Gladys Yemail, la vida vista desde otra orilla.

Cierro los ojos e intento escribir. Me pierdo, me como las comas, me despisto, me equivoco, no lo logro, entonces los abro, doy las gracias, borro todo, y empiezo de nuevo.

Gladys Yemail llegó a Catalunya hace más de treinta años. Su acento parecía canario pero su origen estaba más lejos. El Caribe colombiano la había dejado partir no sin antes advertirle a punta de atardeceres dorados y música de tambores, que jamás podría escapar del todo.

Cada vez que regresa a su tierra y en especial, en veces como la más reciente, en la que pudo estar de cerca con los proyectos sociales que lidera, ni ella misma puede explicar exactamente lo que siente. Tal vez, lo que experimenta no sea más que un sentimiento de profundo agradecimiento con la vida misma. Y es que desde que se jubiló, luego de toda una vida como profesora de educación física, su voluntad de hacer algo por los demás, se ha convertido en una de las razones fundamentales para levantarse cada día.

Mientras hablamos en un café junto al Mercat, en pleno centro de Sabadell, me explica que hoy no ha podido desayunar. Se levantó temprano, hizo ejercicios, tomó un jugo de naranja y salió a encontrarse conmigo para esta entrevista.

Me explica entonces, que más tarde tendrá que ir a la escuela para hablar con los chicos que harán la presentación del proyecto Planeta Imaginario en la Biblioteca Vapor Badía el próximo 17 de Noviembre, luego, se reunirá con los técnicos y los otros miembros de la entidad que preside. Al final del día, hablará por teléfono con la directora de otra escuela, no sin antes enviar un par de mails: a la coordinadora de las actividades en Colombia y a varios periódicos de la ciudad.

Estas labores, que a muchos de nosotros parecerán tan habituales, cobran especial interés con Gladys enfrente. Mientras me habla, la camarera se acerca con el té hirviendo y un pocillo de leche. Gladys le pregunta dónde ha puesto cada cosa, a lo que la camarera responde de manera displicente: -Pues aquí...- A lo que Gladys responde: Perdone señorita, es que soy ciegay se levanta las gafas dejando muda a la empleada del local, -y a mí, por supuesto-.

Así es Gladys: honesta y contundente, entonces me explica: -“Es que yo estoy haciendo pedagogía todo el tiempo, de esto se trata la diversidad. Me considero ciega desde hace unos 6 años, cuando tomé el bastón... pero nací con retinosis pigmentaria, una enfermedad degenerativa de la retina. Así que desde pequeña he visto como se me iba apagando la luz”-

No sé muy bien que decir pero ella se explaya como si nada: -”En mi casa somos 8 hermanos y hoy, ya 4 estamos ciegos. Así que yo sabía que esto sucedería”-

Miradas imaginarias.

La Xarxa Solidaria Sabadell-Colombia es una asociación sin ánimo de lucro que nace en 2004 gracias a la convicción de esta docente ahora jubilada, y de su interés por seguir educando, en medio de sus dificultades de salud.

Todo empezó cuando en uno de sus viajes, Gladys reflexiona sobre el valor que niños y niñas de escuelas públicas de Cartagena de Indias (Col) dan a sus vidas en medio de tantas carencias y dificultades.

Metida en una diminuta aula de clases, a 40 grados centígrados y con 40 adolescentes, entiende que las formas en que estos y estas se relacionan con sus compañeros, con sus profesores y con su entorno, acumulan esa capacidad de asombro, de goce, esa inquietud por aprender, pero sobre todo, esas ganas de progresar que parece por momentos escabullirse en los chicos y chicas catalanas con quienes medio de muchísimas comodidades, durante 28 años, ha estado trabajando.

Gladys piensa entonces en el poder de la comunicación y en la posibilidad de poner a unos y a otros en diálogo. Pero no en un diálogo entre el primer mundo y el tercero, entre el norte y sur, sino en un diálogo horizontal, entre iguales, donde la inocencia de la niñez y la energía de la juventud permitan ampliar a unos y otros la visión del mundo, el valor que le dan a lo material y la forma en que miran y juzgan a los demás.

De este modo, junto con algunos ex-profesores y otros amigos jubilados se forma el Grupo Colombia que es apoyado por la Oficina de promocio de la Pau i dels Drets Humans y la Escola de Cultura de Pau de la UAB. Este grupo entonces entra en colaboración con la Escuela Libertad de Cartagena y reciben apoyo de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Cartagena.

Así, poco a poco, lo que empezó como una idea particular se va convirtiendo en una realidad colectiva y por medio de cartas escritas y dibujadas con infinito cariño, chicos y chicas de ambas orillas del océano empiezan a compartir imágenes y experiencias, sus visiones del planeta y su cultura, para encontrar los valores comunes, en medio de la diversidad.

Pocos años más tarde, las cartas entre los niños se volvieron intercambios audiovisuales. El Ajuntament de Sabadell apoyó el proceso a través de subvenciones para la sensibilización y la cooperación internacional, mientras la Biblioteca Vapor Badía concede espacios, como el del próximo 17 a las 19h, para socializar las iniciativas.

Hoy por hoy, los proyectos de la asociación se desarrollan en varias escuelas e incluyen talleres, conferencias y estrategias con internet. Además, se han ido vinculando profesionales de la antropología y la comunicación social, artistas y estudiantes de doctorado que han participado como facilitadores de los distintos momentos del proceso.

Tengo muchas cosas que preguntar sobre este proyecto pero Gladys me propone que mejor asista al evento. Ella es así: franca y directa. Me pregunta la hora y me recuerda su cita dentro de poco, mientras me dice: - “Si algo he aprendido con todo esto, es que la comunicación intercultural y la educación, es una potente herramienta para generar nuevas visiones del mundo-”

Si ella lo dice, yo le creo. A simple vista, Gladys es una mujer serena, tranquila, educadora por vocación, convencida del servicio social. Pero entendemos su valor y ejemplo de superación excepcional cuando recordamos que las caras de los técnicos que trabajan con ella jamás las ha visto ni los verá con sus propios ojos. Los mails los envía gracias al software especial: Jaws. Para el móvil, también utiliza un programa exclusivo y para transportase por la ciudad: un bastón plegable que nunca suelta, una memoria prodigiosa, una gran capacidad de escucha y la buena voluntad de la gente del camino. Gladys pide la cuenta, entrega los billetes exactos después de tocarlos detenidamente y me toma por el brazo para bajar un par de escalones, entonces, por bromear, le pregunto cualquier cosa: -“¿Gladys, qué quieres hacer cuando seas grande?”- Ella responde de inmediato y sin titubear: -”No quiero ser, quiero hacer. Una fundación para ayudar a ciegos de excasos recursos, allá en Cartagena. Ya estamos trabajando, hemos enviado unos bastones y la idea es capacitarlos en informática...”-.


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