Treinta y dos

Aprendes a decir no cuando no quieres decir si.
Entiendes que el amor es compromiso y libertad.
Reconoces la vida como un vacilon para guapear en gerundio.
Y disfrutas bailar, dormir y leer contigo.
Sabes que estudiar más solo sirve para entender que sabes poco.
Y así, cuando quieres cantar, cantas, cuando quieres correr, corres, cuando quieres pelear, te retiras.
Contemplas de repente la belleza de los atardeceres como la de las mujeres, permitiéndoles que te calienten la piel, sin que te quemen.
Y caminas por nuevos senderos que otros caminaron ya, porque ya no hay tanto miedo y sabes para qué no sirve el dinero.
Entonces empiezan a pasar vainas raras: pierdes la vergüenza y te ganas la confianza.
Descubres que no es tan difícil aquello de la coherencia.
Mierda!
Las peas te dan más duro, la nostalgia te dura menos... La patria no tiene muros, se encuentra en el mundo entero.
Abrazas a los amigos con más ganas, con el ego te levantas a trompadas, los piropos, los agradeces con distancia...
No te queda otra que perdonarte las huevonadas.
A los 32, miras en los otros tu espejo y aunque aún no te guste lo que escribes, sabes que esto de vivir, empezó a ponerse bueno.

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