¡Complacencia, Complacencia! Los Gaiteros de San Jacinto en Barcelona.


*Crónica publicada en al revista literaria Víacuarenta

En Diciembre de 2010 pasó una cosa muy rara. En esos casos, cuando la realidad se torna absolutamente descomunal, no hay mas remedio que recordarla con la humildad de la infinita gratitud. Mas de un año después de los acontecimientos narrados en esta crónica, la historia fue publicada. Ahora les dejo en este blog el fragmento inicial y la posibilidad de seguir con la lectura.
 

Antes de salir de mi apartamento, me dieron un abrazo fuerte y honesto, como esta historia. Les puse cara de varón, cerré la puerta y me acomodé el sombrero que duró en mi cabeza muchas horas más, hasta que por fin, pude dormir, aún sin entender muy bien lo que había pasado.

Si ese sombrero hablara y mantuviera retenido todo lo vivido, tal vez lo podría contar mejor, porque encaramado en la prodigiosa cabeza del maestro Rafa Castro, no se perdió una sola conversación, un solo ron, un solo trasnocho, una sola angustia, una sola sonrisa. Ese sombrero lo conocí el día que conocí a su dueño, veinte noches atrás, en un concierto que difícilmente olvidaré.

Aquel jueves de noviembre, recorría Barcelona subido a una de esas serpientes mecánicas que la atraviesan, repleta de historias. Estaba leyendo el último libro de García Márquez, en el cual se refería a América Latina, como “esa patria inmensa de hombres alucinados y mujeres históricas, cuya terquedad sin fin se confunde con la leyenda”. Pocos minutos más tarde lo estaba comprobando junto con 400 personas de variadas nacionalidades que de pie, emocionadas, aplaudían sin parar a 6 hombres que armados con dos gaitas, una tambora, un llamador, un acordeón y una hermosa voz, habían estremecido el elegante auditorio del Caixa Forum.

Si ese sombrero hablara, hubiese explicado ese mismo día que el placer de escuchar a Los Gaiteros de San Jacinto, se lo debíamos a un politiquero de esos que abundan en Colombia y que hacen lo que sea por conseguir un puesto diplomático. ¡Pero qué va! Ese sombrero no habla y en todo caso ¿quién le haría caso a un sombrero?

Nos fuimos alucinados, confundidos, sin saber exactamente lo que había pasado. Jess, -mi amiga, mi novia y mi socia- aún temblaba de la emoción por haber bailado con Los Gaiteros en su propio escenario, a pesar de un reciente esguince de rodilla que días atrás no la dejaba caminar. Yo, había podido grabarlos en video durante dos horas sin perder el pulso, a pesar de estar erizado de pies a cabeza y sufrir una especie de taquicardia leve y prolongada...


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