Él nunca
quiso ser lo que fue. Le tocó, lo empujaron.
Depende
de la letra con la que uno elija escribir, el cuento irá tomando cuerpo, o no.
La
pecueca es un olor particular, cuando lo sientes, te avergüenzas de ti mismo, y
de toda la humanidad.
Hay carreteras
que no se acaban, uno las mira y las mira y ellas continúan como hacia el
infinito.
Él creció
con todos los olores. Todos los olores se confundían en uno solo, el olor a
barrio.
Las
historias pueden ser buenas, regulares o malas. Si las buenas no las lee nadie,
imagine usted lectora, quién puede leer las demás.
Uno
podría pensar, por un instante, que en un sitio como este toda la humanidad
está reunida.
Hay
viajes que parecen el final pero son el principio. Viajes que lo empujan a uno
y en los que uno empuja todo.
En
aquella cancha de fútbol el olor a pecueca era el menos importante. Esa gente,
con tanto calor, no tenía posibilidades de percibirlo.
Siempre
he soñado con usted, usted lo sabe y yo también. Usted existe porque yo creo en
usted, algún día usted y yo nos encontraremos y le va a tocar alquilar balcón
para leer todo lo que ha pasado y se ha perdido.
Las
negras que se sienten orgullosas de ser negras tienen una sonrisa más amplia
que resto de la humanidad. La gente con pecueca es tan sosa, que ni siquiera se
da cuenta de su particularidad.
Los
viajes pierden gracia cuando ya no hay posibilidades de perderse en ellos. La
principal función de la tecnología es destruir.
Le tocó
ser futbolista porque era la única manera de ser alguien.
Algún día
tomaré el rumbo y usted, cuando lo revise todo, se dará cuenta exactamente en
que fecha fue.
He
conocido a una mujer afgana y a una iraquí hace un momento. No he despajado
ninguna de mis dudas.
A veces,
la vida de las personas es tan miserable que en ellas no hay tiempo para
viajar.
Donde
todos veían un hueco, el veía un espacio. Donde nadie veía nada, el encontraba
una oportunidad.
Entenderá
entonces que fue en ese momento cuando dejé la huevonada, la pensadera, el
miedo al fracaso y me lancé al agua helada.
¿Quién le
ha dicho a estas mujeres que se ven simpáticas en pijama en la biblioteca de la
universidad?
Viajar
con ella siempre fue un placer, esta vez, las lágrimas se derramaron durante
muchas horas. Llorar es de las cosas más placenteras que existen.
Hay
jugadores que solo saben correr. Hay personas que solo saben bailar. Los
hombres del barrio le enseñaron la paciencia y las mujeres, el movimiento de
caderas.
A partir
de ese momento, que no será este, maldecirá las veces que me arrepentí, que no
seguí, soñará con todo aquello que no conoció.
Todos los
tonos de piel, todas las ideas egoístas, todas las opciones, todas las posibilidades
aquí reunidas, supuestamente estudiando.
Cuando
llega, uno pone la canción del Gran Combo y se siente como un moco. Aún más
pequeño, más insignificante. Entiende que hubo una ciudad que uno nunca
conocerá. La ciudad donde se juntaron todos, donde empezó la vaina, donde la
gente más talentosa del mundo una vez se reunió para ser feliz y transformar el planeta con música.
Tal vez
por eso nunca tuvo prisa, ni la tiene ahora. El pescado nunca faltó en su mesa,
ni las mujeres en su cama.
Lamento
decirle entonces que esto no es más que un ejercicio. Que tendrá que seguir
leyendo o esperando, que la vida se escribe en presente y que hoy, solo
necesitaba respirar.
Tener
pecueca no es el problema. Sacarla a pasear por la biblioteca, sí.
No conocimos
esa ciudad y esta es demasiado grande para pertenecer a alguien.
Muchos
años después, frente a 50 mil espectadores y varios millones de desdichados
televidentes. Contra el campeón del mundo, aceleró el paso, encontró el espacio
y metió el balón.
Ya
respiré, sabes que si escribo una palabra más, la cago.
Ver un
partido definitivo en una biblioteca no es el problema, el problema es el
silencio.
Hay
viajes que te llevan a ninguna parte, pero te regresan a donde lo puedes todo.
La bola
de trapo le enseñó lo fundamental. El resto, siempre fue el resto.
Ni una
más.
Nadie la
pisará como el maestro, que duro debe ser para él ver esto y hablar bien.
Ir con la
bola interna a otro lado. Por todos los caminos, que todos llevan a alguna parte.