En el principio


El sol estaba justo arriba, nosotros justo abajo.
Su piel se tostaba como una sábana de la mejor carne sobre el pavimento, yo la contemplaba muy cerca desde el interior de la piscina. Los grados rondaban los 40, su olor casi no se sentía pero me embriagaba el alma.
Su silueta, su curva insuficiente para algunos era perfecta para mí. Podía durar horas o minutos mirándola.
Algún tiempo mas tarde cuando el agua calentó lo suficiente, ella entró a la piscina y un manto de nubes cubrió al incansable sol.
La gente de la fiesta se despedía y nosotros respondimos tirando besos con la mano.
“que lindos se ven dijeron, que tiernos…” lo cierto es que por debajo del agua mi mano recorría las nalgas perfectas de mi novia, su mano en el interior de mi pantaloneta hacía de las suyas con mi cuerpo, con mi vida.
Rozar su sexo, su intimidad, entrar en su cuerpo despacio, con cuidado, con la ternura inconfundible del amor verdadero era como creer que cualquier cosa es posible.
La gente se fue, ella dio media vuelta y me abrazó de frente, quise tragarme su aliento y en su aliento su alma, sus sueños, por supuesto… no lo logré.

Horas más tarde estuvimos en mi apartamento, de nuevo el agua nos llamaba, el plan perfecto, el aire acondicionado, el privilegio, la cama doble. Una ducha, el agua helada, mucho jabón, una mentira en su casa y mas besos, mas excitación, mas amor del real, del que se siente, del que cae como el agua, del que te limpia, del que te recorre entero y se mete por los poros.
Más besos, la lengua que lo domina todo, mas cuidado y mas placer.
Mas de lo irresistible, lo irrepetible, lo impensable, lo encantador.

Una toalla que no alcanza, un frío artificial que cubre la habitación, dos cuerpos desnudos perdidos entre la danza de las cobijas y el amor.
Las preguntas sobran, el planeta hace pausa, las miradas se encuentran y encuentran la verdad, la pasión, la alegría, algo de temor, mucho de vida y la certeza de que ningún plan, será mejor.

No hay nada que decir, abrazar y cerrar los ojos convencidos que el momento, no acabará jamás.

Me desperté hace media hora, junto a mi duerme la mujer que amo, tenemos 3 meses que no hacemos el amor porque su barriga no lo permite, dejó de ser divertido. Estoy muy nervioso con este cuento de ser papá, siempre me pareció demasiada responsabilidad pero a la vez estoy seguro, que llegó el momento, la miro y se que 4 años con ella son suficientes.
Me asomo por la ventana y aquí estoy, por un momento Londres me parece una ciudad bastante extraña, recuerdo la piscina… aquel sol solo posible en el caribe Colombiano.
Acto seguido entro al baño, observo la tina y extraño aquella ducha donde bañé mi adolescencia, luego me miro en el espejo y en mis ojos veo sus ojos, negros, gigantes, hermosos…

No se que decir ni que pensar, solo recuerdo su voz aquella noche en la habitación de mi madre, en la cama de mi madre: “no hay nada que decir Alfred, por favor, no digas nada.”

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