosas difíciles y maravillosas juntos, mis dos hijas son lo que mas amo sobre la tierra, son mi motor, la razón para despertarme cada mañana.

Mi empresa también va muy bien gracias a Dios, a quien le he encomendado todo desde que me pasé al cristianismo.

Por razones de mi trabajo como gerente de una compañía a nivel regional me toca viajar a la capital de la república constantemente. Uno de esos viajes duró menos de lo previsto y nuevamente me tocó quedarme la noche del sábado en al fría ciudad.

Llamé a mis hijas y hablé con ellas, les pregunté por su colegio, luego mi señora me contó su duro día de trabajo y lo cansada que estaba.
Eran las 530 de la tarde y yo no tenía absolutamente nada que hacer, pensé en tomar el taxi como siempre hacia el hotel, pero algo me empujó a seguir caminando. Detallaba las caras de la gente, a cada uno en su mundo, la gran ciudad permite el no-reconocimiento. En ese momento sentí que el hombre de la esquina me miraba de frente, como si fuese a preguntarme algo. Se acercó, me miró a los ojos y extendió su mano, era una tarjeta, siguió de largo y se perdió entre la multitud.
Solo al pasar la calle pude leer lo que decía: -“chicas complacientes, total discreción”-

No había terminado de ver la dirección cuando entendí que estaba justo enfrente. Una casa pequeña con una puerta aún más pequeña y una larga escalera que seguía justo al entrar. Quise detener mis piernas pero no lo logre, un tipo en la puerta me requisó y subí cada paso sin pensarlo, como si conociera perfectamente ese lugar y supiera exactamente a donde me dirigía.

Entonces llegue a otra puerta de madera, de donde venía música de fiesta familiar. Me abrió un tipo de aspecto parecido al anterior, me invitó a pasar y me sentó en una pequeña sala, frente a mi había un pasillo que llevaba a un especie de bar acondicionado con dos mesas, varias parejas, y luces de quinceañero estrato dos.

De pronto llegó una morena de pelo apretado, al menos un metro setenta de alto, una minifalda muy muy corta y unas piernas muy muy largas, me dio la mano, dijo un nombre que no entendí y se devolvió. Luego salió otra, una cara de porcelana, unos labios gruesos y unas piernas bastante extrañas. Todas tenían caras de putas y cuerpos de diosas.

Un hombre de la misma apariencia de los dos anteriores me preguntó a cual quería. No sabía que responder, la rubia dije y aún no se por que.

Segundos después se sentó a mi lado, dio unas tarifas, como quien lee la carta de un restaurante, yo pedí el mejor plato, le ví la cara por primera vez y me pareció tan horrible como excitante.
Rato después entramos a la habitación de motel barato, se quitó la ropa y me preguntó que quería. Le pedí casi sin pensarlo que me la chupara y después del sexo oral mas maravilloso que he sentido en mi vida, se puso en cuatro, como un perro o mejor, como una perra.

Yo me detuve a verla, su culo era perfecto, su sexo espléndido, me sentí protagonista de una película porno, me sentí dueño del mundo. Metí el dedo y luego se la metí hasta el fondo, le escupí el ano, le recordé lo perra que era y ella me pidió mas sexo, mas duro, mas y mas, sin embargo creo que no duré 5 minutos, me vine, todo acabó.
Un manto de dudas se posó sobre la cama, sobre mi cabeza, sobre mi alma, sobre mi billetera. Me dio rabia, me dio pesar, me dio pena, ella me quitó el condón y salio de la habitación. Abajo la esperaban más clientes.
Nada como estar en casa de nuevo, nada como hacer el amor con al mujer que amo, con la mujer que me lo ha dado todo. Nada, absolutamente nada como el recuerdo de aquel culo de rubia, rogando por mí.

2 comments:

Anonymous said...

Loco, a veces un sueño puede convertirse en pesadilla, no hay nada mejor como la comida preparada en casa, a veces aburrida, a veces fria, pero siempre es preparada con mucho cuidado y con amor. Cuando el cuerpo no le responde al alma y a la conciencia, estamos medio muertos.

Anonymous said...

hermano pilas con esa fijacion con los 5 minutos que te veo con vainas de polvo de gallo...te va a ir mal con las españoletas asi...