La revancha del loco

Mientras almorzaba entró el primero, el segundo, el tercero, el cuarto, el quinto y el sexto. En los 40 minutos que tardé comiendo frente al televisor, el equipo alevín del Fútbol Club Barcelona -niños entre los 12 y 14 años- destrozaron las redes y la moral, del Real Valladolid. Al final del encuentro, mientras el arquero del Valladolid lucía irreparablemente consternado, la estrella del Barça, un niño camerunés con piernas de pantera, pulmodes de acero y 1,75 de alto daba unas declaraciones tan sensatas como convencionales en un castellano perfectamente pronunciado. Miré los espaguetis que me comía con la convicción de que en el 2019 este niño tendría 10 veces el dinero que hoy hay en mi cuenta además de mucha disciplina y pocas travesuras. Seguramente muchos logros, pocas derrotas, ninguna cana y una historia que contar: como siempre, la historia que se impone, la de los ganadores.


José René Higuita Zapata, alias el El Loco nació en Medellín el 28 de Agosto de 1966 y cuando pudo convertirse en un gran sicario, decidió intentar ser el mejor portero del mundo. Llegó al noveno puesto, marcó mas de 40 goles y le dio al fútbol colombiano la primera Copa Libertadores de América. Sus piruetas en las canchas del mundo, por fuera del area delimitada, no figuran en las estadísticas de la FIFA, pero si en la memoria de los niños de mi generación. Quienes jugábamos sin árbitros ni táctica, parando el partido cada vez que un carro pasaba por el medio de la cancha, delimitada por cuatro piedras que formaban dos arcos en la mitad de la calle.


En 1991 El Loco viajó a España para jugar con el Valladolid pero no tuvo suerte y abandonó el equipo a mitad de temporada. Como broma del día de los inocentes, en diciembre de 2008 se publicó en un diario vallisoletano que Higuita se desempeñaría como entrenador de arqueros en ese club. Media ciudad tembló, la otra media se burló, yo estoy convencido que si hubiese sido cierto, la cara de este arquerito del Valladolid que hoy la tele trasmite con tanto morbo, no tendría el mismo aspecto. No me extraña que su equipo hubiese recibido la misma cantidad de goles, -al fin y al cabo se enfrentaban a chicos mucho mas fuertes- pero estoy convencido que él se habría levantado sonriente y confiado, se habría quitado los guantes como tantas veces se los quitó Higuita, para volvérselos a poner sin pensar en el dinero, retando a todos, pidiendo revancha para hacer del deporte un juego y del juego, su pasión.



1 comment:

Ana Cecilia said...

Bacano