El domingo más triste del año

Alguna vez el fútbol fue realmente importante para mi. Durante años, mantuve la teoría de que la noche más feliz de mi vida, había transcurrido en la Calle 84 de Barranquilla, cuando mi papá me regaló 10.000 pesos para que yo los aprovechara tirando agua desde una camioneta ahí parqueada. Horas antes, Mackenzie rechazaba en contragolpe para Valenciano, el gordo miraba al centro del terreno y la cambiaba rápido para Pachequito. Pachequito picaba por la mitad de la cancha: la pisaba, la paraba, mira por dónde pero no dejaba de correr, se la ponía al Pibe... el Pibe la acariciaba y hacía como que iba a patear... ¡pero si nunca pateaba! cuatro jugadores del América se comían el amague... la pelota quedaba servida para Mackensie que venía de atrás como poseído, se sacaba a Oscarito Córdoba y empujaba el balón al fondo de la red! Minuto 92, año 93.


El estadio entero, con periodistas y recojebolas, bajaba a la cancha a celebrar, mientras el caribe colombiano completico cantaba, con mi papá y conmigo, el himno de Barranquilla a capella, bajo la batuta del negro Perea.


24 años después, lo que llaman fútbol moderno tiene un tufo a negocio particular que no me deja disfrutarlo de la misma manera. De todos modos, aprovechando que estoy en la ciudad, fui a uno de los epicentros de la rumba barranquillera al momento del partido, donde por supuesto, ya todos llevaban horas de fiesta como si aún tuvieran 15 años. Llegué reconociendo que el resultado no era tan importante ya, pues el próximo año, como si nada, volvería a empezar la jugada, el circo, el business, los 130 decibelios de música trojera. “De pronto, hasta he madurado...”- Pensé.

En cualquier caso, el partido no había terminado de empezar, mi cerveza no había llegado a la mesa y ya Nacional habían metido un gol empatando la serie. Solo se escuchaba la cachaca voz del narrador.. como si hubiese habido un muerto, o mejor... como si no hubiesen vivos.

La resilencia es la capacidad para aguantar cipotazos y nada tiene que ver con la genética. Esa voluntad Caribe debe responder más bien, a que hemos sido decapitad@s, violad@s, secuestrad@s y estafad@s desde que empezaron a cambiarnos el oro por espejitos. 

Aquí hemos seguido, con la esperanza de que nos dejen el Galeón San José así se pudra enterrado... 

Ahí estábamos los del Junior, bailándonos la desgracia. Así llegamos al medio tiempo, a punta de champeta y salsa, de wiskey y espuma, como nos enseñaron los mayores. Con la chapa pelada, como cuando jugábamos bola e’ trapo en la mitad de la calle con 13 años...

En tiempo real, sufriendo por unos manes que ahora son menores que nosotros, comiéndonos las uñas como si se acabara el mundo... pero al mismo tiempo gozando arrebataos, como si no fuera verdad que íbamos a penales, como si el presente fuese lo único que existiera.

La estrella que no te ganaste hoy no te la ganarás mañana. Junior perdió y punto. El macho que abrazaba a su hembra ahora tenía la cabeza entre sus piernas, lloraba como el pelao de 13 años que nunca dejó de ser. Su hembra -quien nunca le ha pertenecido- ahora lo consuela como al hijo que comparten... y todo vuelve a renacer.

Llogry, mi amigo, me dijo muy seriamente que no amar al Junior era como no amar a la mamá, recordándome a Galeano que decía que uno solo puede ser del lugar del equipo de sus amores... mientras tanto, por mi mente pasaban los fríos partidos que he vivido en Barcelona donde ante una derrota así, la gente hace rato habría pagado la cuenta y se habría ido a dormir.

Aquí a la fiesta le quedaban varias horas más. La gente se secó las lágrimas y volvió a sacar sonrisas, se subió a las sillas pa’ seguir vacilando, como si el próximo miércoles, hubiese otra revancha.

Entonces, apareció un mago entre el público y la revancha se adelantó como por arte de fiesta, con solo cambiar el canal de las televisiones, se pasó a otro show, a otro circo, a otro bussiness. Miss Colombia se enfrentaba a la de Filipinas y la de USA después de haber sido seleccionada sobre otras 80 candidatas, en un trasnochado y ridículo espectáculo organizado por el racista Donald Trump y que cada año paraliza a Colombia y un puñado de países más, para premiar un tipo de belleza femenina específica. Un modelito que determina la salud de miles de adolescentes y que no permite la diversidad ni en las filas porristas del propio Junior.















Ahí estábamos nuevamente, gozándonos nuestras contradicciones, omitiendo las explicaciones de nuestras miserias. Sufriendo por reinas de mentiritas, en el país de los doctores de mentirita y de las tristezas de verdad.

“Este ha sido el domingo más triste del año.” - Dijo una señora que caminaba medio borracha.

“La fortuna de vivir aquí...” - Pensé sin decir más nada.

“Primero nos roban la estrella y después la corona.” - remató la vieja.

“No te pueden robar, lo que nunca ha sido tuyo.” pensé... y me fui bailando.

No comments: