Conoci a Monica


Cuando se apareciera iba a romperle la cara.
Lo buscó en el salón de clases y a la salida, en un par de fiestas, en el cine y en el centro comercial. Nunca lo encontró en la calle, ni en la playa, ni en la casa de ninguna amiga, por eso un día se aburrió de buscarlo y se sentó a esperar. Tampoco llegó.

Era muy pequeña cuando le hablaron de él por primera vez.
Todas las mujeres que la querían se lo describieron igual, en especial Mariana y Ana María, sus dos madres, la primera biológica, la segunda de crianza, ambas casadas con el mismo hombre, su padre, un tipo que ni era príncipe ni mucho menos azul.

Un día encontró uno con muy buen humor pero poco inteligente, otro día uno con menos humor pero demasiado inteligente, todos le advirtieron que así no debía ser.

Cuando las clases eran más interesantes, pero había menos oportunidades para reír, justo cuando se supone que la vida debe ser mas alegre y disfrutarse mas… ella seguía esperando.
Cuando se cansaba de esperar salía a buscarlo, cuando se cansaba de buscarlo se sentaba de nuevo a esperar. Por eso nunca sintió que a los domingos les sobraba el tiempo, eran días tan miserables como todos los demás.

La noche cayó, la luna estaba llena, gigante, pero no sentía que algo pasara en su alma ni su cuerpo, entonces empezó a preguntarse porque a todo el mundo la luna los afecta y a ella no, así vino una y otra y otra pregunta.
Era martes, había llegado de la universidad tan cansada como siempre, con tantas responsabilidades como siempre y con unas ganas de no hacer nada como nunca, por eso llamó a Julián.
A su amigo desde primer semestre le pidió que la escuchara, él así lo hizo, media hora después ella estaba en su casa, en su habitación, en su cama.

No habían velas ni una luz tenue, no había vino, ni música suave ni mucho menos poesía, Julián no dijo ni media cursilería.
El tipo que estaba desnudo enfrente suyo ni era azul ni mucho menos príncipe, pero por fortuna tampoco se parecía a su padre, por eso lo miró a los ojos y se desvistió.
La pena y el dolor fue tan fuerte como el que describió Lucía, quien había perdido la virginidad a los 16 después de muchos meses y palabras bonitas por parte del único novio que ha tenido desde entonces, hace mas de 4 años.

En todo caso ahora estaba ahí, con parte del cuerpo de su amigo dentro del de ella… con una lágrima en la mejilla y el mismo maldito sentimiento de culpa, de pecado.
A la mañana siguiente con un dolor en el sitio innombrable y con los mismos 23 años no estaba esperando la llamada de nadie, no estaba enamorada y ni siquiera pena sentía, solo curiosidad, ansias por hacerlo un par de veces mas, sabía que el dolor desaparecería y podría entonces conocer el placer.
Así fue, Julián era novio de su prima, no era inteligente ni tenía buen sentido del humor, mucho menos dinero. No le había prometido nada, pero disfrutaba su presencia y seguía muy cumplido sus órdenes.

Ella es feliz, de eso yo estoy seguro, me invitó ayer a un motel, y sabe llegar a un orgasmo, aunque también sabe que nunca, ha hecho el amor.

1 comment:

Anonymous said...

Cada día descubro con desilusión que los príncipes azules se murieron aplastados junto con los dinosaurios. Y cada día siento la culpa inútil de seguir esperándolos. Como Mónica existen muchas aunque todos quieran negarlo. Una realidad que merece ser reflejada y que captaste muy bien. Te felicito, buen retrato de la desilusión y perfecto para aterrizar a todas esas doncellas perdidas en un mundo donde no hay príncipes sino dragones y lacayos pobretones.