Los Latinos Justicieros *

* Crónica publicada en el periódico www.mundohispano.info

Héctor Fabio Molina Gutiérrez tiene cincuenta años, tres hijos, tres nietos y una hipoteca que supuestamente terminaría de pagar en el 2030. Le han puteado la madre más de cinco mil veces, pero a él no le importa, entre otras cosas, porque su mamá está muerta. Freddy Bustos nació hace 28 años, es Periodista y hace cuatro años trabaja de lunes a viernes en un mercado de frutas. José Colcha habla con su mujer y sus hijos dos veces a la semana, los miércoles y los domingos. Gana 1200 euros con sus dos trabajos y envía la mitad para su familia. Jorge Obando trabajó desde muy joven, llegó a ser escolta del presidente de Ecuador hace 8 años, ahora es un ferviente cristiano, un buen obrero y el presidente de la asociación CAFILAREC. María Hinojosa trabaja como cajera en un supermercado, toda la vida sintió pasión por el fútbol. Desde chiquita prefirió jugar a la pelota con los varones que con las ollitas y muñecas de sus amigas. Milton Quiroga no conoció ni a su madre ni a su padre, vive en un piso con tres habitaciones, un baño y 6 personas.


Héctor nació en Colombia, Freddy y María en Bolivia, José en Ecuador, Milton en Perú, todos esperan a Jorge, en la puerta de un locutorio frente a la estación del metro Navas, sobre la Avenida Meridiana de Barcelona.


Jorge acaba de salir del metro tosiendo como un perro. El invierno debería terminar en estos días pero las bajas temperaturas se mantienen y no le han permitido recuperarse de los continuos resfriados. Hoy, como cada día de las últimas dos semanas llegó a la construcción a las 8am y antes de las 9am ya se encontraba en el octavo piso. Parado sobre el mismo frío, sucio y enclenque andamio de aluminio, estaba empañetando la fachada de un edificio, junto con su único compañero de trabajo, un ecuatoriano indocumentado. Héctor, Freddy, José, María, Milton y los demás lo esperan para recibir su pago, todos están impacientes, cansados, muertos de frío y de nostalgias. Hablan sobre los platos típicos de sus países y bromean sobre el significado de las palabras en cada región. Jorge los saluda sin muchos ánimos y vuelve a toser.


Al entrar al locutorio, pasan una puerta que dice: -“prohibido el paso”- y siguen el corredor que conocen de memoria hasta el sótano. Las 24 sillas están ordenadas y el tablero de acrílico tiene pintada la cancha de fútbol con los mismos tachones que dejó la explicación del viernes pasado. Jorge se disculpa por la tardanza y advierte que la reunión de este día solo durará una hora porque se siente muy enfermo.


Como en un ritual que conocen a la perfección, cada uno explica las jugadas más complicadas de la fecha anterior y reconocen las dudas que no pudieron expresar en la mitad del encuentro.
–“Es que aquí, al igual que en el periodismo, toca ser objetivo, tener la cabeza fría, mucha capacidad de análisis y de respuesta rápida”- Me dice Freddy, mirándome a los ojos a través de sus lentes. Pareciera que me descubriese. Pienso en la cantidad de veces que soy indeciso en mi vida, que me cuesta tener cabeza fría y resolverme en una dirección sin preguntarme una y otra vez que me habría deparado el otro camino. Freddy lo tiene claro, al menos en el arbitraje no hay tiempo que perder, no hay consejos que pedir, se trata de tomar decisiones, de correr riesgos en cada momento, aún con la certeza de que siempre habrá un inconforme. A la larga, ha entendido que los errores, hacen parte del juego.



Jorge explica las nuevas actividades de la asociación, la posibilidad de pitar un nuevo torneo en Sabadell y la intención de un empresario de llevarlos hasta Madrid. Expone las razones del atraso en el pago de algunos partidos. –“Los empresarios son así, quisiera decirles otra cosa pero no puedo. Me dijeron que me pagarían esta semana y no lo han hecho. ¿Yo qué puedo hacer? Decirles que no pitaremos un partido más para ellos hasta entonces… pero todos necesitamos la plata, aunque sea tarde.”-

Finalmente saca de su bolsillo un fajo de billetes bien doblado y empieza a llamar al frente a cada uno para entregarles un promedio de 25 euros. A las 1030pm todos se suben juntos al metro, cansados pero felices, a dormir un poco para aguantar esta nueva jornada laboral.


***

José Colcha en Ecuador era diseñador de interiores y hace 6 años es albañil en Barcelona. La semana pasada, muerto del susto, se enfrentó a su primer partido. Recuerda que las manos le temblaban al agarrar el balón por primera vez y no fue capaz de sacar ni una tarjeta amarilla. Este sábado, tan solo 8 días después de su debut, tendrá que pitar tres encuentros.


Esta misma mañana, en otro punto de la ciudad, Milton envió 400 euros para que le celebraran el cumpleaños a su nieto. Quiere ver en las fotos piñatas, sorpresas, regalos, ponqués, payasos y todo lo que no pudo darle a sus hijos. Por otra parte, María tiene cara de aburrimiento, preferiría estar pitando partidos de fútbol, que hacer el turno de la mañana, este fin de semana en el supermercado.


La bandera de Bolivia se mueve con el viento, algunos niños halan con curiosidad el pasto artificial. Los adultos se reparten entre las cervezas, la música y el asado de los chorizos. La barra del otro equipo empieza a animar. Frente a los bolivianos, los argentinos cantan coros como si se tratara de las eliminatorias al mundial de Suráfrica. Ambos arqueros llegan con paso lento por sus pesados cuerpos hasta sus respectivas porterías, los capitanes de cada equipo estrechan la mano al árbitro central: Héctor Fabio Molina Gutiérrez, alias El Parce.



El Parce vive hace 8 años en Barcelona, pero asegura que no ha pedido la ciudadanía porque no le interesa ser español. Desde el año 88 ha pitado partidos de fútbol aunque en Colombia durante 27 años se desempeñó como zapatero. Durante el primer año en España trabajó 14 horas diarias en un restaurante y desde después de eso, descubrió según él, el placer de la construcción. Recién llegado a Barcelona, buscó trabajo en zapaterías, pero las opciones fueron pocas y sin papeles de trabajo, era prácticamente imposible. También buscó trabajo como árbitro de fútbol en la liga catalana, lo cual recuerda entre risas: –“Yo tenía 41 años y me dijeron que ya no podía, que el límite de edad eran 40. Tres años más tarde, un amigo me contó que habían ampliado ese margen, entonces volví a las oficinas y me dijeron que lo habían subido hasta los 43, pero ya yo tenía 44… Entonces les pregunté: ¿y no será que lo pueden ampliar de una sola vez hasta 60, es que a mí me queda muy fregado sentarme a esperarlos sin envejecer.”-


***
Muchas veces había ido a ver fútbol pero muy pocas veces le había prestado tanta atención al árbitro. Por primera vez en mi vida le recé al cielo para que no se equivocara. Me embargó un sentimiento espontáneo de solidaridad. Tenía frente a mí a un ser humano, a un tipo dispuesto a aguantar todo tipo de groserías, a un trabajador insaciable que sacrifica el descanso del domingo para enviar unos euros adicionales a su familia en la distancia. La hinchada, cuando no lo puteaba, lo ignoraba. Para unos lo estaba haciendo mal, para los otros también. Me pregunté ¿Quién podría felicitarlo al final del encuentro? ¿Quién lo abrazaría durante un gol? ¿Quién, al menos, compartiría con él la emoción de no haberse equivocado demasiado?
Pensé en la posibilidad de que al menos alguien le reconociera la valentía de sancionar al saboteador y de castigar al tramposo. Pensé en la paradoja de ser un inmigrante que reparte justicia, cuando su realidad es tan injusta.


Vi entonces un jugador jadeando agotado y luego vi a José Colcha, el árbitro de turno, pitando su sexto encuentro del fin de semana, con las manos raspadas por la cal y el cemento de la construcción, con el alma agrietada por la soledad del desarraigo, pero sobre todo, vi un juez con las botas puestas, sin temor, sacando su primera tarjeta roja, corriendo el riesgo de ser apaleado por los jugadores y la hinchada furibunda, pero convencido de estar haciendo lo correcto.
En este punto, entiendo entonces porque Héctor, Freddy, José, María, Milton, Jorge y todos los demás se sienten tan exitosos y triunfadores. Porque aunque nadie los aplauda y todos los critiquen, ellos son la autoridad. Tienen al menos por algunos minutos la potestad, la capacidad de decidir y de obligar, la posibilidad de repartir justicia, de sentirse importantes. Ellos, sin tener muchos euros en la cuenta, ni los papeles en regla, son capaces de detener la carrera del veloz atacante, con un simple movimiento de su mano. Ellos deciden cuándo detener el partido y cómo y dónde reanudarlo. Entiendo entonces, por fin, qué es lo que hago mirando a este tipo que casi nadie mira, este que corre tras el balón sin tocarlo. Entiendo que esta crónica podría contribuir con la justicia. Entiendo entonces que la justicia depende más del sentido común de quien la aplica, que de simples leyes escritas en un papel.




Entonces Jorge mira el reloj, yo me pregunto cuánto faltará y por primera vez me preocupo por adivinar cómo terminará el partido. De pronto, vienen a mi mente las palabras de Freddy Bustos la noche del viernes: -“Lo más bonito del fútbol es que como en la vida misma, no se sabe que va a pasar, hasta el último segundo.”-

9 comments:

Anonymous said...

conectat hi people said:
Nunca, mas bien pocas veces, una realidad ha sido tan bien desgranada, sencilla, parca, concisa.
La realidad de una parte de la inmigración, esa inmigracion que "lo politicamente correcto" llama ciudadanos no comunitarios, cosas de la semántica.
Gente como nosotros, los de acá, con familia, problemas y alegrias, ganadose el pan a fuerza de horas y cansancios. Latinos, justicieros, extracomunitarios, laburantes, "currantes" pero personas al fin.

Unknown said...

Tema sabroso como espinoso, bien llevado en esa conjuncion de la realidad con la fantasia mezclado todo con buen humor. Se nota que mantienes el sabor caribe y para mi gusto, eso hace parecer hasta agradable la cruda dureza del destino de esos latinos justicieros. Sigue asi, impartiendo tu propia justicia por medio de tus escritos.

Anonymous said...

No tiene nada de fantasía lo que escribes Alfred, es tan real como la vida. Barcelona significa para muchos, vivir mejor que el país de origen, eso está claro. Mejoras cada día, tenía mucho tiempo que note leía, ya no sólo estoy orgullosa, tengo la certeza de que vas por buen camino. AnaC

Anonymous said...

Me fascino, y seguramente muchos quedaron meditando y haciendo las mismas reflexiones que planteas. Es una historia que nos llega a todos, por la forma en la cual escribes, nos pones a sentir a viajar por medio de tus letras, es una sensacion increible, sigue escribiendo mucho mas, esto se ha convertido en una droga para mi y para otras personas que me lo han comentado. Pa lante!!!

Anonymous said...

Es increíble tu nivel de lectura de la realidad. Yo creo que esa forma de escribir es propia de un documentalista. De hecho lo que me gustaría es ver esa historia en imágenes. Pensé en un documental de Wenders (Tokio ga) en dónde él va en busca de las imágenes que hizo Ozu sobre esa ciudad. Es una narración en primera persona que se atreve a omitir las voces de los entrevistados. Wenders narra lo que ellos dicen con su propia voz. Cuando leí tu crónica pensé en eso, en lo poco que oímos la voz de los árbritos y al mismo tiempo en la intensidad con la que comprendemos su realidad. Loco, felicitaciones!! Me alegra saber que hay gente de Colombia por aquí con tanto talento. Un abrazo.
Diego Salsazar.

AlejandroAngel said...

alfred, para mostrar la realidad se necesita varias herramientas....

la principal muchas veces es querer contarla...

pa' cuando la versión Audiovisual????

Anonymous said...

La verga men, como siempre!
Marco Barreto

Anonymous said...

Veo que estas muy bien y te cuento que me encanta lo que escribes, y muchas gracias por el tag. Johy

Anonymous said...

Bcanisimooooooooooooo!!!!
te mereces un......................................... jajajaja ok
un 10
un besote Alfredito